El 1 de julio fue una jornada de movilizaciones de repartidores en las principales ciudades brasileñas (shorturl.at/ivZ19)
Miles de jóvenes con sus motos y bicicletas se concentraron y manifestaron en avenidas. El objetivo fue paralizar la entrega de comidas de tres grandes empresas del sector: Ifood, Rappi y Uber Eats.
Como parte de la jornada de protesta, pidieron a los consumidores que los apoyaran no haciendo pedidos a través de las aplicaciones.
El movimiento comenzó en Sao Paulo tres meses atrás, en el shopping Plaza Sur, donde diariamente se reúnen decenas de trabajadores a la espera de ser llamados para un delivery.
Uno de los grupos más activos, Entregadores Antifascistas (Repartidores Antifascistas) participó desde el principio en las movilizaciones contra el gobierno de Jair Bolsonaro (shorturl.at/htuxL).
Los videos de los repartidores tuvieron enorme acogida en las redes sociales.
Sus demandas giran en torno a una mayor transparencia en las formas de pago adoptadas por las plataformas, el aumento de los valores mínimos para cada entrega, más seguridad y el fin de los bloqueos y de las “exclusiones indebidas” de repartidores (https://glo.bo/38QJDPy).
Durante la pandemia comenzaron a menguar los ingresos, con una reducción de un tercio de lo que cada repartidor percibe. Algunos de los repartidores aseguran que aun trabajando doce horas todos los días, no consiguen un ingreso adecuado. La disminución de los ingresos contrasta con el aumento considerable de los pedidos durante la pandemia.
Muchos repartidores se quejan de que no comprenden la lógica del algoritmo. Rodrigo Carelli, del Ministerio de Trabajo y de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, explica que “las aplicaciones son opacas por naturaleza” y muy pocas personas pueden comprender cómo funcionan.
“El hecho que los trabajadores no entiendan cómo funcionan no es algo accidental sino intencional, está en la naturaleza de las plataformas” (https://glo.bo/38QJDPy).
La empresa Rappi admitió que “el precio del flete varía de acuerdo con el clima, el día de la semana, el horario, la zona de entrega, la distancia a recorrer y la complejidad del pedido”, según el citado reportaje.
Sin embargo, son decisiones unilaterales en las que no participan los repartidores.
La segunda tendencia que se registra es la creación de cooperativas de repartidores, en las más variadas geografías.
El movimiento Coop Cycle es la cara más visible en los países del Norte (https://www.youtube.com/watch?v=VrtnZHJ2Ha8).
Se trata, según dicen en su página web, de “una federación de cooperativas de entrega por bicicleta” que es “gobernada democráticamente por las cooperativas”.
Se apoya en la solidaridad, la reducción de costos mediante la mutualización de los servicios y “una fuerza colectiva para negociar y para defender los derechos de las repartidores” (https://coopcycle.org/es/).
Se han creado otras cooperativas locales, como La Pájara en Madrid.
Provienen de experiencias precarias en Glovo y Deliveroo y defienden “un proyecto sólido y sostenible, desarrollando oportunidades de trabajo seguro y digno” (https://lapajaraenbici.com).
Declaran fomentar “la gestión democrática para apoyar el consumo responsable y el comercio de proximidad”, se inspiran en el ecologismo y en experiencias de cooperativas previas en Alemania e Italia.
La Pájara defiende un “reparto ético y cercano”, en tanto Mensakas, en Barcelona propone un “reparto responsable” que permita un empleo digno para los repartidores (https://www.mensakas.com).
Mensakas agrega que se propone formar una red de economía social y solidaria y fomentar la colaboración con otras cooperativas en base a la ayuda mutua. Ambas se orientan hacia el comercio de proximidad, el consumo responsable y el respeto por el medio ambiente.
En América Latina también surgieron organizaciones de repartidores, algunas vinculadas a los sindicatos, como el Sindicato de Motociclistas, Mensajeros y Cadetes en Córdoba (Argentina), que formó la Cooperativa Motomandados en marzo de 2019.
El profesor de Derecho Sidnei Machado, de la Universidad Federal de Paraná (Brasil), sostiene que la huelga del 1 de julio en su país fue convocada por “colectivos horizontales en comunidades dispersas”, que el movimiento cuenta con “el apoyo y el impulso organizativo de centrales sindicales y sindicatos de clase” y con la solidaridad de consumidores de los servicios de las plataformas (https://bit.ly/2CpgxdM).
Por eso cree que la huelga pasada forma parte de la lucha de los trabajadores.
El hecho de que miles de jóvenes precarios que habitualmente compiten entre sí se hayan organizado y movilizado, es para Machado una muestra de esperanza.
Los ha impulsado el hecho de que durante la pandemia estén trabajando más horas en peores condiciones, pero ganando menos.
“La crisis del Covid-19 sirvió sólo para acentuar las peores prácticas de las empresas que usan la pandemia para modificar las condiciones de trabajo”, apunta Machado.
Por otro lado, asegura que las plataformas no tienen interés en dialogar siquiera con los trabajadores, ya que “confían mucho en su capacidad de control del proceso de trabajo y en la potencialidad para evitar la resistencia colectiva de los repartidores”.
Machado puso en pie una Clínica de Repartidores pro Plataformas Digitales, en 2019, en el marco de la Clínica del Derecho al Trabajo.
En base al estudio de las empresas del sector, asegura que “las plataformas reconfiguran sustancialmente la naturaleza del trabajo”, ya que la tecnología les permite “ocultar la relación empleado-empleador por la gobernanza digital”, produciendo una aguda “desconexión entre trabajo y derechos”.
Aunque apuesta a crear una jurisprudencia en la materia, parece evidente que sin la acción colectiva nada va a cambiar.
La superexplotación del capitalismo de las grandes plataformas parece estar encontrando límites con la organización y la protesta de nuevos actores colectivos, los jóvenes de los sectores populares urbanos.