El látigo del hambre
Un reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) alertó acerca de que 2023 fue el año más cálido desde que se llevan registros en todo el planeta, y advirtió de que hay un 85% de probabilidades de que uno de los próximos cinco años lo supere.
Carlos Amorín
14 | 6 | 2024
Aún más inquietante que este dato concreto es observar la evolución de las estimaciones climáticas: en 2015, cuando se firmó el Acuerdo de París, la probabilidad de que en al menos uno de los cinco años siguientes el calentamiento global superara los 1,5 grados era casi nula. Pero ese límite ya se ha alcanzado, lo que significa que el calentamiento avanza a una velocidad e intensidad sin precedentes. Los trabajadores y trabajadoras agrícolas están entre los más expuestos.
En México —que se aproxima a su cuarta onda de calor del año— las altas temperaturas han provocado hasta la primera semana de junio de este año 90 muertes y 1.937 casos de golpe de calor, informó la Secretaría de Salud.
En su último reporte semanal de vigilancia epidemiológica, la dependencia especificó que, tan solo en la semana del 29 de mayo al 5 de junio, se notificaron 591 casos asociados a temperaturas naturales extremas y 29 defunciones a nivel país, la mayor parte trabajadores agrícolas.
El Centro Nacional para la Salud del Trabajador Agrícola (NCFH por sus siglas en inglés) estima que en Estados Unidos hay aproximadamente 2,9 millones de trabajadores agrícolas1. Se reconoce que esta cifra es parcial, ya que entre los llamados “espaldas mojadas” hay una gran cantidad de indocumentados que se encuentran fuera de cualquier radar.
La categoría es especialmente vulnerable por la casi nula protección legal y por el temor de muchos trabajadores y trabajadoras que no reclaman sus derechos para no arriesgar sus empleos. Las jornadas extenuantes bajo temperaturas extremas ya son un problema grave para su salud, pero el cambio climático aumenta exponencialmente ese riesgo.
“En los países de Sudamérica el aumento del número de muertes relacionadas al calor se ha incrementado en 160% solamente entre los periodos de 2017-2021, y 2000-2004”, afirmó la doctora peruana Stella M. Hartinger durante la presentación del Informe de 2022 del proyecto Lancet Countdown Sudamérica sobre salud y cambio climático.
“Los efectos adversos se están acelerando y afectan de manera desproporcionada a las poblaciones vulnerables, tendencia que no hará más que continuar si no tomamos medidas inmediatas”, advirtió la directora de este proyecto realizado entre 21 instituciones y firmado por 28 investigadores que recopilaron información de 12 países (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela, y Surinam).
En los países sudamericanos donde más ha crecido el indicador de muertes por calor en comparación con el año 2000 son Ecuador (1.477%), Guyana (328%), y Chile (225%). Esto también impacta en una reducción de la productividad laboral. Trabajar en el calor se ha vuelto tan imposible que la pérdida potencial asociada a esta baja de productividad solo en 2021 fue equivalente a 22.000 millones de dólares.
Un informe reciente de la OIT estima que cerca de 2.400 millones de trabajadores, lo que representa más del 70% de la población activa mundial, podrían estar expuestos a un calor excesivo en su lugar de trabajo. “Pero, —se pregunta el informe— ¿cuál es el impacto real del estrés térmico en nuestra salud? ¿Y cómo podemos hacer que nuestros lugares de trabajo sean más seguros ante este desafío?”
Estados Unidos se prepara para un verano más caliente de lo habitual. La agencia meteorológica local asegura que los fenómenos de El Niño y La Niña se combinarán para subir las temperaturas en casi todos los estados. Se espera que el cambio climático eleve el calor en varias regiones, entre ellas Texas, que ha registrado en los últimos años más de 47 días con temperaturas por encima de las que había hace 50 años.
El pronóstico es casi una amenaza de muerte para decenas de miles de trabajadores agrícolas en el país, una fuerza silenciosa compuesta en su mayoría por inmigrantes indocumentados, quienes trabajan jornadas enteras bajo un sol cada vez más intenso.
Se define como “estrés térmico” el impacto sobre el cuerpo humano de temperaturas extremas, ya sean por exceso de calor o de frío, de origen ambiental o industrial. Es decir, que pueden provenir del clima o de la actividad de máquinas.
Tzveti Radoslavova, especialista técnica en seguridad y salud en el trabajo de la Oficina Regional de la OIT para América Latina y el Caribe, informó que “En el estrés térmico que puede sufrir un trabajador también influyen otros factores como la humedad, el esfuerzo físico que se realiza y también la ropa que se utiliza, ya que todos estos factores pueden conllevar a una subida o bajada anormal de la temperatura corporal.
Algunos de los síntomas relacionados con el estrés térmico por calor son la sensación de debilidad y agotamiento, pero se puede sentir también mareos, calambres e incluso pérdida del conocimiento.
Es posible padecer un sarpullido e irritación en la piel —agrega Radoslavova—, incluso se puede producir rabdomiólisis, que es la descomposición de los músculos dañados y la liberación de las células en la sangre. Esto puede dañar varios órganos, en particular el riñón, y puede llegar a provocar una lesión renal aguda y hasta una insuficiencia renal crónica”, subrayó.
Radoslavova explicó que “El calor excesivo también influye en las enfermedades cardiovasculares y afecta los procesos mentales. Todos sabemos cómo el calor nos influye a la capacidad que tenemos de concentrarnos, de reflexionar, por lo que los trabajadores tienen una mayor posibilidad de tropezar, caerse, golpearse. En definitiva, tienen un mayor riesgo de accidentarse dada esta merma que se sufre de la función cerebral”, finalizó.
Ilustración: Ángel Boligan
Por su parte, una investigación encabezada por científicos de la Universidad de Loughborough, Inglaterra, publicada recientemente en la revista Global Change Biolog, con el título “Reducciones globales en la capacidad de trabajo agrícola manual debido al cambio climático”, estableció que “Cualquier actividad física resulta más agobiante cuando hace mucho calor. El cuerpo humano disminuye naturalmente la velocidad de los movimientos para ralentizar la producción de calor del propio organismo (calor metabólico).
Esta respuesta fisiológica será cada vez más frecuente a medida que aumenta la temperatura global producto del cambio climático —agregó la investigación—. El resultado será una reducción en la productividad de los trabajadores agrícolas”.
El análisis estima que, para 2100, la productividad laboral podría bajar en un 40% en algunas regiones de India y Pakistán, e incluso en un 70% en regiones agrícolas de Asia, África occidental y el norte de América del Sur.
El estudio advierte que la temperatura en aumento ya está afectando a los trabajadores y su productividad, y afirma que “la mitad de los agricultores del mundo trabajan por debajo del 86 % de su capacidad en comparación con las condiciones climáticas del pasado reciente, entre 1991 y 2010”.
Los autores del informe advierten que esto puede implicar que “los agricultores necesiten más mano de obra para hacer el mismo trabajo, o bien que reduzcan el tamaño de sus cultivos”.
Según una encuesta realizada entre 2019 y 2020 por el mencionado NFCH, más del 70% de los trabajadores agrícolas de Estados Unidos nació en el extranjero, 63% en México, el 66% eran hombres y el 34% mujeres, y su edad promedio era de 41 años.
Esta enorme cantidad de mano de obra barata, super explotada y prácticamente sin leyes laborales que la protejan, es responsable de una buena parte del PIB estadounidense. En 2021 sólo la producción de las granjas representó 164.700 millones de dólares, y si a ello se le suma la industria que la procesa se llega a los 1.264 billones de dólares.
Javier Salinas es un inmigrante mexicano en Estados Unidos. Para ganarse la vida llena 32 sacos de manzanas cada día en una plantación del estado de Missouri. Su cuota diaria es de una tonelada, o unas 3.200 manzanas.
Su esposa también es inmigrante y trabajadora agrícola. Ella solía caminar 16 kilómetros por día para cosechar frutas y verduras cuando trabajaba en el campo. Cuando hace demasiado calor se sienta a la sombra a beber agua, pero se siente presionado a seguir trabajando debido al método de pago, que depende de la cantidad cosechada.
Según datos de la Administración de Salud y Seguridad Ocupacional de Estados Unidos, durante un período de seis años 121 trabajadores perdieron la vida debido a la exposición al calor ambiental severo. La quinta parte de estas muertes fueron de personas empleadas en el sector agrícola.
Los ejemplos abundan. Uno de esos casos involucró a un trabajador de Nebraska que sufrió un golpe de calor mientras se encontraba solo y murió en una granja a principios del verano de 2018. Un grupo de búsqueda encontró su cuerpo al día siguiente.
En julio de 2020, un trabajador que procesaba maíz en Indiana experimentó mareos después de trabajar durante unas cinco horas. Sus compañeros le proporcionaron sombra y líquidos antes de reanudar la tarea. El trabajador agrícola fue encontrado tirado en el suelo del autobús de la empresa unos 10 minutos después. Fue declarado muerto en el hospital debido a un paro cardíaco.
Al menos unos 344 trabajadores han muerto por exposición al calor desde 2011, de acuerdo a cifras oficiales del Departamento del Trabajo de Estados Unidos. Esta institución propuso en diciembre de 2021 un reglamento de protección a trabajadores frente al calor, pero no ha sido aprobado.
En un estudio de 2020, investigadores taiwaneses advirtieron que las enfermedades renales debidas al calor extremo podrían convertirse en “una de las primeras epidemias debidas al calentamiento global”.
Sin embargo, aún no existe una norma internacional para enfrentar este problema, a pesar de la supuesta preocupación por el cambio climático. La administración estadounidense prometió nuevas pautas en 2021 tras una ola de calor que, según dijo, era “la principal causa de muertes relacionadas con el clima en el país”.
Los últimos 12 meses —de junio 2023 a mayo 2024— han sido los más calientes desde que se empezó a llevar registros climáticos en 1880, aunque algunos especialistas “paleoclimáticos” afirman que habría que retroceder miles de años para encontrar una situación similar. En 2023, la Tierra ya estaba aproximadamente 1,36 grados Celsius más cálida en que en el promedio preindustrial de finales del siglo XIX (1850-1900). “Estamos jugando a la ruleta rusa con el planeta”, dijo el secretario general de la ONU, António Guterres, el pasado miércoles 5, coincidiendo con el Día Mundial del Medio Ambiente.
Pero en esta ruleta rusa taimada, quienes tienen el revólver en la sien son los trabajadores y trabajadoras agrícolas.
Fuentes: Meteored, El País, OIT, NASA, Winconsin Watch, France24, EFE, AFP, NCFH.