El campesino tradicional se insertaba en un esquema autárquico,
es decir, producía sus propios insumos para la producción, manejo
y distribución de alimentos. Producía sus propios abonos, con el
estiércol de sus animales, con los abonos verdes. Producía su pro-
pia energía, porque trabajaba con animales de tracción que se ali-
mentaban en su campo, todo eso era energía solar reconvertida.
Aquel campesino no necesitaba bancos, ni trasnacionales, llevaba
sus productos a las ferias de la ciudad, de la aldea.
Por eso en
nuestra lengua, el portugués, no decimos lunes, martes, miér-
coles, quedó la vieja forma:
segunda, terça
(tercera),
quarta
feira
(feria), haciendo referencia a esa actividad comercial.
Las personas, nosotros, los brasileños, ya no sabemos lo que
eso significa.
Tampoco es verdad que la agricultura moderna sea más eficiente
en términos de producción por hectárea. Se trata de otra gran men-
tira, salvo raras excepciones, como en Holanda, donde logran co-
sechar 10 mil quilos de trigo por hectárea, pero con insumos
carísimos y con un miedo loco de perder su propiedad ante el ban-
co. En las plantaciones de soja de Brasil, por ejemplo, se producen
1.800 kilos por hectárea en promedio, y cuando plantan trigo en
invierno en la misma tierra, no se llega a mil kilos. Entonces, con
toda esa parafernalia química y mecánica, agricultores que no en-
vidian nada a los estadounidenses, producen tres, cuatro mil kilos
de alimentos por hectárea.
Sin embargo, nuestros viejos cam-
pesinos, los colonos, producían mucho más alimentos.
Aún hoy
en las colonias con propiedades de diez, doce hectáreas, donde
cada campesino tiene cuando mucho cuatro o cinco vacas, la colo-
nia produce comparativamente más carne que la gran hacienda.
Pero, si la vaca del colono está por parir a medianoche, él estará
con ella, mientras que a la vaca de la gran hacienda si le pasa algo
se muere.
La biotecnología y las transnacionales le están quitando al campe-
sino una de las pocas cosas que supo estar en su poder: las
SEMI-
LLAS
. Como es de público conocimiento, la industria está produ-
ciendo variedades patentadas que uno no puede reproducir y si lo
haces corres el riesgo de pagar fuertes multas o ir preso. Están
lanzando al mercado variedades resistentes pero no a las plagas,
sino a los herbicidas que producen las mismas transnacionales.
Todos los años tienes que comprar sus semillas y su herbici-
da. Control absoluto, poder absoluto. Eso no tiene nada que
ver con aumento de productividad, eso se llama CONSPIRA-
CION. La tecnología
“Terminator”
no tiene nada que ver con
productividad, tiene que ver con un proyecto que busca la
total dependencia. Ella destruye más alimentos que los que
produce. La tecnología es un instrumento de poder.
Lo que interesa no es la producción en masa, sino la produc-
ción de las masas
, que es más productiva y hace más feliz a la
gente.
Autor:
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
Corrección:
Carlos Amorin, Enildo Iglesias
Cuidado de edición:
Javier Carpani
Diagramación:
Gabriel Balla
Foto de tapa:
Piotr Jaxa
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