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La germanización de Europa
En Montevideo,
Grecia
CRISIS
Grecia combatió pero terminó cediendo
al imperio de la Troika
La germanización de Europa
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Ilustración: Carton Club
Una semana justo después de que Grecia firmara lo que eufemísticamente se llamó un “acuerdo” con la Troika va quedando meridianamente claro que lo que se le ha impuesto al pequeño país mediterráneo es un dictado que al tiempo que sirve de escarmiento por haber osado plantear una alternativa acaba de reconfigurar al conjunto de Europa en torno a Alemania.
Los griegos comenzarán a padecer en carne propia parte del súper ajustazo decidido en Bruselas apenas siete días después que ellos mismos rechazaran en un referéndum, y por fuerte mayoría, unas recetas relativamente menos invasivas que la terapia de caballo que se les administrará ahora.

Desde ayer empieza a regir el aumento de 10 puntos (de 13 a 23 por ciento) del IVA a servicios y alimentos de primeras necesidad y al consumo en hoteles en las islas (el turismo es la principal fuente de ingresos del país actualmente).

Después vendrán otros ajustes, comenzará a implementarse la baja de las pensiones, quedará para las calendas griegas (nada más apropiado) el aumento del salario mínimo, se desregularán las relaciones laborales, se revisarán algunas medidas tomadas desde el inicio del gobierno de Syriza en enero (por ejemplo la reincorporación de funcionarios públicos despedidos por administraciones anteriores).

Y fundamentalmente se entregará la totalidad de la conducción económica del país a “las instituciones” (Banco Central Europeo, Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional), que podrán completar aquello que habían comenzado a diseñar cuando decidieron los primeros “rescates” financieros, hace cinco años: hacer de Grecia una suerte de laboratorio neoliberal similar al que en otra época, y en otra latitud, representaron Chile primero y Argentina más tarde.
Imposiciones coloniales
Una economía bajo control

En virtud de este “acuerdo” que le fue impuesto con un revólver en la sien, el gobierno griego no sólo deberá renunciar a sus planes originales de devolver al Estado empresas que habían sido privatizadas sino que tendrá que colocar en un fondo de privatización (llamado Fondo de Promoción de Activos) las pocas que le quedaron bajo su órbita: telecomunicaciones, energía, puertos, aeropuertos

Seguramente se quedarán con buena parte de esas empresas los mismos capitales que ya han sacado enormes tajadas de la “crisis griega” (los bancos franceses y fundamentalmente alemanes) o nuevos, como los chinos.

Una sola cosa “ganó” el primer ministro griego Alexis Tsipras en su pulseada con “las instituciones”: que el fondo no dedique la totalidad de sus ingresos a devolver deuda, como era la intención de Alemania, sino también a recapitalizar los bancos griegos y (su parte más pequeña) a inversión productiva, y que está basado en Atenas.

El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, pretendía que el fondo estuviera localizado en Luxemburgo, en la sede del Instituto del Crecimiento, una institución presentada como independiente pero que es en realidad propiedad del banco alemán KFW.

Quien lo preside es el propio Schäuble y en su directorio figura además el ministro de Economía germano, el socialdemócrata Sigmar Gabriel. Era demasiado fuerte.

Los griegos deberán, además, porque “las instituciones” dicen que no confían en su seriedad, someter cualquier decisión económica que pretendan tomar a la consideración de sus “socios”.

Era eso o la salida del euro, presionaron a Grecia los integrantes de la Troika. Y Tsipras, y la mayoría del parlamento heleno, no quiso la salida del euro.

“Por el grado en que un Estado ha sido puesto bajo tutela se trata de un acuerdo totalmente inédito, algo nunca visto desde el fin de los imperios coloniales”, dijo la semana pasada al diario francés Le Monde el economista Daniel Cohen.

“Estoy asombrado por las condiciones impuestas, en particular las disposiciones que privan de facto al parlamento griego de cualquier poder de decisión en los próximos meses”, agregó.

Apenas tres años y medio antes, a fines de 2011, la Troika había impuesto al gobierno conservador griego de entonces, dirigido por Lucas Papademos, un hombre del establishment que había sido vicepresidente del BCE, un plan similar. Syriza lo había rechazado por “neocolonial”. 
La extrema derecha al acecho
El fantasma que recorre Grecia

Grecia está siendo una suerte de laboratorio neoliberal. La receta es común en toda Europa: estados más autoritarios, más salvajes, paquetes de austeridad que condenan al desempleo y al hambre a gran parte de los pueblos. Nos están condenando a una vida que se parece mucho más a la Europa del siglo XIX”, dijo aquel año quien luego sería viceministro de Defensa de Tsipras, CostasIsychos.

Isychos fue uno de los integrantes del gobierno griego que rechazó los términos del “acuerdo” del domingo pasado en Bruselas. Como varios de sus colegas que optaron por el mismo camino, fue removido de su cargo.

Más de la mitad de la dirección de Syriza votó contra el pacto de Bruselas y son muchos, incluido el ex ministro de Finanzas YanisVaroufakis -que renunció a su cargo 15 días atrás, cuando vio lo que se venía- que piensan que el acuerdo está destinado al fracaso.

“Más temprano que tarde volverá a ocurrir una rebelión en Grecia. El problema es que, luego de una derrota como esta, partiremos de condiciones peores, y con el fantasma de la posibilidad de un auge inédito de la extrema derecha, que podrá capitalizar el descontento de la población ante la defección de Syriza”, piensan en el ala izquierda de la coalición gobernante.

Rel-UITA
21 de julio de 2015