De las 650 mujeres afiliadas al Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar de la Región Lima (Sinttrahol) menos del 1 por ciento, es decir siete, tienen contrato, y gozan, por ende, de beneficios sociales como acceso a la salud pública, vacaciones pagas y jubilación.
La Ley de Trabajadores del Hogar, vigente desde mediados de la década pasada, les da cierta protección, pero no toda la que recomienda el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Según un documento difundido a fines del año pasado en ocasión del Encuentro Internacional de Trabajadores del Hogar, celebrado en Lima, menos del 50 por ciento de las personas, fundamentalmente mujeres, que ejercen el trabajo doméstico cuentan con un servicio de salud, y menos del 12 aportan para jubilarse.
“No hay voluntad política de parte del gobierno para ratificar el convenio 189 de la OIT y en consecuencia mejorar nuestra situación”, dijo entonces Leddy Mozombite, secretaria general de la Federación Nacional de Trabajadoras del Hogar del Perú (Fenttrahop), que agrupa desde 2011 a 14 sindicatos del sector.
La ley nacional, además, es discriminatoria, porque no otorga a las domésticas y domésticos los mismos derechos de que gozan otras categorías de trabajadores, dijo recientemente a La Rel, Ivonne Macassi, coordinadora del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán.
“Reconoce a las trabajadoras domésticas la mitad de días de descanso que al resto de los trabajadores, la mitad de las gratificaciones y no contempla para ellas un sueldo mínimo”, subrayó.
Los salarios de las domésticas son muy inferiores al promedio: en el interior del país una empleada del hogar recibe unos 350 soles (108 dólares), cuando el mínimo nacional es de 850 (262 dólares aproximadamente).
“Para peor se nos desprecia, lo que aumenta la situación de marginación y discriminación que sufrimos, y muchas de las trabajadoras padecen acoso sexual”, denunció Mozombite.
Carmen Almeida, dirigente del Sinttrahol, declaró a La Rel que la mayor parte de las trabajadoras del hogar peruanas son jóvenes, provenientes del interior del país y en gran proporción indígenas.
“Hay bastante gente que viene de la Amazonía y es muy fácil contratarlas en Lima porque son las que más desconocen sus derechos y, por lo tanto, las más explotadas.
Vienen de muy lejos a una gran ciudad, totalmente desprotegidas y dispuestas, por la situación de pobreza y vulnerabilidad, a soportar cualquier desplante y condiciones de trabajo”, observó Almeida.
El Centro Flora Tristán, los sindicatos del sector y la Rel-UITA han establecido una coordinación en pos de varios objetivos.
“Estamos luchando por la ratificación del Convenio 189 de la OIT y los domingos venimos trabajando con las compañeras una estrategia para que el Congreso de la República apruebe un proyecto que modifica la ley del trabajo doméstico”, dijo Macassi.