-La pandemia está pegando fuerte en todo el planeta a nivel laboral. ¿En qué situación encuentra a Costa Rica?
-Lo complicado para nosotros es que el país apenas se estaba reponiendo de una crisis económica producto del déficit fiscal. Y aparece el coronavirus, que empuja o hunde más hacia un hueco cuya profundidad ignoramos.
Las cifras de desempleo y trabajo informal eran, por ejemplo, particularmente altas: 13 y 50 por ciento de la población activa respectivamente.
Y ahora se agrega que más de 200.000 trabajadores se han visto de la noche a la mañana sin trabajo y sin posibilidad de encontrar otro.
El turismo, un componente clave de la economía nacional, está prácticamente muerto y sin perspectiva de mejoras a corto plazo, lo que afectará enormemente a los trabajadores de ese sector.
-Algunas empresas han aprovechado para despedir personal amparándose en la situación excepcional creada por el COVID-19.
-Las transnacionales siguen actuando como estaban acostumbradas, con una lógica conocida: operar con el mínimo salario en las plantaciones, poner obstáculos a la libertad sindical y buscar cualquier pretexto o rendija legal para destrabar la organización.
O si es del caso cerrar planteles para despedazar la relación laboral, tipo de contratos y desaparecer sindicatos y luego abrir otras compañías, tercerizando o subcontratando en condiciones a la baja.
Chiquita Brands lo hizo antes de la pandemia, y lo seguirá haciendo ahora. Es la típica empresa internacional cuya ética se basa en ganar en detrimento de los intereses básicos laborales.
Al igual que las otras empresas de exportación frutera, Chiquita repite las mismas malas prácticas laborales que conocimos con la vieja United Fruit Company.
Y de la misma manera que ella y en las mismas circunstancias Dole y Del Monte cerraron planteles en la provincia de Limón, ocasionando varios miles de desempleados.
Por otro lado, especialmente en el sector del turismo aparece la figura del Estado terciando en busca de legalizar la suspensión de contratos, el salvamento de deudas de las empresas y ayudas de comida a las poblaciones más vulnerables.
-Hay en estos momentos muchas reflexiones acerca de si el mundo “post pandemia” cambiará en algo desde el punto de vista de las orientaciones políticas, económicas, sociales dominantes.
-Sí, esta es una coyuntura de grandes dudas sobre qué nos espera mañana. El futuro es incierto para todos y todas. Nadie se siente seguro ni confiado, y el virus está ahí, como enemigo de la salud pública y amenaza a todos por igual.
Pero más allá de lo estrictamente científico el virus desencadena reflexiones de tipo filosófica que colocan el futuro en línea directa a lo que está ocurriendo.
No creo que después de la pandemia volvamos a lo mismo. Han salido a flote lecciones existenciales que revalorizan el papel del Estado y un cuestionamiento al modelo de desarrollo que destruye el planeta en aras del lucro.
Venecia vio cómo el freno ocasionado por la pandemia devolvía la transparencia a sus aguas y Shanghai pudo respirar aire limpio, las autopistas vuelven a ser transitables y el ser humano descubre que los otros son tan importantes como el.
En síntesis, vivimos un experimento social de consecuencias políticas, económicas y sociales impredecibles.
Otro mundo será posible. Dependerá de nosotros hacerlo mejor.