y tortura a joven kaiowá
El joven vive en los campamentos ubicados en la Tierra Indígena Santiago Kue, a lo largo de la ruta nacional BR-163, tramo que conecta a las ciudades de Juti y Naviraí.
Allí operan milicias armadas que atacan sistemáticamente a las comunidades indígenas y a sus líderes.
La finalidad de estas bandas criminales –de cuya presencia existe una infinidad de pruebas concretas- es impedir que los indígenas tengan acceso a sus territorios tradicionales, sobre todo los que ya están demarcados o identificados por la Funai, la Fundación del Indio.
Según el informe que acompaña la denuncia, el reloj marcaba las 11 de la mañana cuando el joven kaiowá regresaba de la ciudad de Naviraí caminando por la BR-163, después de su jornada de trabajo, como lo hacía habitualmente.
Al pasar frente a la finca conocida localmente como "Central", pegada al puesto de la Policía Caminera, fue abordado violentamente por un grupo armado formado por alrededor de 20 hombres que se desplazaban en dos camionetas Hillux, una negra y una blanca, cuatro coches populares y dos motos.
Los pistoleros rodearon rápidamente al joven con sus vehículos, sin dejarle tiempo para reaccionar o escapar, le mostraron las armas que llevaban en la cintura y lo llevaron hasta cerca de un kilómetro tierra adentro de la finca Central.
Detrás de una pequeña quinta de árboles que da acceso a una represa, el grupo estacionó sus autos. Los pistoleros tomaron fotos del rostro del indígena y comenzaron a preguntarle por el nombre y la apariencia de los líderes de la aldea Kurupi.
Bajo la presión del miedo, el joven kaiowá sólo atinaba a responder que no pertenecía a esa comunidad. Era lo que lograba decir. Los hombres armados comenzaron a golpearlo y a apuntarle con el caño de sus armas, ordenándole, más de una vez, que se arrodillara para ser ejecutado.
Cada tanto, señalaban hacia la represa diciéndole que le atarían rocas a su cuerpo, lo arrojarían al agua y se quedarían para ver cómo se ahogaba. La tortura era para que el kaiowá “cooperase”.
El martirio duró más de seis horas. Luego de otras varias amenazas de muerte, que extendieron a los líderes kaiowá de la región, el joven fue liberado y los delincuentes se evaporaron.
El historial de violencia contra los pueblos de los alrededores de Naviraí evidencia que el atentado no fue casual. Todo lo contrario, es parte de una actitud sistemática de estos pistoleros contratados por los terratenientes de la región.
Según narran indígenas que piden no ser identificados, los pistoleros acosan intensamente a las comunidades. Hacen piquetes en la ruta y vigilan el movimiento en toda la zona, especialmente cerca del puesto de la Policía Caminera.
A partir de ese monitoreo deciden sus acciones criminales. Los indígenas cuentan que los hombres armados sondean diariamente a todos los miembros de la aldea y de los campamentos que rodean a la finca Central.
La comunidad de Kurupi lleva mucho tiempo alertando sobre estos ataques, sin que se le preste atención. En octubre del año pasado, por ejemplo, denunciaron que los pistoleros intentaron secuestrar a un indígena en silla de ruedas.
En toda se han registrado casos de ataques a las comunidades indígenas y de torturas a algunos de sus miembros. Los kaiowá han solicitado a las autoridades el envío de la fuerza policial para patrullar el lugar y obtener un mínimo de seguridad. Sin ningún resultado.
Traducción: Luciana Gaffrée
Edición: Rel-UITA