Conocí a Teodoro Petkoff prácticamente a mediados de la década del 60.
Había sido dirigente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Economía de la Universidad Central de Venezuela cuando yo empezaba a dar los primeros pasos en la lucha juvenil y estudiantil.
Lo conocí por referencia de mi padre, Ignacio de la Cruz, que vivía en Venezuela, por la información que tenía de la lucha política en Venezuela, primero contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y luego por las luchas de la izquierda contra el gobierno de Rómulo Betancourt, donde también se desarrollaron guerrillas.
Teodoro era militante comunista desde su juventud, y llegó a alcanzar puestos de la dirección nacional, de su Comité Político. Era zuliano como mi padre, pero murió en Caracas.
Durante la década del 50 participó en las luchas contra la dictadura de Pérez Jiménez. Participó de los movimientos guerrilleros que empezaron a surgir en Venezuela, siendo Comisario Político de la Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, en el Comando de Douglas Bravo, especialmente en el período de lucha contra el gobierno de Betancourt. Combatió en las montañas de Falcón, Portuguesa y Trujillo.
Sus dos hermanos, Luben y Mirko, todos ellos de origen judío, fueron también comandantes guerrilleros.
Estuvo preso varias veces y se escapó del Hospital Militar, en 1964, y del Cuartel San Carlos, en 1967, en esta fuga junto con Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce. En 1969, estando preso, lo liberó el presidente Rafael Caldera como parte la política que impulsó de pacificación.
La guerrilla venezolana se desarrolló al calor y al influjo del triunfo de la Revolución Cubana, como sucedió en otros países del continente.
Con motivo de la intervención soviética en Checoslovaquia, escribió, en 1969, Checoslovaquia: el socialismo como problema, su primer libro que leí, atraído en parte también porque a mí me había tocado estar en Praga durante los primeros 20 días de ocupación, en 1968, y me interesaba su punto de vista que ya sabía que era crítico.
En 1981 criticó la represión del gobierno comunista polaco contra las luchas sindicales que allí se daban.
Después, con su segundo libro, ¿Socialismo para Venezuela?, de 1970, empecé a apreciar a la intelectualidad de izquierda venezolana, que era muy proclive al debate, a la variedad y cantidad de publicaciones, sobretodo de su inmediatismo, y del momento coyuntural cotidiano, lo que nos cuesta tanto hacer y pensar a nosotros en Costa Rica.
Ventaja yo tenía porque mi padre me suministraba libros.
El tercer libro que le leí fue Proceso a la izquierda: o de la falsa conducta revolucionaria, de 1976, y siguió la lista de libros. No todos los que escribió los leí o los pude conseguir.
De la época de Chávez, de la cual era un crítico, dejó tres libros, uno del inicio del chavismo, Hugo Chávez, tal cual, en 2000, El chavismo como problema en 2010, y El chavismo al banquillo: pasado, presente y futuro de un proyecto político, en 2011.
Anduve buscando uno, cuando fui Embajador en Caracas, que no encontré, Sólo los estúpidos no cambian de opinión, de 2006, que me era muy sugerente en el título por la época en que lo escribe.
En 1971 dejó el Partido Comunista pero no su militancia revolucionaria.
Contribuyó a fundar el Movimiento al Socialismo (MAS), al que también mi padre se vinculó en Venezuela, donde llegó a cultivar una amistad, no muy profunda con Teodoro pero sí muy fecunda con José Vicente Rangel, que fue ministro de Relaciones Exteriores y de Defensa de Chávez, uno de los principales dirigentes del MAS y su candidato presidencial, y uno de los dirigentes políticos más respetados del espectro político venezolano.
Teodoro fue diputado del Congreso Nacional, y también candidato presidencial en 1983, candidatura que también apoyó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Repitió en 1988. En esta ocasión José Ignacio Cabrujas, uno de los dramaturgos, y escritores más prolíficos e intelectuales más importantes de Venezuela, y de mucho prestigio, presentó su candidatura.
En 1992 se postuló a la alcaldía de Caracas y perdió contra Aristóbulo Izturiz, ayer importante dirigente del chavismo y hoy del cabello-madurismo.
Para las elecciones de 1993, pasado el Caracazo, el intento de golpe de Estado de Chávez y la destitución de Carlos Andrés Pérez, apoyó a Caldera a la presidencia, quien ya había roto con los socialcristianos y había fundado el partido Convergencia, que el Movimiento al Socialismo también apoyó.
Cuando Rafael Caldera ganó en 1996 incorporó a Petkoff a su gabinete ministerial hasta 1999, en el campo de la Planificación.
En 2006, a los 74 años, volvió a lanzar su candidatura presidencial, declinándola a favor de Manuel Rosales, ya enfrentado a Hugo Chávez.
De Chávez fue adversario desde 1988. Cuando el Movimiento al Socialismo apoyó al comandante, él se retiró de su militancia, advirtiendo: “no crean que serán ustedes quienes gobernarán, están llevando a los militares al poder”.
Teodoro Petkoff fue político, guerrillero, economista, y periodista. En este campo trabajó en el periódico vespertino El Mundo, siendo su director, y finalmente fundó el periódico Tal Cual, que ha sido una de las banderas críticas del chavismo y del cabello-madurismo.
Como Director de Tal Cual, tres veces me lo encontré, siendo yo embajador en Caracas, una vez frente al Palacio Nacional, donde me le presenté, le hice ver el conocimiento que de él tenía, le manifesté que mi padre me había puesto en contacto con sus libros.
Me dijo que conocía a Ignacio, pero que no había sido muy cercano a él, aunque le reconocía muchos méritos, que después en vida también le fueron dados, incluso con un Premio Nacional de Periodismo que lleva su nombre.
Las otras dos veces me lo encontré en un quisco de venta de periódicos y revistas, que quedaba cercano a la embajada, en Chacao.
Me reconoció y se sorprendió de que mi primera pregunta en el quisco fue si tenían Tal Cual, a lo cual le respondí que era una lectura obligatoria y necesaria en la Venezuela de ese momento.
De nuevo en el quiosco nos volvimos a ver. Hablábamos de la situación venezolana brevemente, pero de manera enriquecedora.
Se sorprendió de observaciones que le hacía yo a la izquierda venezolana y al propio gobierno de Chávez, de cosas que no me gustaban, siendo yo el embajador de Costa Rica.
Pero en una conversación totalmente privada con él, aunque fuera informal en media calle, en una esquina de Caracas, al lado de un quiosco de venta de periódico, y sin una taza de café, porque los venezolanos y los periodistas son tomadores de café, por lo menos los que yo conocí y traté.
Confieso que sabía que Teodoro tenía fama de mal encarado, y casi un ogro, porque así me lo pintaron algunos cuando pregunté por él antes de encontrármelo, pero conmigo, las pocas veces que nos vimos, siempre fue amable, cordial, respetuoso y en cierta manera, afectuoso, hasta se rió por algún comentario que le hice sobre la situación de Venezuela.
Las veces que vi a Teodoro fue en compañía de mi hermano Alberto, que era periodista profesional, que había sido director de la página de Información política y legislativa del diario El Nacional, y también había trabajado en El Universal, que sí conocía a Teodoro y lo había tratado.
Alberto se había venido de Maracaibo a Caracas cuando fui embajador, vivió conmigo en el apartamento que yo tenía, y me ayudaba en la embajada, en recogerme información política, y en ayudarme en el análisis de la situación, que era importante para mi labor diplomática.
Alberto tenía muy buenas relaciones personales con muchos políticos y personas vinculadas a los medios de comunicación y de la Asamblea Nacional, y él si había tratado a Teodoro en el campo profesional.
Supe después que cuando murió mi padre, el 28 de enero de 2001, le propusieron a Teodoro que se publicara una nota en Tal Cual, a lo que él solicitó que se la redactara alguien que hubiera conocido mejor a Ignacio, pero no se la escribieron.
En 2012 Teodoro fue galardonado con el Premio María Moors Cabot, que da la Universidad de Columbia, considerado el premio de periodismo más antiguo y de gran reconocimiento internacional.
En 2015 fue, de nuevo, galardonado con el Premio Ortega y Gasset, que da El País de España, en mérito a su trayectoria profesional, en reconocimiento a su pluma periodística y porque se había convertido en un símbolo muy importante de la resistencia democrática en Venezuela al régimen y al gobierno que cada día se presentaba más autoritario, absolutista y dictatorial.
Durante los primeros años del chavismo se desarrolló, por Hans Dietrich, el concepto de Socialismo de siglo XXI, que apadrinó rápidamente el presidente Chávez y cobijó la nueva izquierda y los nuevos gobiernos reformistas sudamericanos, con proyección especialmente latinoamericana.
Petkoff , en este debate que ya iniciaba, en 2005, escribió su libro Las dos izquierdas, considerando a la vez que hay muchos matices de izquierda, donde analiza los modelos de Lula da Silva, en Brasil, de Tabaré Vázquez, en Uruguay y, de Ricardo Lagos, en Chile, confrontados con los gobiernos de Chávez, en Venezuela y, de Fidel Castro, en Cuba.
Dietrich rompió con Chávez entre finales de 2007 e inicios de 2008, y pasó a ser un crítico de la forma como se estaba desarrollando ese Socialismo del siglo XXI en Venezuela.
Para Dietrich el gobierno de Nicolás Maduro es una dictadura que se acerca a la dictadura militar, de carácter socialdemócrata, llegando a afirmar que en Venezuela no había nada de socialismo en el sentido histórico.
En el gobierno de Hugo Chávez de nuevo Teodoro Petkoff fue sometido a la justicia, no a la cárcel, pero sí a un proceso judicial, en Barquisimeto, que Teodoro consideraba una nueva batalla. También lo demandó Diosdado Cabello. Las demandas judiciales le impidieron salir del país, incluso a recibir premios que en el extranjero le otorgaban.
Teodoro Petkoff Malek fue siempre un luchador en contra de las injusticias. De la guerrilla pasó a la lucha pacífica y democrática, propuso el socialismo comprometido con la democracia y la libertad.
Combatió a Chávez de frente, lo que le ocasionó acusaciones y persecuciones, llegando a acusársele de “insanía mental”, cuando era uno de los hombres intelectuales y políticos más lúcidos de Venezuela, de brillante carrera académica y respetado en sus opiniones y pensamiento.
Teodoro era un símbolo de la resistencia democrática, de la honestidad intelectual venezolana, un símbolo de coraje y de lucha, hombre de gran cultura. De hablar y escribir claro y de frente. Fue un controversial como lo es la sociedad venezolana.
Por su militancia política comunista, revolucionaria y guerrillera tuvo detractores hasta el final de sus días, aún cuando se había convertido en uno de los estandartes de la lucha democrática actual de Venezuela, pero también le ganó el respeto de quienes conocían su vida, su carrera política, sus sacrificios, su pensamiento en constante desarrollo, y sus luchas finales.
Polemista, crítico, perseverante en sus objetivos y metas, gran orador, constante en sus tareas y propósitos, actuaba siempre con confianza en sí mismo, sin intimidarse.
Su visión de la sociedad venezolana, y su vasto conocimiento de la dialéctica política de esa realidad, le permitió tempranamente llamar la atención sobre el peligro que significaba Chávez desde su inicio, en lo que el tiempo le ha confirmado su visión, en cuanto a lo que él señalaba y advertía.
Hizo de la prensa y del periodismo su última trinchera, tal vez, recordando y viviendo a Bolívar que señalaba que la imprenta y los periódicos son también buenos y necesarios pertrechos en la lucha política.
Cuando dejó la guerrilla entendió que ese no era el camino y que era más importante el estudio riguroso, el análisis de la realidad política y el periodismo combativo.
Justo uno de los últimos libros, que recoge varios artículos, entre ellos de Teodoro Petkoff, se titula Trincheras de papel: el periodismo venezolano del siglo XX en la voz de doce protagonistas, en 2008.
Su importancia en Venezuela está escrita y reconocida con el odio con que fue perseguido, en estos últimos años, por los gobiernos de Chávez y de Maduro.
Teodoro simboliza al luchador constante, al valiente, al honesto, en las buenas y en las malas.
Yace, en sus cenizas, en el Cementerio del Este de Caracas, pero sus ideas, pensamientos, y su ejemplar vida comprometida con la justicia social, con la democracia y la libertad, con la paz, la seguridad y el trabajo, que eran parte de sus grandes preocupaciones, que permanecen, en vida diaria, en la lucha del pueblo venezolano.
En 1997, cuando fue ministro le preguntaron: “¿Qué haces tú ahí? ¿Por qué tú asumes proposiciones como de privatizaciones de industrias básicas, o llamadas básicas, o asumes una política de ajuste macroeconómico? ¿Qué tiene eso que ver con la izquierda?”.
Y contestó: “Pues mucho más de lo que se piensa. Un marxista, hoy en Venezuela, tendría que estar asumiendo esto. Por supuesto, tú vas a encontrar casi todos los restos nostálgicos del marxismo en Venezuela, que nunca entendieron nada y que ahora tampoco entienden nada”.
“Que no pueden comprender una proposición marxista, de Marx, de Carlos Marx, clave. Y es que las sociedades comienzan a cambiar cuando el desarrollo de sus fuerzas productivas choca con las relaciones de producción”.
“Ahí es cuando se producen los instantes de cambio social. Cuando el desarrollo de las fuerzas productivas rompe un determinado modelo de relaciones de producción por relaciones de propiedad.
A nosotros nos pasó en Venezuela que el capitalismo de Estado creó un tipo de relaciones de producción, de relaciones de propiedad, que asfixiaron el desarrollo de las fuerzas productivas”.
“Además, un Estado interviene pesadamente en la vida económica, y creó un tipo de relaciones de producción y de propiedad que asfixiaron el desarrollo de las fuerzas productivas en el país”.
De 2005, de una entrevista en el periódico de Maracaibo Panorama, resumo algunos pensamientos suyos, con gran actualidad más allá de Venezuela.
El “fenómeno” político chavista lo vio “como resultado de la oportunidad, del culto a la épica nacional y de la necesidad de un nuevo caudillo”, que había “surgido de la confluencia del militarismo nacionalista con distintas corrientes del naufragio marxista-leninista y de la izquierda grupuscular”.
Un fenómeno “que conforma un movimiento y un gobierno esencialmente personalista, con fuertes rasgos de militarismo, mesianismo, caudillismo y autoritarismo, plasmado en un discurso con claras resonancias del fidelismo ‘sesentoso’, que encuentra eco en vastas capas de la empobrecida masa popular venezolana”.
Ideológicamente, decía Petkoff, el chavismo “se apoya en una utilización instrumental del potente mito bolivariano, suerte de religión laica venezolana, de difícil comprensión en otros países del continente, donde la huella del procerato libertador no posee, ni de lejos, la profundidad que tiene en el alma venezolana”.
“El recuerdo de Bolívar, paradójicamente, ha sido cultivado desde hace bastante más de un siglo sobre todo por nuestros hombres fuertes, como un modo de legitimar sus desmanes con el aval de ultratumba del libertador, pero, por los retorcidos senderos de las frustraciones colectivas, entró hondamente en la psicología popular venezolana”.
“Otros también lo han utilizado como herramienta política, pero ninguno con la fuerza y la eficacia de Chávez”.
Abogaba Teodoro por que haya sentido común, incluyendo a los grupos opositores, porque a Venezuela no le convenía un desbalance en los órganos representativos que no correspondan con la correlación real de fuerzas en la población.
“Un desbalance muy acentuado -sostenía- es catastrófico y esa es una responsabilidad muy grande que tienen que tomar en cuenta los partidos. Un país donde no se exprese la democracia podría estar agonizando”.
“Y allí incluyo al gobierno porque no puede tener una fuerza institucional que no corresponda a la realidad política del país. Y es muy peligroso que el gobierno confunda las instituciones con el país”.
Para Teodoro Petkoff el gobierno lucía muy fuerte más por la debilidad de quienes lo adversan que por su propia fortaleza, con muchas fragilidades en lo económico y en lo político.
Señaló con claridad que “al gobierno de Chávez, o a uno que eventualmente lo suceda, le van a comenzar a estallar las burbujas macroeconómicas y se va a ver en la necesidad de un ajuste que, cuanto más se demore, más fuerte tendrá que ser”.
Para Petkoff, la economía venezolana no crece.
“La economía endógena, afirmaba, tiene su principal enemigo en la política de importación, entonces no hay agricultura que pueda resistir un volumen de importaciones como el que tiene Venezuela”.
“Tenemos una política contradictoria porque se habla de desarrollo endógeno, pero acompañada de una ruptura de todos los diques en materia de importación. De manera que lo que existe es una economía basada en una gigantesca expansión del consumo gracias al gasto público, pero crecimiento económico real no se está produciendo en ninguna parte”.
En 2005, para Teodoro “el fracaso de las proposiciones dictatoriales de derecha, las desarrollistas de centro izquierda y las neoliberales. Dejaron un legado de empobrecimiento y de destrucción institucional que ha hecho que la gente voltee a la izquierda”.
El día de su sepelio se reunieron los más importantes líderes políticos del actual movimiento democrático venezolano.
Su muerte trasciende, en su impacto, a Venezuela, enluta al pensamiento crítico latinoamericano, a la izquierda democrática, al periodismo crítico y opositor, y a los luchadores por la justicia social.
*Artículo publicado en la columna “Pizarrón”, del periódico La República, en su edición digital, larepublica.net, el miércoles 14 de noviembre del 2018. Los intertítulos son de La Rel.