No han servido de nada sus campañas anunciando “alimentos de calidad” o su publicidad a favor del “equilibrio alimentario”.
El pesado -y nunca mejor dicho- rastro de décadas de menús a base de Big Macs, McPollos y Grand Big Macs han sido el mejor antídoto al marketing de la multinacional. Sino vean el documental ‘Super size me’ (2014).
Las cifras tampoco acompañan a la número uno del sector. Entre 2011 y 2014, sus beneficios a escala global descendieron un 13,5 por ciento, y en el primer trimestre del 2015 llegaron a caer un 32,6 por ciento.
McDonald’s ya no conecta, como lo hacía antes, con los consumidores. Un mercado más diversificado, competitivo y exigente se lo impide. Hemos pasado del tan cacareado “I’m Lovin’ It”, por parte de la empresa, al “I’m NOT Lovin’ It” del que deja constancia la clientela en el balance de resultados.
Ante tal escenario, no hay otra opción que “reinventarse”. En el Estado español, McDonald’s así lo ha hecho fichando a dos “grandes” de la alta cocina, Dani García y Ramón Freixa, con un par de estrellas Michelin cada uno, para su campaña “Chef versus chef”.
Un video promocional de la empresa lo cuenta: “Llega a McDonald’s, Chef versus Chef. Ramón Freixa, Dani García, chefs con dos estrellas Michelín, nos presentan sus nuevas creaciones, texturas sutiles versus sabores intensos.
Nuevas Grand McExtreme Ramón Freixa y Grand McExtreme Dani García. Un combate culinario donde el ganador eres tú”.
Del mismo modo que los menús de 3,90€ de McDonald’s, no significan “democratizar la comida”, por más baratos que sean, y condenan a las rentas más bajas a una alimentación de mala calidad; “democratizar la alta cocina” no implica fichar, para McDonald’s y elaborar un par de recetas para la multinacional, sino asumir, como otros chefs sí hacen, los principios del movimiento Slow Food y apostar por una “comida buena, limpia y justa”.
El popular chef británico Jamie Oliver, que puso a McDonald’s contra las cuerdas cuando destapó algunas de sus insalubres prácticas culinarias lo dejó claro: McDonald’s nunca será un aliado en la defensa del “buen comer” sino todo lo contrario.