11
Febrero
2015
Paraguay | Sociedad | DDHH

El pai de todas las batallas

En Montevideo, Daniel Gatti
A sus 86 años, Francisco de Paula Oliva, más conocido como “Pai Oliva”, se sigue considerando un militante social más, “quizás más veterano que la mayoría pero igual de firme a pesar del paso del tiempo”.

Nacido en Sevilla, España, en 1928, este sacerdote jesuita desembarcó en América Latina, más precisamente en Paraguay, a comienzos de los años sesenta, cuando el país llevaba ya una década bajo el yugo de la dictadura de Alfredo Stroessner.

Paraguay era un páramo social y político”, recuerda Oliva, que al poco tiempo de llegar comenzó a dedicar sus energías a ayudar a la gente más humilde a organizarse y a valerse por sí misma.

Venía con su bagaje y su sólida formación –en Estudios Humanísticos, en Filosofía, en Teología–, lo típico de un sacerdote jesuita, pero a eso le había sumado su experiencia como comunicador social.

En España, en su Andalucía natal, había dirigido la Radio Popular, en la ciudad de Córdoba, y en Asunción, apenas dos años después de su arribo, fundó la Escuela de Medios de Comunicación, dependiente de la Universidad Católica.

La guerra civil española apenas la vivió directamente, pero le pegó fuerte. Sevilla fue la primera ciudad tomada por los sublevados franquistas, y Oliva, que por entonces no llegaba a los nueve años, vio desde la ventana de su casa cómo las tropas fascistas “se cargaban” de a centenas a milicianos republicanos que habían caído en una trampa.

En los tres años siguientes la guerra se libró en otro lado, lejos de Sevilla. La dictadura que la siguióel hambre, la represiónsí la padeció de lleno. Como ciudadano común, como estudiante, como trabajador.

La radio educativa que llegó a dirigir era propiedad de “un señor muy rico. Cuando sus trabajadores empezaban a protestar por sus salarios bajos, el señor cerró la radio porque nos culpó de las huelgas a nosotros, que queríamos educar a la gente. En ese tiempo mi provincia, Andalucía, ayudaba a Paraguay. Entonces decidí venir acá”, contó hace unos meses al diario asunceño E’a.

Oliva ya sabía cómo cautivar a un público en la media lengua que le permitía la dictadura franquista en su país. Volvió a hacerlo en su país de acogida..

Con Paraguay en el corazón
“Aquí aprendí el trabajo social”

En Paraguay aprovechó toda brecha que se le ofrecía para “hacer reflexionar a la gente, motivarla a reaccionar, incitarla a organizarse. Sobre todo a los jóvenes. Me interesaba fundamentalmente llegarles a las nuevas generaciones, y podía hacerlo a través de los cursos en la universidad (era docente en la Universidad Católica y asesor del Colegio del Cristo Rey) y en la labor pastoral”, cuenta a La Rel.

No pudo hacerlo por mucho tiempo. En 1969, luego que oficiara una misa a los estudiantes en huelga de hambre de la Facultad de Medicina, la policía de investigaciones lo detuvo y poco después fue expulsado del país.

Un mes antes había adquirido la nacionalidad paraguaya, gracias a una “trampita” que le permitió pasar por encima del propio dictador, opuesto a que se le concediera la ciudadanía.

“Lo único que tuve que hacer fue estudiar las costumbres del fiscal que dio su firma. Fue fácil”, declaró a E’a.

Tras su expulsión, comenzó un largo periplo latinoamericano que lo llevó primero a Argentina, luego a Ecuador y finalmente a la Nicaragua sandinista de los primeros tiempos, donde también hizo periodismo desde la Agencia de Noticias, que él mismo fundó, los periódicos Barricada y Nuevo Diario y la revista Envío, de la Universidad Centroamericana.

Fue tal su identificación con la revolución nicaragüense que sectores conservadores del clero local forzaron su salida del país, en 1985. Los diez años siguientes los pasó en España, en la ciudad de Huelva, sin dejar de agitar “en pos de la justicia social”, y en 1996 retornó a Paraguay.

“Nunca dejé de tener a este país en mi corazón”, rememora hoy. “Me conmovieron siempre las gentes sencillas, su situación, sus padecimientos, y aquí aprendí de hecho el trabajo social”, dice.

El tiempo pasa…
y la oligarquía queda

Cuando Oliva retornó, Paraguay era un país convulsionado, que al poco tiempo conocería un nuevo intento de golpe de Estado, protagonizado por el general Lino Oviedo. Muy poco había cambiado, política y socialmente, desde la caída de la dictadura de Stroessner, siete años antes.

“Lo gobernaba básicamente la misma oligarquía, los mismos grandes latifundistas, sobre todo ganaderos y sojeros, en complicidad con militares y una dirigencia política corrupta, y los sectores populares estaban divididos, sin posibilidades de pesar”, afirma.

Incansable en sus esfuerzos por “abrir conciencias”, volvió una vez más a la triple actividad a la que se dedica prácticamente desde sus inicios: la labor pastoral, el trabajo social, la comunicación.

Sus misas las concibe sin aparatosidad alguna. “Simples, como la gente a las que están dirigidas, porque se trata de cambiar sus vidas hoy y aquí”, observa este cura que se dice todavía ligado a los principios que inspiraron a la Teología de la Liberación.

En estos 18 años, también dio clases, escribió para un diario, animó una fundación dedicada a apoyar a hijos de campesinos, y hace años que dirige un programa diario por la radio Fe y Alegría, cuyos contenidos La Rel reproduce habitualmente.

En los Bañados
“Mi vida está acá”

Apenas desembarcado por segunda vez en Paraguay, “el pai” (el sacerdote), como comenzaron a llamarlo en guaraní los indígenas y campesinos, decidió irse a vivir a una zona marginal de la capital, el Bañado Sur.

“Aquí estoy desde 1996, siempre en el Bañado Sur, trabajando con los muchachos y la gente mayor”, cuenta.

“Es muy difícil, porque las condiciones de suma pobreza en las que se mueven cambian muy lentamente, cuesta mucho esfuerzo lograr alguna evolución. Uno se alegra ante cada avance, cuando ve que la lucha da frutos”.

En los bañados en general viven hoy alrededor de 120 mil personas, y en los del sur unas 26 mil.

“Son zonas inhóspitas, pantanosas,  que han sido rellenadas por la propia gente, sacándole plata incluso a la comida. Se trata de tierras fiscales, pero al ayuntamiento afirma que tienen propietarios y vive amenazando a los pobladores con expulsarlos”, un ejemplo, dice, del divorcio existente entre las autoridades y la gente a la que aseguran representar.

“La situación en los bañados es peor hoy que cuando yo llegué, hace casi dos décadas. Sobre todo porque no paran de crecer. En los últimos diez años la emigración campesina hacia las ciudades se ha acentuado. Paraguay ha perdido un millón de campesinos en ese período y ha ganado un millón de pobres”.

Buena parte de esos migrantes internos van a parar a los cinturones de las ciudades. Los bañados se nutren de ellos. “Las autoridades los dejan a su suerte, que se arreglen como puedan, y así pasa con todo: los pobres quedan librados a sí mismos, a lo que puedan hacer por su cuenta. Los gobiernos se dedican a apoyar a los ricos, a darles nuevos privilegios”.

La gestión de Lugo
Querer y no poder

Así ha sido siempre, repite Oliva, salvo durante la breve gestión del cura Fernando Lugo, que precisamente por tener “muy buenas intenciones y haber hecho algunas cosas que iban en sentido de lo que las grandes mayorías necesitaban” fue derrocado gracias a un montaje que derivó en un “golpe de Estado parlamentario”, en junio de 2012.

Lugo quiso pero no pudo mucho, fue bastante ineficiente y también algo ingenuo, apunta el sacerdote jesuita.

Antes y después, los sectores populares han vivido y viven en la pobreza o en la extrema pobreza. “La mitad de la población paraguaya es pobre, tres de sus seis millones de habitantes son pobres”, insiste el pai.

E identifica a los responsables de la miseria de los campesinos: “Las transnacionales, los empresarios que los explotan, en particular los sojeros, las autoridades que los apañan”.

“No sólo los hunden en la miseria, también los fumigan”, dice, pensando en los agrotóxicos que llueven sobre las cabezas, las viviendas, las tierras de los trabajadores agrícolas paraguayos, rociados desde aviones para tratar las plantaciones de soja transgénica.

Algunas cosas, de todas maneras, en los Bañados, han mejorado, y en gran parte ello se debe al trabajo del Pai Oliva, aunque él no lo diga: se construyeron puentes para interconectar la zona, un centro diurno para ancianos donde también reciben alimentación, funciona una olla comunitaria, la Fundación Mil Solidarios respalda con dinero y material escolar a decenas de niños y adolescentes para que puedan ir a escuelas, liceos y universidades…

Aquí y allá
En cada lucha

Desde que volvió al país, “el pai” ha sido parte de todas las grandes luchas populares en Paraguay: las jornadas de 1999 que derivaron en la caída de Raúl Cubas, las movilizaciones por la tierra o en defensa del acceso universal a la salud o a la educación, contra los grupos paramilitares que operan al servicio de los estancieros, contra las fumigaciones…

Se lo ha visto, por ejemplo, muy cercano a los cuatro campesinos acusados sin prueba alguna de la masacre de junio de 2012 en Curuguaty, en la que murieron 11 campesinos y seis policías y que derivó en la caída de Fernando Lugo.

“Debe haber juicio oral en junio por esta causa, pero el gobierno no lo quiere hacer porque no tiene qué mostrar en contra de los campesinos, y tampoco los puede liberar (tres están en prisión domiciliaria y uno en la cárcel de Tacumbú), porque sería como reconocer que inventaron todo y perderían la justificación del derrocamiento de Lugo”, apunta.

Oliva acompañó muy especialmente a Rubén Villalba, el campesino que está detenido en Tacumbú, sobre quien “el gobierno quiso hacer recaer todo, porque es de los más duros”.

Villalba protagonizó el año pasado una huelga de hambre de meses que casi lo lleva a la muerte. “Lo acompañamos con nuestras oraciones, con nuestra presencia y respaldando su lucha”, señala.

Si hay algo que el pai Oliva lamenta particularmente de la situación actual en Paraguay es la “debilidad del movimiento popular, su falta de unidad. No se ha logrado superar rencillas secundarias, egoísmos, y eso lo aprovechan los poderosos”, se queja.

El sigue pensando, sin embargo, que “otro Paraguay es posible”. “Depende de la gente, de nosotros, que se haga realidad”.