Los jóvenes se hunden, faltos de perspectivas
Una suma de generaciones perdidas

Son cada vez más las generaciones sucesivas de jóvenes paraguayos que sin haber logrado un lugar en la vida han entrado en un pozo del que no pueden salir.
Algunos de ellos pertenecen a los pueblos indígenas, que privados de sus tierras ancestrales desaparecen en una oscuridad de la que poco o nada sabemos.
Muchos otros son hijos de campesinos, y seguirán viviendo colgados de una economía familiar de subsistencia hasta que los fumigadores los expulsen, con varios millones de pesos en la mano que no les durarán ni siquiera dos años. Luego, sus destinos serán los bañados o los asentamientos.
Y un número cada vez más grande vive en las ciudades. Los ricos no tendrán problemas mientras sus padres vivan. Los de la clase media verán despavoridos que en sus casas las cosas empeoran.
Los pobres irán hacia más miseria y de allí en adelante se perderán: en la cárcel de Tacumbú son la población predominante.
Si cada paraguayo o paraguaya es como un motor que trabajando da luz y fuerza, estos jóvenes ciudadanos, que tal vez representen un millón o más de personas, son como motores apagados y estropeados.
No extraña entonces que el riquísimo Paraguay esté a la altura económica del pobrísimo Haití.
¿Cuál es la solución?
Una abrupta: huir al extranjero para enriquecer a otros países que les darán ocasión de trabajo. Es una escapatoria que se paga caro, pero los hijos de estos emigrantes es probable que vivan bien.
Otra falsa -y frecuente- solución: afiliarse a uno de los dos partidos en un triste papel subordinado. Vivirá robando al común de la gente y ese partido seguirá en el poder.
El actual presidente prefiere a los que ya mucho tienen. Él es uno de ellos, y no conozco que aplique ninguna política pública para ocuparse de esa suma de generaciones perdidas.