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Contaminación por microplásticos

Los océanos convertidos en basureros

La contaminación generada por los microplásticos, esas partículas imperceptibles pero tan dañinas, crece desaforadamente en el fondo de los mares y en lo alto de las montañas.

Daniel Gatti

24 | 02 | 2023


Foto: Gerardo Iglesias

En los últimos años se han producido más de 300 millones de toneladas anuales de plásticos. De continuar esta orgía de úselo y tírelo, desde la ONU se aguarda que en 2050 haya unos 12.000 millones de toneladas de basura plástica en vertederos y en el medio amiente en todo el mundo.

Investigaciones universitarias difundidas por la publicación digital Ecoportal señalan que “solo en el fondo marino la cantidad de microplásticos se ha triplicado en las últimas dos décadas”.

El fenómeno tiende a crecer, a pesar de que de tanto en tanto se lanzan alertas para dejar de consumir plásticos de un solo uso o se publican espantosas fotos de animales marinos con sus estómagos repletos de cucharitas o vasos descartables.

“El lecho marino es el lugar de descanso final de los microplásticos, que primero flotan en la superficie del mar y luego se filtran hasta el fondo, para acumularse allí en los sedimentos”, apunta Ecoportal haciéndose eco de una investigación conjunta de la Universidad Autónoma de Barcelona y el Departamento de Medio Ambiente de la Universidad de Aalborg, en Dinamarca.

El estudio, basado en el análisis de sedimentos obtenidos en el Mediterráneo, sostiene que el aumento de la contaminación va a la par del crecimiento de la producción mundial de plásticos, que entre 1995 y 2016 al menos triplicó.

Y sus efectos no son precisamente anodinos: las sustancias químicas que liberan pueden contaminar el agua que bebemos y los alimentos.

“Desde los años 1980, y especialmente en las últimas dos décadas, ha aumentado la acumulación de películas de polietileno de envases, botellas y películas para alimentos, así como poliéster de fibras sintéticas en telas de ropa”, dice Michael Grelaud, uno de los autores de la investigación.

Otro estudio, de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, señala que las mayores concentraciones de microplásticos se hallan en profundidades de entre 50 y 250 metros, donde especies como las ballenas suelen alimentarse de krill, fuertes consumidores (a su pesar) de esas partículas.

Las ballenas, los animales más grandes que habitan la tierra, recuerda Ecoportal, se tragan hasta 10 millones de pequeñas piezas de plástico por día.

En todos lados

No solo en el mar están presentes estas partículas de un tamaño inferior a cinco milímetros derivadas de materiales de uso industrial o doméstico. También están en el aire.

Un trabajo de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, encontró que “74 toneladas métricas de microplásticos descienden cada año de la atmósfera” a esa ciudad, contaminando su aire.

Como si más de 3 millones de botellas de plástico cayeran del cielo. Una pesadilla.

De acuerdo con la ONU, solo el 9 por ciento de los 9.000 millones de toneladas de plástico producidas en la historia han sido recicladas y anualmente se arrojan 8 millones de toneladas métricas de plástico, el equivalente a un camión recolector por minuto.

Ante esta dramática realidad poco se hace en la tierra para evitar que los microplásticos se hundan en el mar, trepen a las montañas y se esparzan por el aire.

Otros estudios revelan que de proseguir la tendencia alcista de producción de plásticos se aguarda que los océanos contengan una tonelada de este material por cada 3 toneladas de peces. Habrá, proporcionalmente, más plásticos que peces.

Los mares y los océanos se habrán convertido –en gran medida ya lo son– en el basurero global del capitalismo.