-¿Qué explica que, tras un año de pandemia, en el que hubo un importante aumento de la producción y la exportación de alimentos provenientes del campo, la precariedad y la pobreza hayan aumentado en el medio rural?
-Eso tiene más que ver con la estructura agraria del país y el tipo de desarrollo que se implementó en décadas anteriores a partir de los procesos de apertura externa y globalización.
México decidió incursionar en los mercados internacionales promoviendo productos de exportación, y en este caso, se vio la ventaja del mercado de las hortalizas en Estados Unidos, donde antes no se podía acceder debido a cuotas que limitaban el ingreso.
Ahora hay una gran demanda estadounidense de aguacate, un producto clasificado como uno de los 10 alimentos más sanos. Estamos pudiendo llegar más al centro y norte de ese país, sin competir con la producción de California.
Lo que preocupa en el caso del aguacate es que el crecimiento de la demanda externa ha llegado a duplicar las ganancias, y esto a duplicar la extensión de las plantaciones, pero a costa del bosque natural.
Estamos perdiendo biodiversidad y aumentando la dependencia en los insumos externos que demandan estas plantaciones.
La gran pregunta que debemos hacernos como país es cómo se definen los objetivos, las prioridades y las políticas de desarrollo. No podemos guiarnos únicamente por la búsqueda del beneficio comercial y la ganancia.
-¿Qué hay con la producción en invernaderos a ambos lados de la frontera?
–México es un gran proveedor de Estados Unidos en chiles verdes, morrones, dulces, tomates, y una importante cantidad de hortalizas.
Estas plantaciones, donde hay riego y condiciones controladas, requieren altísimas inversiones y la gran mayoría de los campesinos no pueden realizarlas, por lo que deben emplearse como jornaleros a salarios de miseria y casi sin protección social, lo que acentúa la precariedad y la pobreza rural.
Por esa razón es que los campesinos se siguen yendo a Estados Unidos, donde por el mismo trabajo en invernaderos pueden lograr que se les pague hasta 15 dólares diarios.
-¿Los productores para el mercado interno corren mejor suerte que los dedicados a productos de exportación?
-Hay campesinos que producen maíz y otros alimentos para las llamadas “centrales de abasto” (mercados de mayoreo en las ciudades) bajo un programa gubernamental que está introduciendo manejo agroecológico y beneficios para el productor.
Pero ese esquema de apoyo no transforma las estructuras, y tampoco este sector campesino tiene acceso a seguridad social.
Los hijos y descendientes de esos campesinos están dejando la agricultura por otras actividades, lo que puede generar grandes cambios en el uso del suelo en el futuro y nuevas olas y dinámicas de migración.
-¿Cuál es el principal reto de este país de cara al futuro?
-Debemos tener políticas estructuradas para el campo con el fin de generar empleo digno, con una visión más integral, con acceso a la seguridad social y salarios que permitan vivir.