La terrible muerte de Simón Santana, dejó al desnudo las políticas de las empresas trasnacionales en los países en vías de desarrollo, donde se instalan en busca de mano de obra barata e incumplen las mínimas obligaciones de seguridad laboral, según denunció la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA).
La responsabilidad de “Bimbo” se evidenció en una causa ante el Juzgado Letrado de 1º Instancia en lo Laboral de 5º turno, a cargo de la jueza María Rosa Silva Rienzo, ante quien se habían presentado múltiples pruebas recabadas por la policía y la Inspección General del Ministerio de Trabajo. Bimbo cedió en la primera audiencia conciliatoria.
El joven estaba realizando sus labores sin supervisión alguna, cuando fue atrapado por los engranajes de la maquina, que no tenían placas de protección, y permaneció apretado durante más de quince minutos antes de que intentaran darle un tardío auxilio. La empresa había reducido personal y la tarea de Simón había sido recargada.
Simón había nacido el 24 de noviembre de 1982, hijo de un matrimonio de artistas, titiriteros callejeros, que actuaban solidariamente en cooperativas, sindicatos y otras movilizaciones en aquellos días de agitación social con la caída de una dictadura militar que se había instalado en Uruguay desde 1973.
Era un joven inquieto que a los 15 años ya había realizado cursos de capacitación en el arreglo y armado de computadores, especialidad que perfeccionó en Curitiba, Brasil, donde se radicó con su madre por un tiempo. Regresaron a Uruguay en 2007, pero Simón solo pudo conseguir trabajo en empresas de limpieza.
En la filial uruguaya de la empresa Bimbo no había un sindicato organizado y los problemas laborales se repetían: excesiva rotación de personal por los sueldos bajos, reducción de empleados que provocaba una recarga de la tarea en los que quedaban, incumplimiento de normas de seguridad laboral y la imposición del miedo…
Los partes realizados por funcionarios de la Seccional 8º de la Policía de Montevideo, indicaron que la limpieza de la máquina enfriadora se realizaba con el equipo encendido. La investigación del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social definió que la muerte obedeció a razones técnicas (imprevisión) y humanas (sobrecarga de tareas).
La noticia de la muerte sólo se difundió en un canal de televisión. La misma noche del accidente la empresa ordenó poner los resguardos, protecciones y señalizaciones que la mortal máquina no tenía. A la mañana siguiente los camiones de Bimbo habían vuelto al reparto de sus productos panificados.
Dieciséis meses después, Bimbo admitió su responsabilidad y terminó por pagar los 160 mil dólares, una cifra que nunca antes se había obtenido en un juicio de estas características en Uruguay, pero que la trasnacional mexicana ya había pagado en multas por accidentes de trabajo en sus plantas de California, Estados Unidos.
La empresa –que se instaló en Uruguay en 2006 y fue comprando a sus competidores hasta constituirse hoy en casi un monopolio de la panificación en el país- aún debe responder ante la Justicia Penal, donde se instruye un presumario que ya derivó a la vista fiscal y puede adjudicar otras responsabilidades por la muerte de Simón.
“Independientemente del resultado del juicio laboral, donde la administración de justicia cumplió su cometido, el Estado y la clase trabajadora deben controlar y exigir de los empleadores el estricto cumplimiento de las medidas de seguridad e higiene que correspondan para disminuir al máximo las posibilidades de que ocurran accidentes de trabajo perfectamente evitables como en este caso”, dijo el abogado Rodríguez Turrina.