29
Junio
2016
Argentina | Sindicatos | Sociedad

Los posibles alcances locales de la reforma laboral francesa

¿Por qué debería preocuparnos la reforma francesa? Porque es notablemente similar a la que la Unión Industrial Argentina (UIA) propició aquí en los ’90 y propicia ahora.

Lucio Garzón Maceda
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Foto: Gerardo Iglesias

El 25 de febrero pasado alertábamos que “el presidente de Francia propicia una reforma laboral reaccionaria que los sindicatos franceses repudian”.
Pero la reforma fue adquiriendo resonancia. Estas últimas semanas fue tapa de diarios, con medidas de fuerza en puertos, refinerías, centrales de energía atómica, trenes y aviones. Sólo se conoce la protesta y la represión escandalosa, pero poco o nada del contenido de la reforma laboral.

¿Por qué debería preocuparnos la reforma francesa proyectada? Porque es notablemente similar a la que la Unión Industrial Argentina (UIA) propició aquí en la década del 90 y propicia actualmente. Ahora sólo espera el momento adecuado para su restauración.

Si la reforma fuese aprobada por la Asamblea Nacional francesa, desjerarquizaría la negociación colectiva de centralidad media, privilegiando la negociación de empresa, que podría imponer la inaplicabilidad de beneficios de los convenios de centralidad media, nacionales y regionales.

El 26 de mayo, el primer ministro galo, Manuel Valls, afirmó: “La negociación en la empresa es el corazón de la filosofía de la ley”.

A confesión de parte… Se propicia privilegiar la negociación a nivel de empresa, donde el empresario es soberano, sustituyendo la negociación de industria por sector, rama o actividad, la más beneficiosa para el trabajador.

Dirigentes empresarios franceses y argentinos, al compás del capitalismo mundializado, alientan que la negociación de empresa o establecimiento se imponga, aunque sus contenidos sean menos ventajosos que los acordados en la negociación de centralidad media.

Son ensayos similares al de los ’90, felizmente doblegados en 2004 con la ley 25.877.

La reforma gala sería un precedente valiosísimo para la anhelada reforma de la UIA, que el año próximo propiciará una reforma similar. Lo sabemos de buena fuente.

Con la misma sintonía de la reforma flexibilizadora nos vienen también aturdiendo con la pregonada y tramposa instalación del Consejo para Diálogo Social, en cuyo marco se ensayarían, casualmente, estos cambios negociables en perjuicio de los trabajadores.

Debilitar la solidaridad
Divide y reinarás
No sólo es perjudicial porque destruye los umbrales mínimos categoriales de salarios, jornada y condiciones laborales, sino por debilitar la solidaridad social indispensable para defender los intereses colectivos de quienes menos tienen.

Con la descentralización de la negociación se debilitaran mortalmente los sindicatos verticales, como ya ocurrió en Europa. La descentralización auspiciada anula la jerarquía de los convenios de centralidad media, debilitando a las organizaciones nacionales.

Sin jerarquía, los sindicatos dejarían de negociar y perderían representación y representatividad, vale decir la fuerza que la centralidad brinda para crear poder y resguardar la relación de fuerzas adecuada y equilibrada. Como dice Clegg: “El poder sindical se conserva en el nivel en el que se negocia”.

Se impondría además la llamada “empresarización del trabajador”, acentuando su individualización, que limita la acción solidaria al reducido ámbito de la empresa o de su individualidad. El trabajador deja de actuar solidariamente con todos sus compañeros de industria, rama o sector.

Ese interés colectivo, que no es mera suma de individualidades sino valor superior, posibilita preservar toda la categoría con convenios obligatorios para todos.

El interés colectivo se pierde cuando el trabajador “se pone la camiseta” de la empresa y se quita la de la organización; se desjerarquiza el convenio centralizado, garante de una mínima decencia categorial, reemplazado por el convenio individualizado a la medida del empresario.

Diferencia
Fortalezas y debilidades
La debilidad de todo el sindicalismo francés, con sólo ocho por ciento de densidad en la afiliación, hace difícil impedir el intento amenazante y explica los movimientos desesperados de los últimos y próximos días por recuperar fuerza.

Esa debilidad lejos está de la fortaleza que registra en la actualidad el sindicalismo argentino. Sin embargo, cabe recordar que no es lo mismo manifestar en paz que protestar guerreando.

Por algo será que las patronales globalizadas vigilan el proceso, interesadas en el predominio del convenio de la empresa o del establecimiento por sobre el convenio de la industria, rama, sector o actividad.

Es prudente, por ello, que sindicatos, trabajadores y la opinión pública estén atentos y sigan de cerca el desenlace francés.

Siendo esta la reforma anhelada por la UIA, es de prever que si allá se logra se despertarán las apetencias globalizadas del empresariado local, hoy y aquí, apenas ocultas y adormecidas.

Sin dramatizar, estemos atentos, porque se juega en Francia parte del destino de la clase media asalariada, de los trabajadores pobres, los globalizados poorworkers y de los sindicatos argentinos.

Lucio Garzón Maceda*
Tomado de La Voz del interior

     


* Abogado de la Confederación de Asociaciones Sindicales de la Industria de la Alimentación (CASIA)