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En Montevideo,
Brasil
POLÍTICA | JUSTICIA
El impeachment a Dilma Rousseff
Entre el circo y la farsa
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Foto: elpais.com
Este es el peor parlamento de la historia reciente de Brasil, dijo a La Rel meses atrás Jair Krischke, presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre. El domingo pasado, durante la votación que habilitó el juicio político a la presidenta Dilma Rousseff, la afirmación quedó demostrada.
Ninguno de los 367 diputados (más de dos tercios de la cámara) que el domingo 17 aprobaron el impeachment declaró hacerlo por las causas que supuestamente lo motivaban (un presunto maquillaje de cuentas públicas).
“Voto iluminado por Dios”, proclamaron los numerosos integrantes de la llamada “bancada evangélica”; “le dedico este voto a mi familia” (padres, hijos, nietos, hasta la suegra), dijeron casi todos.
En ese ambiente de circo, un legislador destacó particularmente. Jair Bolsonaro, un militar retirado, declaró su felicidad por poder repudiar “a los comunistas” al respaldar el juicio político a Rousseff.
Electo por el Partido Progresista, hasta hace pocos días atrás aliado del gobierno, Bolsonaro dedicó su voto a Carlos Brilhante Ustra, el único militar brasileño condenado por torturas, y luego insultó a Jean Willys, representante del Partido Socialismo y Libertad.
Willys no pudo más y escupió en la cara a Bolsonaro, famoso por sus provocaciones en plena cámara y su reivindicación del accionar de la última dictadura. Legisladores opositores protestaron por el gesto de Willys, y lo llamaron intolerante, grosero, agresivo, pendenciero y vengativo.
“Les preocupa más que se escupa a un canalla que lo que dice el canalla, que hace tiempo merece perder sus fueros por incitar al odio y justificar asesinatos, secuestros y violaciones”, respondió el legislador del PSOL.
Pero sus colegas pro impeachment no lo escuchaban: seguían clamando por Dios y por la patria, enfundados en banderas brasileñas y gritando “Ciao Dilma”, insultando a corta distancia a quienes votaban contra el juicio político y vivando a quienes lo apoyaban. El parlamento era una cancha y los diputados, fanáticos.
Tal vez lo más paradójico resultó el fundamento de voto de legisladores acusados de delitos mucho más graves que los reprochados a Rousseff y que proclamaban con el pelo henchido su “rechazo visceral al robo y la corrupción”.
Un tercio de los 532 integrantes de la cámara de diputados brasileña son investigados en la actualidad por corrupción. Entre ellos está Eduardo Cunha, el presidente del cuerpo, uno de los principales impulsores del juicio político a la presidenta.
En los días previos a la votación del domingo tanto la Unasur como la OEA habían afirmado que no existían fundamentos para juzgar a Rousseff.
Algunos países hablaron de golpe de Estado encubierto, cuando menos de farsa…
“Voto iluminado por Dios”, proclamaron los numerosos integrantes de la llamada “bancada evangélica”; “le dedico este voto a mi familia” (padres, hijos, nietos, hasta la suegra), dijeron casi todos.
En ese ambiente de circo, un legislador destacó particularmente. Jair Bolsonaro, un militar retirado, declaró su felicidad por poder repudiar “a los comunistas” al respaldar el juicio político a Rousseff.
Electo por el Partido Progresista, hasta hace pocos días atrás aliado del gobierno, Bolsonaro dedicó su voto a Carlos Brilhante Ustra, el único militar brasileño condenado por torturas, y luego insultó a Jean Willys, representante del Partido Socialismo y Libertad.
Willys no pudo más y escupió en la cara a Bolsonaro, famoso por sus provocaciones en plena cámara y su reivindicación del accionar de la última dictadura. Legisladores opositores protestaron por el gesto de Willys, y lo llamaron intolerante, grosero, agresivo, pendenciero y vengativo.
“Les preocupa más que se escupa a un canalla que lo que dice el canalla, que hace tiempo merece perder sus fueros por incitar al odio y justificar asesinatos, secuestros y violaciones”, respondió el legislador del PSOL.
Pero sus colegas pro impeachment no lo escuchaban: seguían clamando por Dios y por la patria, enfundados en banderas brasileñas y gritando “Ciao Dilma”, insultando a corta distancia a quienes votaban contra el juicio político y vivando a quienes lo apoyaban. El parlamento era una cancha y los diputados, fanáticos.
Tal vez lo más paradójico resultó el fundamento de voto de legisladores acusados de delitos mucho más graves que los reprochados a Rousseff y que proclamaban con el pelo henchido su “rechazo visceral al robo y la corrupción”.
Un tercio de los 532 integrantes de la cámara de diputados brasileña son investigados en la actualidad por corrupción. Entre ellos está Eduardo Cunha, el presidente del cuerpo, uno de los principales impulsores del juicio político a la presidenta.
En los días previos a la votación del domingo tanto la Unasur como la OEA habían afirmado que no existían fundamentos para juzgar a Rousseff.
Algunos países hablaron de golpe de Estado encubierto, cuando menos de farsa…
Rel-UITA
20 de abril de 2016