Me quedo con tu sonrisa, tu espíritu inquieto; los momentos donde desensillabas el estrés, atabas las preocupaciones que te consumían, asomándose el hombre del cafetín, de las historias mundanas, de ovejeros atentos y leales.

Me quedo con tu sonrisa, tu espíritu inquieto; los momentos donde desensillabas el estrés, atabas las preocupaciones que te consumían, asomándose el hombre del cafetín, de las historias mundanas, de ovejeros atentos y leales.