“Guillermo Rivera, ese pequeño gigante…”

-¿Recuerdas cuándo conociste a Guillermo?
-Sí, fue acá en Argentina, pienso que en la Conferencia de la UITA en Los Cocos, en Córdoba (2000), y luego nos encontramos en varias actividades internacionales.

Hoy lo siento un amigo, y estoy convencido que él siente lo mismo por mí.

-¿Qué destacas de Guillermo?
-Su personalidad, su firmeza. Ser dirigente sindical no es una tarea sencilla, pero en Colombia es un pasaporte a la muerte. Guillermo continúa allá en Urabá, siendo un líder indiscutido.

Otra cosa que me sorprende en Guillermo es su actitud y la contundencia de sus discursos. Ahora que lo conozco bastante bien sé que es uno de esos tipos que no se doblegan y su tono de voz emana autoridad.

Siento una gran admiración por él, yo creo que Guillermo es de esos dirigentes que aparecen de tanto en tanto.

-Y quien no lo conoce pensará que se trata de una persona dura…
-Nada que ver (sonrisas). Guillermo tiene un corazón inmenso, tiene un corazón más grande que todo su cuerpo.

Es amigo, solidario, un tipo que cuando habla se lo ve emocionado y eso es lo que tenemos que sentir los dirigentes. Si no tenemos emoción no podemos transmitir nada y mucho menos defender a nuestra gente. Por eso se lo respeta tanto, porque él está convencido de lo que dice y de lo que hace.

-Es difícil que Guillermo hable y la gente no pare la oreja…
-El transmite mucha pasión y una genuina vocación de servicio en un país como Colombia y en su región Urabá, donde tantos compañeros fueron asesinados y mataron a tanta gente joven con posibilidades de ser grandes dirigentes.

Yo siento una gran admiración por ese pequeño gigante. Hay algo innato en él que no se aprende en ninguna escuela, ni en la universidad.

Es un gran líder y eso no se compra, no se aprende, eso lo lleva en la sangre.

Y porque es un líder y la gente lo sigue es un tipo peligroso para todos aquellos grupos que no creen en la democracia ni en el movimiento sindical.