Huevos revueltos
Otra megacontaminación en la industria alimentaria
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Ilustración: Allan McDonald
Cuando el pasado 20 de julio Bélgica alertó al Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF, por sus siglas en inglés) de la Unión Europea (UE) hacía ya un mes y medio que disponía de la información, pero no la había comunicado porque “estaba en curso una investigación judicial”.
Mientras tanto, los huevos contaminados no solamente se continuaron produciendo sino, sobre todo, comercializando, esto es, el público los estaba consumiendo.
El incidente ha desatado una serie de cuestionamientos, análisis, quejas, acusaciones y denuncias cruzadas, muchas de las cuales agitan viejos rencores de todos contra todos, porque lejos de ser el primero, éste es el enésimo episodio de contaminación alimentaria que ocurre en la UE.
¿A quién habría que culpar? Por un lado es obvio que alguien incluyó fipronil en otros productos químicos autorizados para desinfectar instalaciones avícolas y, se dice, hasta los propios huevos una vez envasados.
Pero el fipronil es un insecticida prohibido para uso en aves y animales de consumo humano, incluso su producción se ha deslocalizado desde Europa central hacia el este y China. Por lo tanto, se sospecha que debido a su costo más bajo que los insecticidas autorizados el fipronil fue contrabandeado desde Ucrania o Rumania, quizás puro o ya mezclado con otros químicos.
Si esto se comprueba tiene que haber existido una entidad que recibiera la sustancia y la distribuyera masivamente en las granjas avícolas de varios países europeos, ya que se han detectado establecimientos contaminados en Holanda, Bélgica, Francia y Alemania.
En la suposición de que los granjeros aplicaron el producto sin saberlo, desde allí hacia atrás existe muy probablemente toda una red de empresas y personas implicadas en diversos delitos cuya responsabilidad difícilmente llegue a comprobarse, por lo menos en la mayoría de los casos.
Hasta ahora la Policía holandesa ha identificado a una empresa, Chickenfriend, y dos de sus titulares han sido detenidos: Matthijs Ij, y Martinvan de B, aunque por ser aún solo sospechosos su identidad no es revelada. Es claro que, en caso de ser culpables, se trata apenas de la punta del iceberg.
Esto en lo que se refiere a los delincuentes. Pero el incidente revela otro crimen incluso mayor que, seguramente, será disimulado, ocultado por autoridades y medios de comunicación: el actual sistema industrial de producción de alimentos controlado cada vez por menos empresas.
La industria alimentaria, desde la semilla hasta el plato, se concentra crecientemente en pocas corporaciones globales como, por ejemplo, Nestlé, JBS, Unilever, Bayer, etc. Su lema es “reducir los costos al mínimo y aumentar el lucro al máximo”, casi siempre en detrimento de la seguridad alimentaria del público y de las condiciones de trabajo de sus empleados.
Ya en 2011 la Rel-UITA publicaba un extenso informe de Gerardo Iglesias sobre la industria avícola.(ii)
La calidad de los alimentos industriales disminuye proporcionalmente al incremento de las ganancias de las empresas. Los sistema de control globales están manipulados por los lobbies de las corporaciones, de manera que los límites mínimos exigidos para que un alimento sea considerado seguro distan mucho de tener en cuenta la salud de los consumidores.
Por ejemplo: se sabe desde hace décadas que cualquier persona que come frutas y verduras diariamente –dieta aconsejada por todos los médicos– ingiere al mismo tiempo un coctel de residuos de agrotóxicos utilizados en la producción, conservación y/o empaque de los productos.
Se sabe desde hace siglos que dos sustancias químicas combinadas dan lugar a una o más nuevas sustancias. Los sistemas globales de protección de la salud humana nunca han considerado los efectos en el organismo de la presencia simultánea de los diversos químicos tóxicos consumidos con los alimentos. Y como éste, se pueden citar muchos otros ejemplos.
Las corporaciones alimentarias cierran sus balances anuales con ganancias multimillonarias. Eso es lo único que realmente protege el sistema sanitario global.
Como esta crisis de los huevos contaminados ya hubo otras. Recordemos el aceite de colza adulterado en 1981 con lubricantes de automóvil usados. Hubo 300 muertos y 25 mil intoxicados en España.
En 1996 fue el turno de “las vacas locas” en Inglaterra. Las reses eran alimentadas con restos de los animales faenados. Centenares de personas murieron por la variante de la Enfermedad de Creutfeldt-Jacob, que afecta a humanos, y cientos de miles de animales fueron sacrificados.
Bélgica ya fue escenario de otro escándalo alimentario. Fue en 1999, cuando se descubrió que centenares de miles de cerdos, pollos y gallinas habían sido alimentados con una ración contaminada con dioxinas. La carne envenenada ya había llegado al consumo humano. Nunca se supo qué consecuencias concretas tuvo este caso en la salud humana.
También en 1999 y en Bélgica se originó la intoxicación de centenares de personas con Coca Cola; una cantidad no determinada de botellas procesadas en una planta ubicada en la ciudad belga de Amberes contenía un exceso de dióxido de carbono que resultó tóxico.
En 2001 se detectó un nivel tóxico de benzopireno en el aceite de oliva. Esta sustancia es obtenida mediante el refinado químico del orujo de la aceituna después de ser exprimida para obtener el aceite. El benzopireno es mucho más barato que el aceite de oliva virgen.
Desde 2003 se producen brotes intermitentes de gripe aviar que ya ha causado centenares de muerte y ha provocado enormes pérdidas económicas a los criadores quienes debieron sacrificar centenares de miles de aves de corral.
En 2011 ocurrió en Alemania un brote de la bacteria Escherichia coli cuyo origen no pudo determinarse con absoluta certeza, aunque sí se probó su origen alimentario. Acusados fueron los pepinillos españoles, la soja transgénica y hasta unas semillas egipcias, pero nunca se supo la verdad. Murieron 50 personas.
En enero de 2013 la agencia de seguridad alimentaria de Irlanda (FSAI) anunció haber hallado hamburguesas de carne de caballo vendidas como de ternera. A partir de ese momento se produjo una cascada de denuncias en toda Europa donde se detectaron decenas de productos precocinados y congelados conteniendo carne de caballo, de cerdo y de pollo etiquetados como carne de ternera. Nunca se logró identificar a los responsables.
Como siempre, los más perjudicados fueron los que se encontraban en el palo de más abajo del gallinero.
Los autores del artículo realizaron un “metaanálisis repasando 185 estudios sobre el tema hechos entre 1973 y 2011, que comprenden a 43.000 hombres de América del Norte, Europa, Australia y Nueva Zelanda”, verificando que en ese periodo “la concentración de espermatozoides pasó de una media de 99 millones por mililitro de esperma a 47 millones”.
Mucho antes de esta advertencia, en 1997, se publicó el libro “Nuestro futuro robado”, de Theo Colborn, DianneDumanoski y Pete Myers, que denunció este declive ya notorio en varias especies animales como consecuencia de los llamados disruptores endócrinos presentes en el ambiente y la alimentación. Y también señalaban la presencia de muy claros indicios científicos de la amenaza que estas sustancias implican para la fertilidad humana. De ahí el título del libro aludiendo a un futuro incierto y robado.(iv)
En marzo de este año estallaba uno de los mayores escándalos alimentarios de la región, al conocerse que “JBS el frigorífico más importante de Brasil, el mayor exportador del mundo de carne vacuna, está involucrado en un escándalo de venta de carne podrida con vastas ramificaciones políticas y que pone de manifiesto el estado de putrefacción de la política en el mayor país de América Latina.
JBS habría pagado coimas a altos funcionarios del Ministerio de Agricultura para que permitieran la puesta en circulación de productos en mal estado, como salchichas rellenas de químicos cancerígenos, reses en estado de descomposición ‘acondicionadas’ para su venta, carne de animales muertos por enfermedades…”, escribía Daniel Gatti en la web de Rel-UITA.(v)
“Esta megaempresa se maneja con dinero público, a través de las jugosas subvenciones que han recibido y continúan recibiendo del estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) –agregaba Gatti–.
La carne podrida, en resumen, ha sido producida con dinero de todos los brasileños.
De la misma manera, indirectamente se sostiene con dinero público otro megaescándalo que permanece casi invisible, salvo cuando sucede algún hecho tan fuerte que ya no puede ser ocultado: las condiciones de trabajo, en algunos casos denunciadas como análogas a la esclavitud, prevalecientes en los frigoríficos brasileños o en plantas que JBS posee en el extranjero.
Se trata de una empresa gigantesca que emplea a miles de trabajadores y trabajadoras en todo el mundo y gana fortunas”, señalaba.
Esto ocurría en medio de la pavorosa crisis moral y ética que sacude al sistema político brasileño. Varios ministros y altos funcionarios del actual gobierno fueron acusados de haber recibido sobornos para hacer la vista gorda y permitir la estafa de los frigoríficos.
Como afirmó el consternado comisario Mauricio Moscardi, responsable de la investigación, “Numerosos niños de escuelas públicas del estado de Paraná merendaban con productos vencidos, dañados y a veces hasta cancerígenos, para responder a los intereses económicos de esta poderosa organización criminal”.
Es de presumir que muchos otros niños y adultos de más estados brasileños consumieron esa “carne zombi”, pero, hasta ahora, nadie fue preso.
(i) Insecticida de amplio espectro que ataca el sistema nervioso central de los insectos. Descubierto por la empresa farmacéutica gala Rhône-Poulenc, se utiliza como antipulgas para mascotas porque acaba con ellas en el plazo de 48 horas. Prohibido en Europa para los animales que entran en la cadena alimentaria humana. La Organización Mundial de la Salud lo considera “moderadamente peligroso”. El consumo de un producto contaminado puede causar náuseas, dolores de cabeza y estómago. En casos graves, daña el hígado, riñón y tiroides. Está considerado “probable” disruptor endócrino.
(ii) http://www6.rel-uita.org/old/salud/hacia_los_pollos_locos.htm
(iii) https://academic.oup.com/humupd/article/doi/10.1093/humupd/dmx022/4035689/Temporal-trends-in-sperm-count-a-systematic-review
(iv) Puede verse el texto completo en http://redcritica.net/wp-content/uploads/2016/04/NUESTRO-FUTURO-ROBADO.pdf Para una explicación breve y amigable sobre los efectos de los disruptores endócrinos consultar
(v) http://www3.uah.es/bioquimica/Tejedor/bioquimica_ambiental/disruptores.pdf http://informes.rel-uita.org/index.php/nr36/item/carne-podrida