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Un pobre desempeño en materia de trabajo

La desproporcionada derrota del Frente Farabundo Martí por la Liberación Nacional (FMLN) en las elecciones salvadoreñas de principios de este año se explica en parte por su muy deficitaria gestión en materia laboral y el incumplimiento de sus promesas de promoción de la clase trabajadora.

Incertidumbre, es la principal sensación que el cambio de gobierno programado para el 1 de junio, genera en la población salvadoreña.

Lejos quedó la dualidad de una derecha representada por ARENA y una izquierda por el FMLN, heredada de la guerra y característica de la post guerra.

Ahora se gestan nuevos escenarios políticos.

Por una parte, el candidato ganador Nayib Bukele, usó el vehículo de GANA, un partido de derecha escindido de ARENA pero que apoyó a conveniencia diversas iniciativas de los gobiernos del FMLN.

Aunque no reclama públicamente su espacio en el nuevo gobierno, este partido lo tiene claramente garantizado.

Por otra parte, el candidato Nayib Bukele tiene su propio partido, Nuevas Ideas.

La imagen de ARENA y el FMLN fue claramente demolida como alternativas viables y de aprecio popular.

En los resultados del 3 de febrero, fue el FMLN el que resultó claramente más dañado, al ser salpicado por casos de corrupción y nepotismo, la ineficiencia del aparato estatal, alineación a la agenda estadounidense y corporativo y por haber olvidado compromisos clave prometidos antes de llegar al poder.

De ARENA era de esperarse todos esos males, ¿pero del FMLN?

La brevedad del ser

El primer gobierno del Frente tuvo un breve período de brillo entre los años 2009 al 2011, cuando Victoria de Avilés, como ministra de Trabajo, en apenas 24 meses demostró todo lo que se puede hacer con voluntad política y compromiso con los trabajadores y trabajadoras desde una cartera como la de Trabajo, lo cual fue reconocido en su momento por la Rel UITA.

Pero ese compromiso le costó su puesto.

Las siguientes gestiones se caracterizaron por una actitud endeble desde el Ministerio de Trabajo, que estuvieron muy lejos de promover cambios estructurales y la mayor organización de la clase trabajadora.

Al contrario, los gobiernos del Frente intentaron más bien violentar la libertad sindical, al premiar a las organizaciones alineadas al partido y castigar a las que consideraban sus detractoras.

El Departamento de Organizaciones Sociales, encargado de los registros sindicales, se enfocó en complicarle la existencia a todas aquellas organizaciones sindicales del sector público no afines al gobierno central, y trató de convertir el tema del salario mínimo en un instrumento de clientelismo, y no de lucha de clases.

Para compensar su pobre desempeño, el Ministerio de Trabajo invirtió grandes cantidades de recursos en propaganda para realizar ferias de empleo, que básicamente ayudaron a las grandes empresas privadas en la rotación de su personal.

Lejos de las promesas

El ministerio trató afanosamente de mostrar como un logro propio, la contratación de jóvenes por las empresas privadas, muchos de los cuales solo se enfrentaron a mayores niveles de explotación en call centers, maquilas u otras compañías de escaso valor agregado y remuneración.

El gobierno del FMLN se comprometió a grandes reformas en materia laboral, pero ninguna de ellas fue cumplida.

Y ninguno de los pocos y tibios cambios que realizó es sostenible ahora que deja el gobierno con actitud cabizbaja.

No hay garantías de que las cosas mejorarán o cambiarán con el nuevo presidente, quien ni siquiera ha tenido coherencia en sus propuestas en esta materia.

No hay duda que las pobres gestiones en el Ministerio de Trabajo entre 2011 y 2019 fueron determinantes para la desproporcionada derrota del FMLN en las elecciones del 3 de febrero.

Las organizaciones sindicales que tienen una visión y compromiso de clase están obligadas a valerse cada vez más de sus propias fuerzas y recursos y de sus alianzas con los movimientos sociales y globalmente con el movimiento sindical internacional.


En Salvador, Gilberto García