19
Octubre
2016
Brasil | Sindicatos | DIVERSIDAD

“Hay que educar a la sociedad para que entienda la homosexualidad y no discrimine”

En Forquilhinha, Gerardo Iglesias
20161019 Helen Teresa Gaspar 714

Elen Thereza Gaspar | Foto: Gerardo Iglesias

El pasado 27 de agosto se llevó a cabo el Primer Encuentro sobre Diversidad y Género organizado por la Rel-UITA y el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Carne de Criciúma y Región. En esa oportunidad dialogamos con Elen Thereza Gaspar, trabajadora del frigorífico de JBS en Nova Veneza, sobre las dificultades y prejuicios que enfrenta cotidianamente y también sobre su evaluación sobre el evento.
-Durante tu intervención relataste lo difícil que fue para tu familia y para ti aceptar tu orientación sexual…
-La primera vez que asumí con mi familia que era homosexual tenía 17 años. Antes tuve un novio, porque primero quería estar segura de que no me gustaban los chicos.

Cuando le conté a mi madre lloró mucho. No se conformaba, me decía que cómo era posible que yo fuese lesbiana si a mí me gustaba cuidarme, depilarme, etcétera, lo que demuestra los grandes prejuicios existentes y las grandes barreras que tenemos que vencer.

Recuerdo que le dije entonces que yo no quería ser hombre. Soy una mujer, me gusta ser mujer, pero sexualmente siento atracción por otras mujeres.

Llevó un tiempo para que mi familia aceptara mi orientación. Tuve una relación en esa época con una mujer y sufrí una gran decepción amorosa, lo que me llevó a acercarme a la iglesia.

-¿Cómo fue eso?
-Durante siete años decidí que ya no quería ser quien era, que quería convertirme y la forma fue a través de la fe evangélica. Me bauticé, llevé a mis padres a la iglesia, fui líder de la congregación.

No estuve con nadie durante ese período, porque en mi cabeza estaba la obligación de que tenía que cambiar por el bien de mi familia.  Yo veía que mis padres no estaban felices con mi orientación. Cada vez que yo iba a ver a mi novia mi madre lloraba.

Pero seguía sin sentirme completa. Abandoné la iglesia e hice un nuevo intento de relacionarme con un hombre pero fue nuevamente inútil, no experimentaba nada. Me sentía como una prostituta cuando teníamos relaciones.

Luego conocí a una muchacha de quien me fui enamorando y con quien tuve una excelente relación. Por primera vez me sentí plena en todos los aspectos.

Actualmente tengo 27 años y tuve relaciones con dos hombres, estoy segura que no me siento atraída por el sexo opuesto.

Dios y el amor
“Para la iglesia la homosexualidad es el demonio”
-Decías que tus padres continúan en la iglesia evangélica. ¿Eso torna más difícil el hecho de que te acepten?
-Mis padres continúan en la iglesia y para ellos es todavía más difícil que antes aceptarme como lesbiana. Me dicen que si durante siete años yo pude estar sola por qué ahora no.

La iglesia condena terminantemente la homosexualidad, la comparan con el propio demonio. Yo estudié profundamente el evangelio y por lo tanto pensaba lo mismo.

-¿Sigues viviendo con tus padres?
-Sí. Quien blanqueó mi nueva situación con mi madre fue mi hermana menor, porque mis padres creyeron que mis salidas los fines de semana estaban relacionadas con el consumo de drogas.

Al saber que yo volví a relacionarme con una muchacha fue mi madre quien propició el diálogo conmigo para recordarme que no aceptaban mi homosexualidad. “La biblia dice que eso es pecado y por tu condición irás al infierno, pero como eres mi hija no te echo de la casa”, me dijo.

-¿Cómo administras la culpa? ¿La sientes?
-Ya no siento culpa por ser quien soy. Pero hubo una época que sí. Enseguida que dejé la iglesia sentí mucha culpa porque creí que ya no era digna del amor de Dios.

-Cuando estás con tu pareja y te sientes libre y feliz, ¿no crees que dios está contigo?
-Sí, es cierto. Si es posible amar a alguien y el amor viene de dios creo que es algo bueno y solo podrá juzgarme él mismo.

Falta de respeto y prejuicios
“No somos objetos sexuales”
-Y en el ámbito laboral ¿sientes mucha discriminación?
-Sí, todavía hay bastante discriminación en este ámbito. En mi caso propiciada además porque mi pareja trabaja en el mismo frigorífico.

Ella es muy linda y femenina, yo me considero bien femenina también y a la hora del almuerzo vamos de la mano.

Nuestros compañeros y compañeras saben que somos pareja y por parte de algunos varones siempre salen comentarios del tipo: “lo que pasa es nunca estuvieron con un hombre de verdad, si estás conmigo verás lo que es bueno”.

Todo eso son formas enmascaradas de prejuicio porque ninguna de nosotras es un objeto sexual para que algunos crean que pueden decirnos qué hacer o decidir qué nos gusta o cómo somos.

Yo soy un ser humano como cualquier otro, que siente, que ama como cualquier otro.

Me cuesta esa falta de respeto con el que las personas creen que pueden tratarnos porque somos homosexuales. Habría que reeducar a la sociedad en general sobre ese aspecto.

Las bromas soeces que muchas veces nos hacen me duelen porque, si bien trato de no entrar en conflicto, soy un ser humano y como cualquier otro quiero que me respeten.

-¿Cómo evalúas este seminario?
-Fue una instancia reveladora y transformadora. En lo personal fue muy bueno darme cuenta que hay muchas personas en esta situación y sobre todo darme cuenta que fui yo la que más se negó a aceptarme.

Si tú mismo no te aceptas, cómo te van a aceptar los demás. El mayor prejuicio era mío porque yo no quería asumir quién era. El hecho de formar parte de una familia como la mía tuvo su incidencia, todos me reclaman a ver cuándo voy a tener un hijo.

Y yo quiero tener hijos pero no quiero para eso casarme con un hombre. Nada ha sido ni será fácil, pero después de asumirme y sobre todo de aceptarme, puedo vivir mejor.

De este encuentro me llevo también la convicción de que tenemos que romper varias barreras todavía, muchas impuestas por nosotros mismos, en el mismo colectivo LGTB.

La libertad se conquista primero desde adentro de uno mismo. Cuando logremos entender eso, podremos enfrentarnos a la vida de otra forma. Liberarnos de nuestras propias cadenas es el comienzo.