01
Febrero
2017
Con Jair Krischke
Una sociedad indignada pero confundida, perpleja y, por ahora, paralizada
Carlos Amorín Aguirre
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Jair Krischke | Foto: Nelson Godoy
La institucionalidad republicana de Brasil viene siendo arrasada por una serie de explosiones atómicas políticas y una debacle económica. Para Jair Krischke, principal animador del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos (MJDH) de Brasil y prestigioso jurista internacional, “en este momento del país puede pasar cualquier cosa”. Hay quienes ya escuchan “ruido de sables”.
-¿Cómo está reaccionando la sociedad brasileña ante el reciente proceso político en el país?
-La sociedad brasileña está altamente impactada. Hemos llegado a una situación que hasta hace poco tiempo era impensable aquí, y me refiero a una confrontación abierta, a una polarización muy pronunciada entre los militantes y simpatizantes del PT y los demás.
Este enfrentamiento imposibilita el diálogo en la sociedad organizada, o sea sindicatos, organizaciones profesionales, asociaciones de vecinos... Y entre las personas no organizadas pasa lo mismo. El umbral de reacción de cualquier interlocutor está extremadamente restringido. A veces solo la mención del enunciado ya genera una respuesta desmedida.
Parece algo increíble, pero se llega a percibir hasta reacciones de odio. ¡Una locura!
-La sociedad brasileña está altamente impactada. Hemos llegado a una situación que hasta hace poco tiempo era impensable aquí, y me refiero a una confrontación abierta, a una polarización muy pronunciada entre los militantes y simpatizantes del PT y los demás.
Este enfrentamiento imposibilita el diálogo en la sociedad organizada, o sea sindicatos, organizaciones profesionales, asociaciones de vecinos... Y entre las personas no organizadas pasa lo mismo. El umbral de reacción de cualquier interlocutor está extremadamente restringido. A veces solo la mención del enunciado ya genera una respuesta desmedida.
Parece algo increíble, pero se llega a percibir hasta reacciones de odio. ¡Una locura!
La madre del borrego
-¿Cómo se llegó hasta aquí? ¿Cuánto está afectando esta situación al Brasil?
-Esta crisis está tocando a todos los poderes del Estado. En Brasil el fin de la dictadura no ocurrió por una transición sino por una “transacción”. Hubo un acuerdo entre los dueños del poder. Porque, recordemos: se produjo una movilización de masas por las "Diretas já" que fue la más grande que se recuerda en la historia del país.
La dictadura, no obstante, resistió, y fue un Colegio Electoral el que designó presidente a Tancredo Neves quien murió antes de asumir el cargo. Así fue que José Sarney, vicepresidente de Neves, llegó a la Presidencia. A esto se arribó mediante un acuerdo entre los militares y grupos políticos civiles.
Pero este nuevo gobierno heredó y prolongó una metodología autoritaria de dirigir el país en la cual incluso participó el propio Parlamento mediante un Congreso sometido, a imagen y semejanza del que funcionó durante la dictadura.
Desde entonces la vida política de Brasil se desarrolló de una manera absolutamente anormal.
-¿En qué sentido?
-Creo que una de las consecuencias es que en este momento tengamos 38 partidos políticos1, y más de 50 aguardan que se les autorice el registro en la Corte Electoral.
Ningún sistema político puede funcionar adecuadamente con este nivel de atomización que ya es pulverización. Se trata de una versión más perversa que la original, la de aquel Congreso heredado de la dictadura.
El borrego
En realidad esos partidos son hoy casi todos pequeñas estructuras seudocriminales cuya principal utilidad es los negociados, la corrupción.
Las alianzas se arman y desarman según las ventajas y privilegios que se ofrezcan y se tomen en una suerte de “mercado” o “subasta” cuasi públicas donde se compran y venden los votos y apoyos parlamentarios. ¡Una indignidad!
Este Congreso brasileño buscó obtener su tajada de cualquier forma. Esto se pudo ver muy claramente en el conocido affaire del “Mensalao”, cuando el gobierno de Lula pagaba a diputados y senadores una cuota mensual para que se aprobaran en el Parlamento las leyes propuestas por el Ejecutivo.
Este procedimiento se generalizó en esa época y por ello fueron condenados por la justicia algunos dirigentes muy importantes del PT.
-Pero la corrupción se agravó y extendió, se volvió sistemática…
-No se habían apagado los ecos del “Mensalao” cuando se reveló el “Petrolao” o “Lava Jato”, una cadena de sobornos pagados con dinero de la petrolera estatal que tuvo esencialmente dos destinos: financiar campañas electorales y enriquecer individualmente a muchas personas. No es por casualidad que los tres últimos tesoreros del PT y también de otros partidos están en prisión.
Quiere decir que se combinaron estos dos procesos: el de un Parlamento abiertamente corrupto -el ex presidente de la Cámara de Diputados está preso y el actual presidente del Senado tiene pendientes doce causas criminales-, y la corrupción de los partidos como tales.
-¿Y qué pasó con la Justicia en esta historia?
-No debemos dejarla fuera de esta triste realidad. Por ejemplo, una de las causas iniciada contra Renan Calheiros, presidente del Senado, estuvo cajoneada durante hace nueve años en el Supremo Tribunal Federal (STF).
Se trata de una denuncia según la cual este señor tuvo un romance con una periodista del cual resultó un hijo. La pensión alimentaria que debía pagar el senador era en realidad cubierta por una empresa que contrataba sistemáticamente con el Estado. Esto está probado desde hace nueve años, y recién ahora se empieza a mover el expediente.
Como consecuencia, uno de los ministros del STF decidió expulsarlo del Senado y se envió a un oficial de justicia para que lo notificara. Calheiros lo recibió en su casa y tuvieron una amable conversación. Cuando regresó, el oficial informó que no lo había encontrado. Lo enviaron al Senado, y se repitió la historia. El STF “no logró” notificar al reo, y por lo tanto, todo siguió igual. Esto implicó un gran descrédito para el STF. Por lo tanto, es cierto que el Congreso y el Poder Ejecutivo están pésimos, pero el Poder Judicial también lo está.
Institucionalmente Brasil está muy fragilizado.
-Además de Dilma, ¿qué otras cosas han cambiado en el gobierno con Temer?
-En esta última elección la fórmula presidencial era Dilma-Temer. Las investigaciones ya han dejado muy claro que buena parte del dinero de la corrupción fue a parar a las campañas electorales y por tanto todo se encuentra bajo escrutinio de la justicia electoral.
Pero hace apenas diez días el presidente de la Corte Electoral acudió a la casa funcional del presidente Temer donde mantuvieron una reunión. Véase que se trata de un “reo”, sospechado de corrupción, y el magistrado que debe juzgarlo. Y esto ocurre a plena luz del día, en medio de este clima de ira y hastío de la población, y sin que se den explicaciones.
Es un escenario preocupante, gravísimo. Creo que la sociedad está en shock y por eso no reacciona. La gente ya no sale más a la calle como lo hizo contra el “Lava Jato” y por la destitución de Dilma.
-Quizás porque no aparece una alternativa creíble a lo que hay…
-Hasta el pasado 31 de diciembre de 2016 si Temer era destituido se debía convocar a elecciones nacionales ya que aún no se habían cumplido los dos años de mandato, contando el tiempo de Dilma. Pero a partir del 1 de enero de 2017 si el Presidente es destituido debe ser el Congreso el que elija su sustituto. Y entonces nos preguntamos: ¿este Congreso va a elegir un Presidente? ¿A quién? ¿En este caos?
-Y como si ya fuese poco, ocurre la muerte del integrante del STF Teori Zavascki en condiciones extremadamente dudosas…
-Sí, existe una sospecha de que haya sido una ejecución, que la caída del avión fue provocada intencionalmente. Es que Zavascki tenía entre manos una verdadera bomba atómica política porque era el ministro del STF encargado de homologar, de dar por válidas para su investigación las llamadas “delaciones premiadas”2 de 77 ejecutivos y ex ejecutivos de la empresa Odebrecht, algunos de los cuales ya están presos.
Esta empresa pagó enormes sobornos en Brasil y otros países para obtener contratos de obras muy importantes, y entre ellos a funcionarios de Petrobras.
Zavascki estaba siendo asistido por varios jueces federales para analizar las 900 declaraciones que efectuaron los “delatores premiados”. Estos jueces debían corroborar en audiencia con los declarantes que sus dichos corresponden a lo que está escrito en los expedientes, y si habían recibido alguna coacción o habían declarado voluntariamente.
Se trata de un momento en el cual sólo se encuentran presentes el declarante, su abogado y el juez. No hay policías ni fiscales para dar las garantías adecuadas.
A partir de allí, cumplida esta formalidad, correspondía a Zavascki darle continuidad o no a cada caso para corroborar las delaciones premiadas. Se sabe que esto estaba ya muy adelantado, y que más de 250 diputados y senadores están mencionados en las declaraciones de los ejecutivos de Odebrecht.
-O sea que fue una muerte “muy oportuna” para algunos…
-Otra vez se le causa un gran impacto a la sociedad con la muerte de Zavascki, y todo el mundo se pregunta a quién designará el presidente Temer para sustituir al ministro fallecido. También existe el temor de que ocurra lo mismo que en el famoso proceso italiano “Manos Limpias", donde la mayoría de los imputados quedó libre porque el proceso demoró tanto que los delitos prescribieron.
Y la gente está muy preocupada porque en este contexto no sería raro que se demorara varios años más en culminar el proceso hasta llegar a la prescripción.
La sociedad está muy pendiente de lo que va ocurriendo en este caso, pero tengo la impresión de que son pocos los que colocan todas las piezas conocidas del puzzle en el Congreso, el Ejecutivo y el Judicial. No está fácilmente disponible la “foto general”.
Cuando el río y los sables suenan…
-¿De alguna manera se han creado las condiciones políticas ideales para que los militares hagan su aparición directamente en el escenario?
-Eso parece, y es lo peor de todo, porque en nada existen espacios vacíos, y especialmente en política. Es el gran riesgo que estamos viviendo porque la gente no cree más en el sistema político y al mismo tiempo no soporta la impunidad.
Quiere castigo para los corruptos del Lava Jato. Pero curiosamente no lo exigen para los demás que también han participado en la corrupción. Todas las baterías están apuntando al Lava Jato.
-La metodología utilizada por el PT para obtener mayorías que le permitieran gobernar debería ser un debate urgente para la izquierda mundial.
-Sin duda. Pero es un debate que va más allá de lo ideológico. Por ejemplo en nuestro caso no se puede disociar al PT del PMDB.
En este momento los militantes petistas reclaman "Fuera Temer". Está bien. Pero la pregunta es: ¿a quién poner en su lugar? Este es el gran peligro porque podría aparecer un supuesto “salvador”.
En este momento hay una gran desazón política en la sociedad. La gente no sale a la calle. Aquellos jóvenes que se movilizaron masivamente contra el Campeonato Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos, que rechazaban todos los partidos políticos, ya no están en la calle. Se sienten total y profundamente decepcionados.
Y quizás éste haya sido uno de los más graves errores de Dilma, no haber comprendido a estos jóvenes y haber hecho algo, por lo menos algo, que contemplara sus reclamos. Fueron totalmente ignorados.
-También puede influir el temor a que este sistema político con tal grado de cinismo intente recuperar a su favor cualquier movilización de masas.
-Puede ser, sí. Y también esa profunda desilusión. No me lo explico aún claramente. Porque cuando ocurren este tipo de procesos políticos tan graves e inéditos en el país, es imprescindible que pase un tiempo antes de poder analizarlos finamente. Además, la dinámica que tiene actualmente la política brasileña es vertiginosa. Todos los días está cambiando.
En estos tiempos de polarización me acuerdo mucho de Lenin cuando decía que “el izquierdismo es la enfermedad juvenil del comunismo”. Observo que las discusiones que se generan en este momento, incluso con gente muy formada, que uno conoce desde hace años, derrapan rápidamente hacia “lo infantil”, hacia el territorio del dogma, de la fe, y eso en un análisis político no es útil. Hay demasiada pasión. Si hoy uno dice acá que hubo gente del PT que robó, es acusado de ser de derecha.
Pero veamos la realidad: cerca del 70 por ciento de los ministros de Temer también lo fueron de Lula o de Dilma. Entonces estamos ante una continuidad, más de lo mismo. Eran socios. Y eso es un hecho innegable.
-¿Qué se puede esperar hacia el futuro?
-Le comentaba ayer a un amigo que dicen que Dios lo sabe todo, pero en este caso, creo que ni Dios sabe lo que podrá ocurrir en Brasil. Todo puede pasar.
Cuando tras la acumulación de denuncias y revelaciones escandalosas de actos despreciables de los políticos se suma la muerte sospechosa de un miembro del STF que podía decidir el futuro de muchos de ellos, uno debe concluir que todo puede pasar. Cualquier cosa es posible.
-Volvemos a los militares…
-Los militares están aparentemente muy quietos. Temer, emulando a Lula y a Dilma, puso a un comunista en el ministerio de Defensa.3 Un tipo muy serio al que admiro bastante. Pero al mismo tiempo conformó un Gabinete de Defensa Institucional que tiene bajo su égida la dirección de la Agencia Brasileña de Informaciones, o sea la inteligencia civil.
A su frente se encuentra el general Sérgio Westphalen Etchegoyen, proveniente de una familia de tradición militar, de derecha, y cuyo padre fue designado durante la dictadura como Jefe de Policía aquí en Rio Grande do Sul. Se trata de alguien peligroso, muy inteligente y con una excelente formación.
Este general ha venido ganando rápidamente espacio político y gravitación en el gobierno. Ante las masacres y ajustes de cuentas entre las bandas de narcotraficantes en los penales del país, generados por la ausencia del Estado, Temer llamó con desesperación a los militares para que “pongan la casa en orden”.
El plan es que la Policía vacíe los penales trasladando a los presos mientras los militares realizan una requisa a fondo en los predios y edificios. Esto fue una sugerencia realizada a Temer por el general Etchegoyen.
Esto es muy peligroso y grave, porque los militares pasan a ser quienes resuelven las situaciones que superan al gobierno. Se crea un antecedente malo. Extremadamente malo.
Entonces, ¿qué puede pasar? Pues, cualquier cosa, incluso nada de nada. Es muy agobiante.
Te confieso que me acuesto preocupado, me despierto más preocupado y enciendo la radio para saber si no ocurrió algo mientras dormía. Reflejos que ya había olvidado y creí no volvería a recuperar nunca.
1- NdR: ¿Es coincidencia que desde hace algunos años se llega a la misma cantidad sumando Ministerios, secretarías de Presidencia con rango de ministerio y órganos con estatus ministerial?
2- Acotamiento de las penas a cambio de información útil.
3- Raul Jungmann.