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Con Margarita Flores de la Vega

Más producción agrícola, más precariedad

Economista, especialista en desarrollo económico y social con 25 años de experiencia de trabajo en Naciones Unidas, Flores de la Vega conversó con La Rel sobre la situación de penuria que viven los campesinos en un gran productor agrícola como México.
Imagen: Ángel Boligan| Carton Club

-¿Qué explica que, tras un año de pandemia, en el que hubo un importante aumento de la producción y la exportación de alimentos provenientes del campo, la precariedad y la pobreza hayan aumentado en el medio rural?
-Eso tiene más que ver con la estructura agraria del país y el tipo de desarrollo que se implementó en décadas anteriores a partir de los procesos de apertura externa y globalización.

México decidió incursionar en los mercados internacionales promoviendo productos de exportación, y en este caso, se vio la ventaja del mercado de las hortalizas en Estados Unidos, donde antes no se podía acceder debido a cuotas que limitaban el ingreso.

Ahora hay una gran demanda estadounidense de aguacate, un producto clasificado como uno de los 10 alimentos más sanos. Estamos pudiendo llegar más al centro y norte de ese país, sin competir con la producción de California.

Lo que preocupa en el caso del aguacate es que el crecimiento de la demanda externa ha llegado a duplicar las ganancias, y esto a duplicar la extensión de las plantaciones, pero a costa del bosque natural.

Estamos perdiendo biodiversidad y aumentando la dependencia en los insumos externos que demandan estas plantaciones.

Cómo y para qué

La gran pregunta que debemos hacernos como país es cómo se definen los objetivos, las prioridades y las políticas de desarrollo. No podemos guiarnos únicamente por la búsqueda del beneficio comercial y la ganancia.

-¿Qué hay con la producción en invernaderos a ambos lados de la frontera?
México es un gran proveedor de Estados Unidos en chiles verdes, morrones, dulces, tomates, y una importante cantidad de hortalizas.

Estas plantaciones, donde hay riego y condiciones controladas, requieren altísimas inversiones y la gran mayoría de los campesinos no pueden realizarlas, por lo que deben emplearse como jornaleros a salarios de miseria y casi sin protección social, lo que acentúa la precariedad y la pobreza rural.

Por esa razón es que los campesinos se siguen yendo a Estados Unidos, donde por el mismo trabajo en invernaderos pueden lograr que se les pague hasta 15 dólares diarios.

Relegados

-¿Los productores para el mercado interno corren mejor suerte que los dedicados a productos de exportación?
-Hay campesinos que producen maíz y otros alimentos para las llamadas “centrales de abasto” (mercados de mayoreo en las ciudades) bajo un programa gubernamental que está introduciendo manejo agroecológico y beneficios para el productor.

Pero ese esquema de apoyo no transforma las estructuras, y tampoco este sector campesino tiene acceso a seguridad social.

Los hijos y descendientes de esos campesinos están dejando la agricultura por otras actividades, lo que puede generar grandes cambios en el uso del suelo en el futuro y nuevas olas y dinámicas de migración.

-¿Cuál es el principal reto de este país de cara al futuro?
-Debemos tener políticas estructuradas para el campo con el fin de generar empleo digno, con una visión más integral, con acceso a la seguridad social y salarios que permitan vivir.