03
Agosto
2017
Con el senador Paulo Paim
“Este Brasil duele”
En Brasilia, Gerardo Iglesias
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Gerardo Iglesias y senador Paulo Paim | Foto: Nelson Godoy
Sólo formando una gran coalición que reúna a movimientos como el sindical, el LGTBI, el feminista, en el que participen ciudadanos y ciudadanas del campo y la ciudad y que trabaje en un proyecto de nación, la sociedad brasileña puede salir del atolladero en que está, dijo a La Rel Paulo Paim, vicepresidente de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, un viejo amigo y compañero del estado de Rio Grande del Sur que viene del movimiento sindical.
-La reforma laboral pasó…
-Sí, porque se necesitaba de una mayoría simple para aprobarla, a diferencia de la de la Seguridad Social, que por tratarse de una enmienda constitucional necesita de tres quintas partes de los legisladores.
Sabíamos que esta reforma podría ser aprobada. También lo sabía el gobierno, que además se valió de una tramoya. Aseguró que el presidente Michel Temer vetaría entre seis y ocho artículos, los más nocivos, como los relativos a las trabajadoras gestantes en locales insalubres, trabajo intermitente, lo negociado sobre lo legislado, hora de descanso, etcétera. Algo que no ocurrió.
Por su parte, el presidente de la Cámara de Senadores, Rodrigo Maia, ya nos advirtió que de nada sirve enviar ningún tipo de medida provisional porque él no aceptará nada.
Yo presentaré un proyecto para revocar la reforma, porque como hay un plazo de cuatro meses para que entre en vigencia, se puede hacer este trabajo.
Por otro lado comenzaré a convocar audiencias abiertas con el fin de elaborar un nuevo Código Laboral, inspirado en los principios de la OIT.
El martes pasado entregué el proyecto de revocación y lo del nuevo Código Laboral creo que en 30 días estaremos en condiciones de presentarlo.
-La reforma supone un gran retroceso…
-Sin dudas. Lo que sucedió es que conjuntamente con algunas centrales sindicales y con la CONTRATUH pudimos frenar la aprobación de una serie de medidas y proyectos que se presentaban.
¿Qué hicieron entonces? Juntaron todos los artículos que eran más perversos para los trabajadores y trabajadoras y elaboraron un nuevo código de trabajo a la medida de los empresarios.
Pero no vamos a tirar la toalla, daremos pelea, desgastaremos el debate de todo lo que podamos porque 2018 está al doblar la esquina y tenemos la esperanza de que podamos elegir un Congreso más calificado y honesto y que proponga una legislación decente.
-Sí, porque se necesitaba de una mayoría simple para aprobarla, a diferencia de la de la Seguridad Social, que por tratarse de una enmienda constitucional necesita de tres quintas partes de los legisladores.
Sabíamos que esta reforma podría ser aprobada. También lo sabía el gobierno, que además se valió de una tramoya. Aseguró que el presidente Michel Temer vetaría entre seis y ocho artículos, los más nocivos, como los relativos a las trabajadoras gestantes en locales insalubres, trabajo intermitente, lo negociado sobre lo legislado, hora de descanso, etcétera. Algo que no ocurrió.
Por su parte, el presidente de la Cámara de Senadores, Rodrigo Maia, ya nos advirtió que de nada sirve enviar ningún tipo de medida provisional porque él no aceptará nada.
Yo presentaré un proyecto para revocar la reforma, porque como hay un plazo de cuatro meses para que entre en vigencia, se puede hacer este trabajo.
Por otro lado comenzaré a convocar audiencias abiertas con el fin de elaborar un nuevo Código Laboral, inspirado en los principios de la OIT.
El martes pasado entregué el proyecto de revocación y lo del nuevo Código Laboral creo que en 30 días estaremos en condiciones de presentarlo.
-La reforma supone un gran retroceso…
-Sin dudas. Lo que sucedió es que conjuntamente con algunas centrales sindicales y con la CONTRATUH pudimos frenar la aprobación de una serie de medidas y proyectos que se presentaban.
¿Qué hicieron entonces? Juntaron todos los artículos que eran más perversos para los trabajadores y trabajadoras y elaboraron un nuevo código de trabajo a la medida de los empresarios.
Pero no vamos a tirar la toalla, daremos pelea, desgastaremos el debate de todo lo que podamos porque 2018 está al doblar la esquina y tenemos la esperanza de que podamos elegir un Congreso más calificado y honesto y que proponga una legislación decente.
La influencia de los medios de comunicación
Más que un cuarto poder
-Desde su experiencia en el mundo sindical y de la política, ¿puede explicarnos esta parálisis que se percibe en la sociedad brasileña?
-En Brasil siempre hubo cuatro poderes. El cuarto es el de los grandes medios masivos de comunicación que siempre actuaron de forma velada. Ahora estos mismos medios actúan de forma más ostensiva.
Se vendió el discurso de la igualdad entre todos, la no discriminación, pero ahora los medios están al servicio del mercado y hacen como un lavado cerebral en la población menos formada, generando una gran confusión.
Hay muchos trabajadores y trabajadoras que tienen dudas todavía sobre los efectos negativos de esta reforma.
La influencia mediática en la destitución de la presidenta Dilma Rousseff fue determinante, porque el crimen de Dilma fue sacar plata de un lado para destinar al programa social “Bolsa Familia” y luego la reponía, lo que se llama bicicletear el dinero. Eso no era razón para sacarla como la sacaron.
Temer, en cambio, que fue atrapado in fraganti. Se supo que recibía una mesada semanal de 500.000 reales (160 mil dólares) y ha sido acusado de obstaculizar a la justicia, sobornar y cometer estos delitos en el ejercicio de la presidencia. Sin embargo, no se hizo nada para sacarlo.
-¿No se corre peligro, con esta gran influencia de los medios masivos, sumada a la despolitización de la sociedad, que suceda lo que pasó en Estados Unidos y tengamos un Donald Trump a la brasilera?
-Todo puede ser, pero creo que los medios masivos brasileños no se atreverán a defender un candidato de extrema derecha. Al mercado, que es quien financia a los medios, no les conviene.
Tenemos un Ejecutivo podrido, un Legislativo en proceso de putrefacción y un Poder Judicial con mal olor. Esta es la realidad de Brasil hoy, y los medios miran desde arriba para ver qué es lo que más les conviene.
-¿Qué siente al ver esta realidad?
-Este Brasil me duele, en mis más de treinta años de militancia nunca me había tocado pasar por algo así. Ni en los peores gobiernos de la derecha, ni en la dictadura misma hubo tanta falta de diálogo social como hoy.
Pero la lucha continúa, aunque ya me están llamando “el último de los mohicanos”: soy de los pocos de la generación de Leonel Brizola, Joao Gulart, Jarbas Pasarinho, Prestes. Me di cuenta que estoy viejo (risas).
Creo que nosotros fallamos porque no formamos nuevos cuadros, nuevos dirigentes, ya no quedan caudillos políticos que puedan sacar al país de este atolladero. Solo nos queda Lula, y no alcanza.
Lo que creo que puede ser una salida es conformar un Frente Amplio por Brasil que reúna a movimientos como el sindical, el LGTBI, el feminista, en el que participen ciudadanos y ciudadanas del campo y la ciudad y que se trabaje en un proyecto de nación.
A eso apuesto.
-En Brasil siempre hubo cuatro poderes. El cuarto es el de los grandes medios masivos de comunicación que siempre actuaron de forma velada. Ahora estos mismos medios actúan de forma más ostensiva.
Se vendió el discurso de la igualdad entre todos, la no discriminación, pero ahora los medios están al servicio del mercado y hacen como un lavado cerebral en la población menos formada, generando una gran confusión.
Hay muchos trabajadores y trabajadoras que tienen dudas todavía sobre los efectos negativos de esta reforma.
La influencia mediática en la destitución de la presidenta Dilma Rousseff fue determinante, porque el crimen de Dilma fue sacar plata de un lado para destinar al programa social “Bolsa Familia” y luego la reponía, lo que se llama bicicletear el dinero. Eso no era razón para sacarla como la sacaron.
Temer, en cambio, que fue atrapado in fraganti. Se supo que recibía una mesada semanal de 500.000 reales (160 mil dólares) y ha sido acusado de obstaculizar a la justicia, sobornar y cometer estos delitos en el ejercicio de la presidencia. Sin embargo, no se hizo nada para sacarlo.
-¿No se corre peligro, con esta gran influencia de los medios masivos, sumada a la despolitización de la sociedad, que suceda lo que pasó en Estados Unidos y tengamos un Donald Trump a la brasilera?
-Todo puede ser, pero creo que los medios masivos brasileños no se atreverán a defender un candidato de extrema derecha. Al mercado, que es quien financia a los medios, no les conviene.
Tenemos un Ejecutivo podrido, un Legislativo en proceso de putrefacción y un Poder Judicial con mal olor. Esta es la realidad de Brasil hoy, y los medios miran desde arriba para ver qué es lo que más les conviene.
-¿Qué siente al ver esta realidad?
-Este Brasil me duele, en mis más de treinta años de militancia nunca me había tocado pasar por algo así. Ni en los peores gobiernos de la derecha, ni en la dictadura misma hubo tanta falta de diálogo social como hoy.
Pero la lucha continúa, aunque ya me están llamando “el último de los mohicanos”: soy de los pocos de la generación de Leonel Brizola, Joao Gulart, Jarbas Pasarinho, Prestes. Me di cuenta que estoy viejo (risas).
Creo que nosotros fallamos porque no formamos nuevos cuadros, nuevos dirigentes, ya no quedan caudillos políticos que puedan sacar al país de este atolladero. Solo nos queda Lula, y no alcanza.
Lo que creo que puede ser una salida es conformar un Frente Amplio por Brasil que reúna a movimientos como el sindical, el LGTBI, el feminista, en el que participen ciudadanos y ciudadanas del campo y la ciudad y que se trabaje en un proyecto de nación.
A eso apuesto.