Panamá | DDHH | MEMORIA

A 12 años de la represión en Changuinola
Con Catalina Guerra de Smith

La violencia continúa

La Rel UITA realizó varias misiones de solidaridad a la región bananera de Changuinola, en la provincia de Bocas del Toro. Luego de la matanza del 8 de julio de 2010, cuando los militares abrieron fuego sobre todo lo que se movía asesinando a cinco personas y dejando otras 700 heridas, el presidente Ricardo Martinelli entregó becas de estudios de 20 dólares y algunas casas a las viudas de los trabajadores muertos. Un día después (2 de setiembre 2010), entrevistamos a Catalina, cuyo esposo fue ultimado cuando manifestaba contra la Ley 30 aquel 8 de julio que nadie debe olvidar. A continuación, reproducimos aquella charla.

Gerardo Iglesias

13 | 07 | 2022


Foto: Gerardo Iglesias

-¿Cuántos hijos tienes?
-Nueve hijos…

-¿Cómo te sientes?
-Estoy contenta con esa casa que me dieron. Tengo una casa mejor, pero lo más valioso que tenía me lo quitaron. Mi esposo quería la derogación de la Ley 30. Cuando se derogue esa ley me sentiré un poco mejor. Y si la ley sigue ahí y los trabajadores se manifiestan de nuevo, yo iré con ellos.

-Tu marido no estaba de acuerdo con esa ley…
-Decía que era perjudicial para los trabajadores, que era mala para ellos. Él quería que se derogara y el presidente le dio la espalda.

-¿Qué edad tenía Antonio?
-Tenía 37 años. Él era activista del presidente, pedía votos para él. Muchas veces llegaba a la casa con hambre luego de andar todo el día por ahí, y yo no tenía otra cosa que darle que banano con coco.

Mi marido decía que con Martinelli se iba a vivir mejor. Pero no fue así. El creía en el presidente, que iba a haber un cambio, pero no esa ley…

-¿Cuántos años de casados?
-Llevábamos 20 años…

-¿Él siempre estuvo en el Sindicato?
-Sí. Era lo que más le gustaba, y defendía los derechos de los trabajadores.

-El presidente estuvo aquí y le pediste que derogara la Ley…
-Claro, le dije que derogara la ley.

-¿Qué te respondió?
-No dijo nada, bajó la cabeza y quedó así…

La casa que le dieron a Catalina y a sus nueve hijos está a orillas de la plantación bananera. Ellos son fumigados a diario desde los aviones amarillos cargados de veneno.

¡La violencia continúa!