Waldina Ayestas tiene 44 años. Es madre soltera de tres hijos y desde hace 13 años trabaja en el área de empaques de la finca Corozal 2, propiedad de Chiquita Honduras, donde contrajo el síndrome del túnel carpiano. Su vida cambió para siempre, pero ni la transnacional, ni las autoridades de salud aceptan que se trata de una enfermedad laboral.