Voy a saludar la presencia y la solidaridad de la UITA. Esa solidaridad, como otras que hemos recibido, ha evitado que haya más asesinatos y más atentados contra las libertades, pero la presencia casi permanente de nuestra Internacional, se destaca de otras manifestaciones de apoyo.
El sindicalismo está mal visto en mi país, un problema que tenemos todos nuestros pueblos. En Honduras, como efecto de las medidas recomendadas por el Fondo Monetario Internacional para reducir la masa salarial, como lo llaman ellos en términos tan bonitos, hemos tenido en los últimos cinco años más de 25.000 trabajadores despedidos.
¿Y a quién culpan de estos despidos? A los sindicatos, a los dirigentes sindicales, que serían corruptos o vendidos. En las universidades se habla mal del sindicalismo, se dice que debe desaparecer, que está afectando el desarrollo del país y la inversión.
¿Qué es lo que pasa en el fondo? Que no hemos sabido defender la lucha en base a conciencia de clase.
Se dice que nosotros somos culpables de algo que es culpable el sistema, el modelo, y nosotros cargamos con todo eso, sólo por no atacar a fondo el sistema, por no volver a la lucha de clases, por no atacar a fondo a un sistema que nos está tirando a matar.
El modelo anterior, el del Estado del bienestar, permitía a los sindicatos, permitía reforma agraria, permitía la intervención del Estado en la economía, permitía otras acciones en favor de los derechos de los pueblos. Este modelo no, y no podemos estar tirándole flores.
Como decía Gerardo (Iglesias), tenemos que buscar nuevos caminos, fortaleciendo la conciencia de clase, porque de lo contrario va a seguir pasando lo que está pasando.
El golpe de Estado en Honduras de 2009 fue un laboratorio para experimentar golpes de Estado en otros países latinoamericanos, en algunos con éxito (Paraguay y Brasil) y en otros no (Ecuador y Bolivia).
Desde el golpe de 2009, en Honduras la correlación de fuerzas entre el capital y el trabajo se ha fortalecido en favor del gran capital. Así nos parece que tenemos que medir los procesos en nuestros países: quiénes se ven fortalecidos y quiénes no.
Las clases dominantes dicen que no predican el odio de clases, que somos nosotros los que lo predicamos. Tal vez no lo prediquen, pero sí lo practican, con las medidas en contra de los sindicatos, de los indígenas, de los negros, de los derechos humanos, de la libertad de expresión.
En Honduras han cerrado un canal de televisión porque denunció que el partido que está en el gobierno constituyó una serie de empresas fantasma para robarle 300 millones de dólares al Instituto Hondureño de Seguridad Social; justificar la quiebra de ese organismo y privatizarlo, como a toda la salud pública.
Se nos dice que a las inversiones extranjeras hay que apoyarlas porque generan empleo pero no se dice que ese empleo les genera a los capitalistas una enorme cantidad de riquezas de la cual se apropian y produce más salida de capitales.
Como producto del libre comercio que ha acabado con nuestra mediana y pequeña producción han seguido los procesos de desocupación: más de un millón de hondureños han perdido su empleo, y en su mayoría están en situación de migración. Otros ocupan calles como vendedores ambulantes, y otros se han sumado a la delincuencia y el narcotráfico.
Entre esos migrantes, el año pasado y este han encontrado a 300 niños.
Y aparecieron los presidentes de Guatemala, Honduras y El Salvador en Washington para ver cómo resolvían ese problema y lo que resolvieron fue que les iban a dar unos cuantos millones para que pagaran la exportación de mano de obra hacia Estados Unidos.
Lo que sostiene en buena medida la economía nacional son las remesas que envían los migrantes.
Una de las causas del golpe del 2009 fue ratificar a Honduras como el gendarme del imperio gringo en la región centroamericana y profundizar el modelo neoliberal.
Pero la profundización del modelo genera resistencias, y el imperio no ha vacilado ante esto en fortalecer la presencia del Comando Sur y la liberalización del país “para combatir el narcotráfico”, lo que aprovecha el presidente Juan Orlando Hernández para controlar todos los resortes del poder y buscar la reelección.
En medio de este proceso nos asesinaron a la compañera, Berta Cáceres, que luchó permanentemente contra el capitalismo, el racismo, el patriarcado, el extractivismo minero y los monocultivos de agroexportación. Su asesinato está quedando, como muchos otros, en la impunidad.
Se ha dado el extraño fenómeno de que el expediente de su caso le fue robado a una magistrada que se lo llevaba para estudiarlo. Se perdió, y el presidente de la SCJ dijo que era intrascendente.
El presidente del Movimiento Unificado Campesino del Aguán, José Ángel Flores, que tenía protección de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, fue asesinado el 18 de octubre junto a su acompañante, Leonel George.
Con ellos dos ya son 120 los campesinos del MUCA asesinados desde el golpe de Estado.
Somos también en Honduras el laboratorio de las “ciudades modelo”: dividen el territorio en cinco pedazos, y entregan cada uno de ellos a una transnacional, que gobernará con sus propias leyes, no con las del país. Ya las están extendiendo a Guatemala y El Salvador, no les extrañe que las extiendan a América del Sur.
Otra pincelada de Honduras: en estas semanas, unos compañeros y compañeras que trabajaban en las plantaciones de melones en el sur de Honduras, propiedad de la transnacional frutera irlandesa Fyffes, fueron despedidos cuando se organizaron sindicalmente. ¿Qué dijo el ministro de Trabajo? Que los trabajadores por temporada no tienen derecho a sindicalizarse.
¡Así está mi país!