A un año del inicio de la “nueva guerra” en Oriente Medio, las cifras no paran de crecer y son impactantes. Se calcula que Israel lanzó 75 mil toneladas de explosivos sobre el territorio palestino² que mataron a unas 42 mil personas, la mitad de ellos mujeres y niños.

Esto último, como consecuencia de los ataques que Israel ha perpetrado sobre escuelas y refugios.

Según la ONG Save the children³, de las niñas y niños asesinados, 3.100 son menores de 5 años. Si a esto sumamos las dificultades para acceder a agua potable y alimentos, las cifras se disparan.

“Israel ahora lanza bombas sobre el Líbano, expande su violencia sobre nuestros vecinos. ¿Qué quiere? Quiere nuestras vidas”, sentenció Nadya Rasheed, embajadora de Palestina en Uruguay.

La Coordinadora por Palestina, que reúne a decenas de organizaciones sociales y sindicales uruguayas, elaboró una proclama en la que sostiene que acusa a Israel de llevar adelante una “política de genocidio y apartheid contra la población nativa de Palestina para quedarse con sus tierras”.

Y ello lo hace con el respaldo de gobiernos como el de Uruguay, que no han condenado los ataques en Gaza y sí manifestado que Israel tiene “derecho a defenderse”.

En una nota publicada recientemente por el semanario Brecha en colaboración con Rel UITA, Daniel Gatti se preguntaba sobre la actitud asumida por la izquierda y el progresismo uruguayos ante estas masacres.

“Prácticamente inaudibles de tan confusos, o de tan tibios, o de tan ajenos y prescindentes, salvo excepciones. La cuestión los ha incomodado particularmente o los ha sacado de quicio, hace ya largo tiempo (…) a pesar de ser uno de los temas clave de lo que se nos vino, de lo que se nos viene”.

“Hay lazos, antiguos lazos –culturales, económicos, políticos–, que explican esa incomodidad. Y plantean preguntas, seguramente incómodas también, de cara al futuro bien próximo”, concluía.