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SEATECH: un tiburón con piel de atún

A su regreso de Colombia, los periodistas suecos Gunnar Brulin y Malin Klingzell-Brulin, de la revista escandinava Mål & Medel, publicaron varios artículos relacionados con la realidad que viven los trabajadores y trabajadoras de SEATECH, en Cartagena. Sirel transcribe a continuación uno de esos artículos.

En el supermercado City Gross de Estocolmo compramos un atún enlatado de la marca Natuna procedente de Colombia, que cuesta diez coronas.

Bajo el latón reluciente no se aloja sólo una porción de pescado rico en proteínas, sino también una sucia historia sobre cómo una empresa transnacional, gracias a estrategias de mercadotecnia ética, pretende dar la impresión de ser justa y responsable.

Mål & Medel viajó a la ciudad portuaria de Cartagena, en Colombia, y celebró una reunión con el Sindicato de la fábrica de conservas de atún. El relato que allí nos hicieron nada tiene que ver con un patrono justo y responsable.

Violencia y amenazas ocultas tras mercadotecnia ética

Durante el otoño recibimos de la UITA una serie ininterrumpida de informes alarmantes sobre la situación de la Unión Sindical de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (USTRIAL), constituida en la fábrica colombiana de atún en conserva SEATECH.

Esos informes se referían a despidos masivos de los integrantes del Sindicato, de malos tratos al presidente de la organización sindical y del bloqueo de la entrada a la fábrica por parte de los trabajadores.

En noviembre pasado viajamos a Colombia para reunirnos con los trabajadores del recién constituido Sindicato. Al hacer la maleta, guardamos la lata de atún que hemos adquirido en el City Gross de Estocolmo, como prueba de que sus vidas, allá lejos, están vinculadas con las nuestras.

Colombia es el país más peligroso del mundo para un activista sindical. Cada año mueren asesinados cerca de 40 dirigentes sindicales. En septiembre del presente año, eran ya 37 los que habían perdido la vida. Ésa no es más que la punta del iceberg. Debajo se hallan todas las amenazas, los malos tratos, el desigual reparto de poder y riqueza. Sólo el 5 por ciento de los trabajadores está sindicalizado.

La fábrica SEATECH se encuentra en la ciudad portuaria de Cartagena, en la costa norte de Colombia. El secretario del Sindicato, Pedro Londoño, nos recibe en el aeropuerto. Han tenido lluvias torrenciales y las calles aparecen cubiertas por grandes charcos que procuramos evitar. Pedro Londoño tiene una risa contagiosa que contribuye a que nos relajemos.

«Deprisa -nos anima-. Los están esperando.»

Tras dejar las maletas en el hotel, Pedro recoge unos comunicados de prensa recién impresos en una asociación sindical de la Universidad, y luego continuamos en taxi hasta el polígono industrial El Bosque, ubicado a 20 minutos en coche, por la calle Diagonal y a lo largo del puerto. Allí se encuentra la sede de la USTRIAL.

“Fundamos la asociación el 7 de agosto y aún no tenemos local propio, así que utilizamos los de la asociación de Coca-Cola. Allí se aloja también la asociación Manos Muertas, dedicada a los trabajadores con lesiones laborales”, nos cuenta antes de decirle al taxista que se detenga junto a un muro rojo que hay enfrente de la fábrica del conocido refresco.

“El personal de seguridad me persigue a diario como una sombra. Lo hacen para asustarme e impedirme que hable con los trabajadores. Estoy completamente aislado. La presión psíquica es enorme y amenazadora. Nadie se atreve a hablar conmigo, ya que arriesgan sus puestos de trabajo”. Fredis Marrugo, presidente de USTRIAL

El local del Sindicato se compone de varias salas pequeñas con cocina y ordenadores. En una de ellas, detrás de un escritorio, nos aguarda Fredis Marrugo, presidente de la USTRIAL. No está solo. En unas sillas de plástico dispuestas a lo largo de las paredes hay varias mujeres, entre ellas, Edna Guzmán, presidenta de Manos Muertas.

Las mujeres han sufrido lesiones laborales: tienen las manos destrozadas a causa de la realización de un trabajo monótono y repetitivo durante largas jornadas laborales y a un ritmo demasiado exigente. Suelen verse en el local del Sindicato para ayudarse mutuamente.

“Nuestro Sindicato apoya a la fundación de los lesionados laborales. Muchos trabajadores de la fábrica de conservas son también miembros de esta asociación”, asegura Fredis Marrugo.

Nos pregunta cuánto sabemos de la fábrica de conservas de atún y de la asociación sindical recién creada. Le decimos que hemos leído sobre ella en la página de la Rel-UITA y que sus productos se venden en los grandes centros comerciales de Estocolmo en los que solemos comprar.

 

Reconocen la lata

Sacamos entonces la lata que compramos en City Gross antes de salir de Suecia. Fredis Marrugo y las mujeres la reconocen enseguida, no les causa sorpresa, simplemente constatan que se ha fabricado allí. Que el texto esté en sueco y que la marca sea Natuna, en lugar de la propia Van Camp’s, forma parte de la idea de negocio de SEATECH.

“Lo que producimos para la exportación suele hacerse con las etiquetas del país destinatario del producto”, explica Fredis Marrugo.

Fredis Marrugo es técnico en sistemas de refrigeración. Lo que él no sepa sobre la empresa SEATECH no vale la pena de conocerse, seguramente. Lleva trabajando en la fábrica prácticamente desde que ésta puso en marcha la producción, es decir, hace 20 años.

Pedro Londoño ha dejado sobre el escritorio el nutrido puñado de comunicados de prensa. Fredis Marrugo coge uno, lo observa y comienza a hablar del reciente recrudecimiento de las acciones agresivas de la empresa. Es una situación espantosa.

“El personal de seguridad me persigue a diario como una sombra allí adonde voy. Lo hacen para asustarme e impedirme que hable con los demás trabajadores. Estoy completamente aislado. La presión psíquica es enorme y amenazadora. Nadie se atreve a hablar conmigo, ya que arriesgan sus puestos de trabajo”.

Marrugo dice que ha grabado los malos tratos con un teléfono móvil. Podemos llevarnos una copia. Hace dos días, la situación empeoró aún más cuando el personal de seguridad le exigió a Fredis que les entregase su móvil. Al ver que éste se negaba, el vigilante lo empujó con tal violencia que Fredis cayó al suelo y se golpeó en la cabeza.

“Se me nubló la vista y me mareé. Tengo una marca en la cabeza”, dice inclinándose para que lo veamos. “El médico la ha documentado y hemos presentado una denuncia en la Policía.”

El objetivo de los malos tratos, las amenazas y la violencia es conseguir que solicite el despido, pero él asegura que no lo hará.

“¿Estás en peligro?”, le preguntamos.

“Trabajar y ser sindicalista en Colombia es peligroso, pero alguien tiene que hacerlo, porque de lo contrario, ningún cambio será posible. Hace unos años tuvimos en la fábrica a un líder sindical que se sentía tan amenazado que se vio obligado a dejar Cartagena y huir a Estados Unidos.”

Dos caras

Empieza a hablarnos de las dos caras de la empresa, de cómo la compañía transnacional ha construido una fachada muy vistosa de cara al exterior, mediante certificados medioambientales, pesca sostenible y respeto por los derechos sindicales a fin de poder vender sus productos en el mercado internacional.

Todo esto puede leerse en su página web en inglés, y es posible rastrear las latas de atún Natuna en la del mayorista sueco Bergendahls. Ahí se nos cuenta lo bien que funciona todo en la fábrica de Cartagena.

Sin embargo, mientras la empresa abrillantaba la fachada, también ha estado utilizando cada resquicio existente en la ley colombiana para no responsabilizarse de sus trabajadores. Y han ido mucho más lejos. De las más de 1.500  personas que trabajan en la fábrica, tan sólo unas 80 tienen trabajo fijo. El resto son tercerizados.

Fredis Marrugo es uno de los pocos que tienen un puesto fijo. Por lo demás, este grupo se compone en su mayoría de jefes y personal administrativo. También ellos tienen una asociación sindical, Sintralimenticia, de la que el propio Fredis es vicepresidente, pero ese Sindicato existe sólo nominalmente, en la práctica es un sindicato amarillo que depende de la empresa y ha funcionado como una especie de coartada para justificar que se respeta el derecho de asociación sindical.

Fredis Marrugo, Pedro Londoño y Edna Guzmán, junto con otros trabajadores, llevan muchos años luchando por formar un auténtico Sindicato capaz de defender sus exigencias de contratación fija, mejor entorno laboral y un ritmo de trabajo adecuado, pero eran pocos en número y, por tanto, demasiado débiles.

Una vez constituido el Sindicato y registrado legalmente, se desató una represión inmediata. La empresa despidió a 86 de los miembros

En agosto lo lograron por fin. Unos 119 trabajadores, tanto fijos como tercerizados, componían el nuevo Sindicato. No ha sido fácil. Se han visto obligados a actuar en silencio y sin anunciar nada hasta que todo estuvo listo. De lo contrario, habrían corrido el riesgo de que la empresa hubiese intentado detenerlos.

Una vez constituido el Sindicato y registrado legalmente, se desató una represión inmediata. La empresa despidió a 86 de los miembros.

“Adujeron como excusa la carencia de materia prima y se apoyaron en testigos falsos”, asegura Fredis Marrugo.

Paralelamente, se organizó una campaña de apoyo nacional e internacional. El Sindicato ha llevado adelante la cuestión de los despidos ilegales con la ayuda de asesores jurídicos. Hace unos días, 42 de los despedidos recuperaron sus puestos de trabajo tras una sentencia del Tribunal laboral.

“Fue una victoria parcial importante”, admite Fredis Marrugo.

El juez del Tribunal laboral asumió las alegaciones del Sindicato y concluyó que en el caso de esos despidos no podía invocarse la carencia de materia prima y que se trataba de una motivación artificial. La empresa tenía que volver a admitir a los trabajadores despedidos que estaban organizados. Esto supuso para el Sindicato la posibilidad de seguir adelante y de invocar el derecho a la contratación directa en la empresa. Ya se ha iniciado un proceso con este fin.

-¿Cuántos son en estos momentos los trabajadores despedidos?.

-Aún hay 39 despedidos, responde Marrugo.

Error del juez

Pedro Londoño afirma que, por alguna razón, el juez cometió un error y no lo incluyó entre aquellos que podrían volver al trabajo. Fue un error material, pero no parece que pueda subsanarse. Todavía sigue despedido.

“Es muy duro”, afirma Londoño. “Llevo tres meses sin trabajo. Tengo mujer y tres hijos a los que mantener, y mi mujer está enferma. Ha trabajado pelando gambas manualmente y se ha lesionado. Tendré que buscar otro trabajo, porque ahora mismo estoy sin dinero”.

Fredis Marrugo enfatiza que la empresa trata mal a los trabajadores. “Trabajan año tras año y no los contratan permanentes, los obligan a hacer jornadas de hasta doce o 14 horas. Si alguno se pone enfermo, no le dan permiso para ir al médico.

Necesitamos un Sindicato libre y desvinculado de la empresa para hacer valer nuestros derechos y procurar que la compañía cumpla la ley ­sostiene Marrugo­. De lo contrario, impera la dictadura de la empresa. Nadie puede expresarse de forma distinta. Todos debemos callar”.

Al día siguiente, vamos con Fredis Marrugo y Pedro Londoño a la Asamblea de SUTUMAC, el sindicato de la construcción. Unos 100 miembros escuchan con atención lo que ellos les cuentan acerca de su conflicto, y la reunión concluye con la decisión de ofrecer apoyo económico a los trabajadores despedidos de la fábrica de conservas de atún.

 


Campaña de apoyo

La situación en SEATECH, la fábrica de conservas de atún de Colombia, caracterizada por el despido de trabajadores sindicalizados, los malos tratos y la violencia ejercida contra el presidente de la asociación sindical USTRIAL, se sigue con gran inquietud por parte de la UITA, la federación global de los trabajadores de la industria alimentaria. En la reunión del Comité Ejecutivo Latinoamericano de UITA se elaboró un comunicado de protesta (Resolución 001, el 10 de noviembre de 2010) dirigido a la cúpula de la empresa. El comunicado, traducido al inglés se ha enviado al vicepresidente de Colombia y a la OIT, en Ginebra.