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Me matan si no trabajo y si trabajo me matan

Infierno en el arrozal

En las zonas arroceras uruguayas uno se puede enfermar tanto si trabaja en ellas como si circula por sus alrededores.

Daniel Gatti

21 | 12 | 2023


Imagen: Allan McDonald | Rel UITA

Los casos son muchos, aunque solo unos pocos han salido a luz, producto de que muy pocas son las personas que han osado denunciarlos. Por miedo a perder el trabajo, por ejemplo, o a pagar consecuencias de otro tipo, porque los dueños de los arrozales son como señores feudales que imponen su ley en esas zonas a propios y a extraños.

El último conocido es el de Luis da Rosa, un hombre de 41 años que no trabajaba en una arrocera sino que circulaba en bicicleta por las cercanías de zonas arroceras donde se fumigaban agrotóxicos.

El caso anterior fue el de Julio de los Santos. Él sí era empleado de una arrocera, Arrozal 33, y fue como consecuencia de ello —por manipular bidones que contenían residuos de agrotóxicos, por ejemplo glifosato— que enfermó.

Tanto Julio como Luis vivían en el departamento de Treinta y Tres, región arrocera si la hay en Uruguay.

La evolución de sus enfermedades fue muy similar: dificultades para respirar, dolores en pecho y espalda, náuseas, vómitos, desmayos. Y el desenlace también: para sobrevivir, ambos dependen de un respirador, están postrados y por supuesto incapacitados para trabajar y dependen más de la solidaridad que de un Estado que, de una manera u otra, les ha dado la espalda.

A pedal

A Da Rosa le diagnosticaron hace cuatro años fibrosis pulmonar progresiva y neumonitis por hipersensibilidad, le dijo esta semana al matutino La Diaria. Los médicos que lo tratan le han dado poco tiempo de vida si no recibe un trasplante pulmonar.

Contó que solía recorrer largos trechos diarios en bicicleta entre un pueblo y otro de Treinta y Tres, desde la ciudad de Vergara, donde reside, hasta Rincón, a 15 kilómetros de distancia, y de ahí a Tacuarí, otros 15 kilómetros.

“No tenía problemas para andar. En el recorrido podía ver que a ambos lados de la ruta había cultivos de arroz y era normal ver los aviones o los mosquitos haciendo su trabajo. Poco a poco empecé a aguantar distancias más cortas en bicicleta. Ya no iba tan lejos, me costaba ir y volver del trabajo. No era deportista, pero sí un aficionado de la bicicleta y no podía creer lo que me estaba pasando”, dijo.

Para poder ser trasplantado, le exigen que se vaya del pueblo, que tiene un pésimo sistema de salud y está rodeado de arroceras. Pero el Estado no le brinda una solución habitacional en otro lugar y él no dispone de dinero suficiente para alquilar una vivienda.

Haciendo la vista gorda

En Vergara se han multiplicado recientemente los casos de cáncer, alergias y enfermedades respiratorias. No ha habido sin embargo investigación oficial alguna para determinar su origen, a pesar de que existen estudios universitarios y médicos que las relacionan con el contacto con los agrotóxicos.

Fue lo que sucedió con De los Santos. Estudios de expertos independientes de varias disciplinas establecieron vínculo directo entre sus padecimientos y su trabajo en Arrozal 33, que por supuesto lo negaba y le negaba a él cualquier asistencia.

Julio fue a la justicia, que en primera instancia le dio la razón (toda una novedad: se trató de la primera sentencia en Uruguay favorable a un trabajador rural por envenenamiento con agrotóxicos), pero la compañía apeló y el tribunal de segunda instancia revocó la decisión. La Suprema Corte de Justicia acabó fallando en beneficio de Arrozal 33.

Tan escandaloso fue el proceso que el abogado de Julio, Santiago Mirande, elevó el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que hace pocas semanas aceptó tratarlo.

Poderoso caballero

Por el momento, sigue esperando, haciendo junto a su esposa y madre de sus hijos, que también trabajaba en el arrozal y también fue contaminada, lo posible para sobrellevar la situación, con mucha ayuda de amigos y organizaciones sociales y muy poca del Estado.

Lo mismo que Da Rosa.

“¿Qué va a pasar con nuestros hijos, nuestros nietos, las generaciones que se vienen?”, se preguntó Mariana, pareja de Luis, en la entrevista que le realizó La diaria.

En octubre de 2022, desesperada por no encontrar respuestas, Mariana se presentó en la Casa de Gobierno y pidió para hablar con Luis Lacalle Pou. El presidente no la recibió, pero sus asesores le dijeron que se comunicarían con ella a la brevedad.

Nada pasó. La arrocera es una industria muy poderosa, y con este gobierno, en particular, tiene excelentes vínculos.