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Con Aldo Dávila

Ser gay y militante en Guatemala

Trabajador social, ex coordinador de la asociación Gente Positiva y diputado electo, Aldo Dávila trabaja desde hace 25 años en la defensa de las personas LGBTI. “En Guatemala la situación de esta comunidad es muy compleja, la estigmatización es la regla”, dijo a La Rel este joven defensor que entusiasma por su fervor y tenacidad, actitudes que explican cómo en un país tan homofóbico y con una campaña que contó con tan pocos recursos logró llegar al Parlamento nacional.

Aldo es el segundo diputado gay, públicamente asumido, que logra ingresar al Congreso de la República de Guatemala. Sandra Morán fue la primera.

La sede de Gente Positiva, no muy alejada del Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala, tiene un amplio zaguán donde hay un pequeño escenario y cosas amontonadas por todos lados: un desorden provocado por el ajetreo de una organización que sabe caminar las calles y promover puntos de encuentro.

Nacer mujer en este país es una desventaja, ser mujer joven es todavía peor, mujer joven analfabeta e indígena ni te digo, y mujer joven indígena analfabeta y lesbiana es la propia chingada. Y si a todo eso le sumamos el SIDA, imagínate lo que representa”, comenzó diciendo en este reportaje.

Aldo tiene 42 años y trabaja el tema del VIH desde los 17, y considera que, paradójicamente, la pandemia ayudó a que se hablara de la diversidad sexual.

“Lamentablemente he visto que se empieza a hablar de diversidad gracias a la pandemia del SIDA. Sin esto no se hubiera abordado el asunto. De un tiempo a esta parte se comienza a hablar más desde la óptica de los derechos humanos, lo cual muestra un avance importante”, subraya.

Actualmente hay un 11 por ciento de la población LGBT que vive con el virus del VIH. En el caso de las trabajadoras sexuales es el 17 por ciento y el 25 entre las mujeres trans.

Sin políticas públicas

En 2012, Gente Positiva presentó ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) una denuncia contra el Estado de Guatemala por estigmatización y discriminación.

Ocho meses después la Comisión dictó una recomendación para que se desarrollaran políticas públicas sobre diversidad sexual en Guatemala.

“Eran tiempos de Otto Pérez Molina, un gobierno recontra conservador, pero para nuestra sorpresa delegó en el COPRED (Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación) la creación de esa política”, dice Aldo.

Cuando cayó Pérez Molina también se cayó todo el proyecto y lo avanzado hasta ese momento.

“Luego, el impresentable que está hoy en la Presidencia (Jimmy Morales), ordenó al COPRED cancelar la política pública de diversidad, porque para este señor no deben existir derechos específicos que contemplen a la diversidad sexual y a la población LGBTIQ”.

Hasta hoy Guatemala carece de una policía pública en esta materia.

El 17 de abril de 2017 fue presentado el proyecto de ley 5272 de protección de la vida y la familia por 17 diputados. Entre otras cosas, el proyecto penaliza a las mujeres que sufran abortos espontáneos y no castiga la persecución y hostigamiento contra las personas LGBTIQ. “Nos pueden despedir, golpear, humillar que no pasa nada”, enfatiza Aldo.

“Al otro día, el 18 de abril, nosotros convocamos a una conferencia de prensa aquí, en Gente Positiva, y nos manifestamos en contra de esa ley.

Podemos decir que a partir de ese momento empieza una persecución tenaz hacia Gente Positiva. Sufrimos dos allanamientos. Este año entró la policía en el Día de la Marcha Gay y luego de intimidarnos, nos tiraron gas pimienta mientras el local estaba lleno.

Hemos sido perseguidos en motos, nos quebraron los vidrios del local, es decir que se trata de un acoso sistemático”, sentencia el diputado electo que asumirá el próximo 14 de enero.

Morir por ser trans

Los mensajes no dejan de llegar a su celular en “modo silencioso”. Aldo los mira con el rabillo del ojo dando la impresión de que nada se le escapa.

“Ahora estamos en un proyecto donde nos ha ido muy bien ̶ continúa ̶ , respaldado por una organización sueca, Diafonía, para defender los derechos humanos de la población LGBTIQ indígena en tres departamentos de Guatemala.

No es igual la realidad del gay en la capital que en los departamentos alejados donde hay más prejuicios y el hostigamiento es mayor.

Estamos haciendo campaña en los idiomas maternos, en radio y folletería. El éxito está siendo rotundo. En Cobán, por ejemplo, ya se realizó una primera marcha de la diversidad.

Sin embargo, en el municipio de Morales, en el departamento de Izabal, la discriminación es tal que te obligan a migrar. La primera vez se acercan muy respetuosamente y dejan el mensaje: ‘Mirá, tu estilo de vida no nos gusta, eso no va con el pueblo. Te damos 15 días para que te vayas’. Si no te vas te dan una mega penqueada y te dan otros 15 días. Si permaneces, te matan. Hace poco asesinaron a una compañera trans que se resistió a irse. Así funciona.

En Guatemala al no existir conflicto armado interno, nos hemos transformado en el enemigo interno”, sentencia Aldo.

Ser gay y sacarlo afuera

Ser sindicalista en este país es jugar con la muerte, optar públicamente por cierta orientación política, otro tanto. Asumir la orientación e identidad sexual por fuera de la cuadrícula patriarcal y machista dominante, es prácticamente una declaración de guerra a propios y ajenos, a santos y demonios, aunque a veces nos encontramos con algunas sorpresas.

“En mi caso no fue fácil, como no lo es en la mayoría de los casos. Ya he contado todo lo que estamos pasando en lo personal y en lo colectivo.

En mi familia creí que iba a ser peor. Un día asumí mi identidad, reuní a mi madre y a mis hermanos y les dije: ‘Mire mamá, me está pasando esto… no espere nuera, no espere nietos. Prefiero decírtelo yo y no que se entere en la calle’. Bueno, imagínate el llanto y todo lo demás, pero la relación con mamá era muy buena y dijo: ‘Yo te voy a apoyar’, y así lo hizo.

Creí que mi madre me iba a echar de casa, sin embargo, fue la primera en apoyarme. Ella, que trabajaba como mesera en Pollo Campero, comenzó a leer y a interiorizarse sobre la diversidad, y en el 2000 organizó junto a otras once personas el primer desfile gay, al que concurrieron apenas 40 manifestantes. Hoy trabaja en una ONG en la defensa de derechos LGBTIQ”.

El 14 de enero será un día especial en la vida de Aldo ya que asumirá como diputado. Batallando por sus derechos aprendió que la lucha debe ser colectiva, junto con los otros que salieron del closet y los que aún se mantienen dentro, en una prisión sin barrotes, pero de anchos muros construidos por el miedo.

“No creas que no tengo temor de que un día de estos, al salir a la calle, me pase algo. Lo tengo, no lo niego, pero ahora también tengo la responsabilidad que me fue otorgada por los ciudadanos y ciudadanas de llevar la voz de los enfermos de SIDA, de la juventud, de los colectivos de mujeres, de las niñas violadas y quemadas.

Yo no soy defensor de los derechos humanos LGBTIQ, soy defensor de los derechos humanos. Por ahí va la cosa, y por ahí nos van a encontrar siempre, en cualquier ámbito”.

Aldo ensaya una pausa, difícil intento para este joven hiperactivo. Sonríe, admite que habla mucho y a gran velocidad, pero vuelve a la carga.

“Ahora voy a defender los derechos humanos desde el Parlamento.
A pesar de que en este país ser gay está mal visto, siempre tengo el reconocimiento de la gente, de la sociedad civil, por mi labor social. Esa es mi fortaleza”, sentenció.

Junto con la delegación de Stecsa nos quedamos en silencio. Nos vamos con la sensación de que hay mucho que aprender, y aún más que desaprender para poder dar una lucha cotidiana, íntima y pública contra tantos prejuicios y tanta discriminación.


En Guatemala, Gerardo Iglesias