25
Abril
2017
Ritmo de corte
Jacson Almeida e Larissa Linder

La velocidad en las líneas de producción de la industria frigorífica es uno de los principales factores que conducen a enfermedades de los trabajadores. De los cinco acuerdos de ajuste entre la justicia y las empresas, cuatro se encuentran en Santa Catarina.
"Jurgis observó a los hombres en el matadero maravillado
con la velocidad y el poder de ellos como si fueran máquinas increíbles. (...)
El ritmo que establecieron aquí era aquel que exigía cada facultad de un hombre - en el instante en que el primer novillo caía al sonido del silbato del mediodía, y nuevamente de doce y media hasta quién sabe qué hora de tarde o la noche, nunca hubo un momento de descanso para el hombre, su mano, su ojo o su cerebro. (...) y si cualquier hombre no pudiese seguir el ritmo, había cientos ahí afuera implorando para intentarlo".
(Fragmento adaptado del libro The jungle, romance del periodista estadounidense
Upton Sinclair publicado en 1906)
con la velocidad y el poder de ellos como si fueran máquinas increíbles. (...)
El ritmo que establecieron aquí era aquel que exigía cada facultad de un hombre - en el instante en que el primer novillo caía al sonido del silbato del mediodía, y nuevamente de doce y media hasta quién sabe qué hora de tarde o la noche, nunca hubo un momento de descanso para el hombre, su mano, su ojo o su cerebro. (...) y si cualquier hombre no pudiese seguir el ritmo, había cientos ahí afuera implorando para intentarlo".
(Fragmento adaptado del libro The jungle, romance del periodista estadounidense
Upton Sinclair publicado en 1906)
El accidente que hizo que Marcos perdiera parte de un dedo es representativo del ritmo de la industria de la carne. En menos de cinco segundos, el índice pasó por la cuchilla que separa la cabeza del cuerpo del pollo. Cuando la máquina se detuvo, ya había cortado nervio y hueso.
Hace cuatro años, el trabajador cambió la escasez de empleo en el interior de Bahía por la producción frenética de los frigoríficos en Santa Catarina.
Pasó por la mayoría de los sectores: colgó en promedio 18 aves por minuto, desosó un muslo de pollo cada 15 segundos y separó cientos de menudos en un día.
Todo esto en una jornada laboral de al menos nueve horas 48 minutos por un salario de alrededor de mil reales, 317 dólares aproximadamente.
La distancia que separa en el tiempo a Jurgis, personaje creado por el periodista y escritor estadounidense Upton Sinclair basado en los inmigrantes que se ganaban la vida en los mataderos de Chicago, y Marcos es de un siglo.
En los Estados Unidos de 1906 y en el Brasil de hoy, el ritmo impuesto a los trabajadores que faenan y procesan vacunos, cerdos y pollos es intenso.
A pesar de las mejoras de los últimos años, la velocidad de las norias, el exceso de horas extra, los trayectos de tres horas para llegar a la empresa e incluso casos de trabajo infantil siguen formando parte de este universo y contribuyen a elevar las estadísticas de enfermedades y accidentes laborales.
En comparación con los trabajadores en general, un empleado de frigoríficos tiene siete veces más probabilidades de desarrollar trastornos del sistema nervioso, incluyendo una amplia gama de enfermedades, tales como la parálisis facial.
Esta cifra forma parte de una tabla del Instituto Nacional de Seguridad Social (INSS) que cruza datos de enfermedades y actividades económicas.
Debido a la cantidad de movimientos por minuto, hay una tendencia a lesiones en huesos, músculos y ligamentos. La temperatura del ambiente, alrededor de 10 ° C, es un factor agravante.
Estos trabajadores también son cuatro veces más propensos a sufrir de depresión. Las mujeres son 4,4 veces más propensas a sufrir aborto involuntario.
En ambos casos, sin embargo, a pesar de los números, la Seguridad Social no reconoce la actividad laboral como causa de esas dolencias. Entre los médicos, hay opiniones a favor y en contra de la posición del instituto.
Hace cuatro años, el trabajador cambió la escasez de empleo en el interior de Bahía por la producción frenética de los frigoríficos en Santa Catarina.
Pasó por la mayoría de los sectores: colgó en promedio 18 aves por minuto, desosó un muslo de pollo cada 15 segundos y separó cientos de menudos en un día.
Todo esto en una jornada laboral de al menos nueve horas 48 minutos por un salario de alrededor de mil reales, 317 dólares aproximadamente.
La distancia que separa en el tiempo a Jurgis, personaje creado por el periodista y escritor estadounidense Upton Sinclair basado en los inmigrantes que se ganaban la vida en los mataderos de Chicago, y Marcos es de un siglo.
En los Estados Unidos de 1906 y en el Brasil de hoy, el ritmo impuesto a los trabajadores que faenan y procesan vacunos, cerdos y pollos es intenso.
A pesar de las mejoras de los últimos años, la velocidad de las norias, el exceso de horas extra, los trayectos de tres horas para llegar a la empresa e incluso casos de trabajo infantil siguen formando parte de este universo y contribuyen a elevar las estadísticas de enfermedades y accidentes laborales.
En comparación con los trabajadores en general, un empleado de frigoríficos tiene siete veces más probabilidades de desarrollar trastornos del sistema nervioso, incluyendo una amplia gama de enfermedades, tales como la parálisis facial.
Esta cifra forma parte de una tabla del Instituto Nacional de Seguridad Social (INSS) que cruza datos de enfermedades y actividades económicas.
Debido a la cantidad de movimientos por minuto, hay una tendencia a lesiones en huesos, músculos y ligamentos. La temperatura del ambiente, alrededor de 10 ° C, es un factor agravante.
Estos trabajadores también son cuatro veces más propensos a sufrir de depresión. Las mujeres son 4,4 veces más propensas a sufrir aborto involuntario.
En ambos casos, sin embargo, a pesar de los números, la Seguridad Social no reconoce la actividad laboral como causa de esas dolencias. Entre los médicos, hay opiniones a favor y en contra de la posición del instituto.
Campeona en accidentes
La industria frigorífica y sus más de 16.000 casos
En 2015, la industria frigorífica fue la tercera causante de accidentes en el país, con 16.600 casos, según el último anuario del INSS.
En Santa Catarina, el sector es segundo en esta materia con 2.093 accidentes, superado apenas por el sector de fundido de hierro y acero (2.217), según cifras de 2014, los últimos datos disponibles.
Según el procurador del Ministerio Público de Trabajo en Santa Catarina (MPT) Sandro Sardá, coordinador nacional del Proyecto de Adecuación de las Condiciones Laborales en los frigoríficos, el ritmo sigue siendo el principal problema.
El médico laboral Roberto Ruiz explica que un trabajador de esta industria llega a realizar de 60 a 70 movimientos por minuto, dependiendo del sector, mientras que el nivel que se considera apropiado según las normas de seguridad sería 33.
Ruiz integró la comisión nacional que relató y aprobó a finales de 2012 la norma reguladora número 36 (NR 36), considerada un hito en el sector.
La norma impuso varias obligaciones a las empresas, incluidos los descansos a los trabajadores a lo largo de la jornada laboral. Sin embargo, los problemas persisten, como lo certifica la presidenta de la Asociación Catarinense de Medicina del Trabajo, Denise F. Brzozowski, que actuó desde 1994 hasta 2008 en compañías frigoríficas.
La NR 36 fue un avance, pero siempre hay dificultades para cumplir con las reglamentaciones.
La adopción de esta norma no significa que automáticamente se registre una reducción de las enfermedades o de la exposición al riesgo. Se requiere de mucha voluntad empresarial para aplicar la NR 36 en todo su contexto, dice Brzozowski.
Las demandas de indemnizaciones (muchas impulsadas por el MPT) han sido numerosas.
El año pasado, las tres empresas con mayor número de casos en el Tribunal de Trabajo del estado fueron frigoríficas: BRF (1.072 casos), Aurora (1058) y Seara-JBS (1013), por encima del Estado y la industria metalúrgica.
Más recientemente, sin embargo, las empresas y el MPT comenzaron a abordar el tema a través de acuerdos que apuntan, entre otras metas, a reducir el ritmo de trabajo. De los cinco acuerdos suscritos entre empresas y fiscales en el país, cuatro se han plasmado en Santa Catarina.
El último fue aprobado por la justicia la semana pasada. En el documento, el MPT busca reducir el ritmo en la unidad de la empresa Macedo en San José, adquirida en 2014 por JBS, esta última considerada por Sardá una de las peores compañías en lo que refiere a condiciones de trabajo.
Entre 2011 y 2015, 393 de los aproximadamente 1.200 trabajadores solicitaron licencia por enfermedad.
Los datos toman en cuenta solo a aquellos trabajadores que se mantuvieron alejados por más de 15 días y sumaron a las estadísticas del INSS. Todavía hay un número significativo de personas que alternan en los certificados médicos de menor tiempo.
Ahora, esta unidad de JBS deberá cumplir un cronograma para reducir la velocidad de las máquinas. El personal del sector que cuelga los pollos, que llegaban a colocar un promedio de 18,8 aves por minuto en los ganchos, debe pasar a colgar 14.
Esto hará que el trabajador deje de realizar 56 movimientos por minuto y pase a hacer 34.
El incumplimiento de las condiciones implica una multa de 50.000 reales (15.880 dólares) por mes, con un tope de un millón de reales (317.000 dólares) por año.
El gigante de la industria también tendrá que pagar una indemnización de 9 millones de reales (2,8 millones de dólares), destinada a crear programas de rehabilitación de empleados y ex empleados.
Consultada JBS a través de una nota dijo que "reitera su compromiso con la seguridad de sus empleados e informa que realiza permanentemente inversiones y mejoras en los procesos administrativos, estructurales y de producción, con el objetivo de garantizar las mejores condiciones de trabajo. Además, la compañía aclara que no hace comentarios sobre procesos judiciales en curso”.
En Santa Catarina, el sector es segundo en esta materia con 2.093 accidentes, superado apenas por el sector de fundido de hierro y acero (2.217), según cifras de 2014, los últimos datos disponibles.
Según el procurador del Ministerio Público de Trabajo en Santa Catarina (MPT) Sandro Sardá, coordinador nacional del Proyecto de Adecuación de las Condiciones Laborales en los frigoríficos, el ritmo sigue siendo el principal problema.
El médico laboral Roberto Ruiz explica que un trabajador de esta industria llega a realizar de 60 a 70 movimientos por minuto, dependiendo del sector, mientras que el nivel que se considera apropiado según las normas de seguridad sería 33.
Ruiz integró la comisión nacional que relató y aprobó a finales de 2012 la norma reguladora número 36 (NR 36), considerada un hito en el sector.
La norma impuso varias obligaciones a las empresas, incluidos los descansos a los trabajadores a lo largo de la jornada laboral. Sin embargo, los problemas persisten, como lo certifica la presidenta de la Asociación Catarinense de Medicina del Trabajo, Denise F. Brzozowski, que actuó desde 1994 hasta 2008 en compañías frigoríficas.
La NR 36 fue un avance, pero siempre hay dificultades para cumplir con las reglamentaciones.
La adopción de esta norma no significa que automáticamente se registre una reducción de las enfermedades o de la exposición al riesgo. Se requiere de mucha voluntad empresarial para aplicar la NR 36 en todo su contexto, dice Brzozowski.
Las demandas de indemnizaciones (muchas impulsadas por el MPT) han sido numerosas.
El año pasado, las tres empresas con mayor número de casos en el Tribunal de Trabajo del estado fueron frigoríficas: BRF (1.072 casos), Aurora (1058) y Seara-JBS (1013), por encima del Estado y la industria metalúrgica.
Más recientemente, sin embargo, las empresas y el MPT comenzaron a abordar el tema a través de acuerdos que apuntan, entre otras metas, a reducir el ritmo de trabajo. De los cinco acuerdos suscritos entre empresas y fiscales en el país, cuatro se han plasmado en Santa Catarina.
El último fue aprobado por la justicia la semana pasada. En el documento, el MPT busca reducir el ritmo en la unidad de la empresa Macedo en San José, adquirida en 2014 por JBS, esta última considerada por Sardá una de las peores compañías en lo que refiere a condiciones de trabajo.
Entre 2011 y 2015, 393 de los aproximadamente 1.200 trabajadores solicitaron licencia por enfermedad.
Los datos toman en cuenta solo a aquellos trabajadores que se mantuvieron alejados por más de 15 días y sumaron a las estadísticas del INSS. Todavía hay un número significativo de personas que alternan en los certificados médicos de menor tiempo.
Ahora, esta unidad de JBS deberá cumplir un cronograma para reducir la velocidad de las máquinas. El personal del sector que cuelga los pollos, que llegaban a colocar un promedio de 18,8 aves por minuto en los ganchos, debe pasar a colgar 14.
Esto hará que el trabajador deje de realizar 56 movimientos por minuto y pase a hacer 34.
El incumplimiento de las condiciones implica una multa de 50.000 reales (15.880 dólares) por mes, con un tope de un millón de reales (317.000 dólares) por año.
El gigante de la industria también tendrá que pagar una indemnización de 9 millones de reales (2,8 millones de dólares), destinada a crear programas de rehabilitación de empleados y ex empleados.
Consultada JBS a través de una nota dijo que "reitera su compromiso con la seguridad de sus empleados e informa que realiza permanentemente inversiones y mejoras en los procesos administrativos, estructurales y de producción, con el objetivo de garantizar las mejores condiciones de trabajo. Además, la compañía aclara que no hace comentarios sobre procesos judiciales en curso”.
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La NR 36
Un avance que aún no alcanza
Para llegar a estos acuerdos y a la NR 36, se transitó un extenso camino. A lo largo del trayecto salió a la luz uno de los casos más emblemáticos del estado, el de Valdirene da Silva, una trabajadora con de 11 años en Cargill, de Forquilhinha, localidad al sur de Santa Catarina, posteriormente comprada por JBS.
Después de convivir con el dolor a causa de una lesión por esfuerzo repetitivo (LER), vio cómo la enfermedad evolucionó hasta necesitar la amputación de su brazo derecho en 2014. Como llegó a un acuerdo con la empresa, no habla del tema.
“En el momento en que se está mutilando a trabajadores, es el Estado quien paga. El trabajador que se enferma va a la Seguridad Social. Esta mujer tuvo el brazo amputado a los 38 años de edad, en la plenitud de su vida laboral - dice el presidente del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación de Criciúma y Región (Sintiacr), Célio Elias.
Las horas extra agravan los problemas experimentados por quienes están en el ramo. Para el procurador Sardá, si bien las empresas son más conscientes hoy en día, las jornadas laborales por encima de lo que prevé la legislación todavía se producen. A pesar del riesgo para su salud, los trabajadores realizan horas extra para aumentar sus ingresos.
Esto se evidencia en una encuesta respondida por casi mil trabajadores de los estados de Paraná y Santa Catarina, llevada a cabo en 2015 por las organizaciones sindicales de la región y médicos del trabajo. Cuando se les consultó sobre la razón para hacer horas extra, el 47 por ciento dijo que lo hacen por necesidad. Otro 28 por ciento dijo que fueron obligados por la empresa.
Un informe de la inspectora del Ministerio de Trabajo Lílian Rezende demuestra que las horas extraordinarias pueden darse por requerimiento de las empresas, como reveló la encuesta. En 2014, las inspecciones realizadas en JBS de San José mostraron que sólo en agosto y septiembre de ese año, se encontraron más de 3.500 casos de jornadas laborales que excedían las 10 horas diarias.
En general, la empresa exigía jornadas de 14 horas de forma habitual, pero había quienes realizaban hasta 18 horas. La inspección también encontró que los empleados descansaban sólo cuatro horas entre el final de una jornada y el comienzo de otra. La ley exige un mínimo de 11.
Debido a las irregularidades, la compañía terminó siendo objeto de una demanda civil presentada por el MPT.
El año pasado, el Tribunal Regional del Trabajo (TRT) determinó que JBS cumpliera la legislación laboral y dispuso una multa de 50.000 reales (15.880 dólares) por mes por punto incumplido.
Además de las horas extraordinarias, hay otras que han sido objeto de pronunciamientos del Tribunal de Trabajo: son las llamadas horas in itinire, el tiempo de traslado de la casa del empleado al trabajo.
Al no lograr contratar suficientes trabajadores dentro de los municipios, las empresas han ido en busca de ellos en ciudades cada vez más distantes, inclusive en los estados vecinos.
Hay quienes van diariamente, por ejemplo, de Lages a Capinzal, recorriendo una distancia de más de 180 kilómetros.
En algunas situaciones reportadas durante los juicios, se descubre que el trabajador llega a perder de cinco a seis horas por día solamente en el traslado. Considerando una jornada de 9h48min, serían alrededor de 15 o 16 horas al día para ganar alrededor de 1000 reales (317 dólares).
La legislación laboral establece que cuando no hay líneas regulares de transporte a la empresa, el empleador debe hacerse responsable. En este caso, el tiempo de viaje se debe incorporar a la jornada laboral y por lo tanto ser pagado como horas extra si excede la jornada legal.
Blanco de diversos juicios de este tipo, BRF afirma que existe un convenio colectivo con el sindicato que lo exime de esa obligación.
El TRT, sin embargo, considera que un convenio colectivo no puede estar por encima de un derecho previsto por la ley. BRF se ha negado a responder preguntas al respecto
Después de convivir con el dolor a causa de una lesión por esfuerzo repetitivo (LER), vio cómo la enfermedad evolucionó hasta necesitar la amputación de su brazo derecho en 2014. Como llegó a un acuerdo con la empresa, no habla del tema.
“En el momento en que se está mutilando a trabajadores, es el Estado quien paga. El trabajador que se enferma va a la Seguridad Social. Esta mujer tuvo el brazo amputado a los 38 años de edad, en la plenitud de su vida laboral - dice el presidente del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación de Criciúma y Región (Sintiacr), Célio Elias.
Las horas extra agravan los problemas experimentados por quienes están en el ramo. Para el procurador Sardá, si bien las empresas son más conscientes hoy en día, las jornadas laborales por encima de lo que prevé la legislación todavía se producen. A pesar del riesgo para su salud, los trabajadores realizan horas extra para aumentar sus ingresos.
Esto se evidencia en una encuesta respondida por casi mil trabajadores de los estados de Paraná y Santa Catarina, llevada a cabo en 2015 por las organizaciones sindicales de la región y médicos del trabajo. Cuando se les consultó sobre la razón para hacer horas extra, el 47 por ciento dijo que lo hacen por necesidad. Otro 28 por ciento dijo que fueron obligados por la empresa.
Un informe de la inspectora del Ministerio de Trabajo Lílian Rezende demuestra que las horas extraordinarias pueden darse por requerimiento de las empresas, como reveló la encuesta. En 2014, las inspecciones realizadas en JBS de San José mostraron que sólo en agosto y septiembre de ese año, se encontraron más de 3.500 casos de jornadas laborales que excedían las 10 horas diarias.
En general, la empresa exigía jornadas de 14 horas de forma habitual, pero había quienes realizaban hasta 18 horas. La inspección también encontró que los empleados descansaban sólo cuatro horas entre el final de una jornada y el comienzo de otra. La ley exige un mínimo de 11.
Debido a las irregularidades, la compañía terminó siendo objeto de una demanda civil presentada por el MPT.
El año pasado, el Tribunal Regional del Trabajo (TRT) determinó que JBS cumpliera la legislación laboral y dispuso una multa de 50.000 reales (15.880 dólares) por mes por punto incumplido.
Además de las horas extraordinarias, hay otras que han sido objeto de pronunciamientos del Tribunal de Trabajo: son las llamadas horas in itinire, el tiempo de traslado de la casa del empleado al trabajo.
Al no lograr contratar suficientes trabajadores dentro de los municipios, las empresas han ido en busca de ellos en ciudades cada vez más distantes, inclusive en los estados vecinos.
Hay quienes van diariamente, por ejemplo, de Lages a Capinzal, recorriendo una distancia de más de 180 kilómetros.
En algunas situaciones reportadas durante los juicios, se descubre que el trabajador llega a perder de cinco a seis horas por día solamente en el traslado. Considerando una jornada de 9h48min, serían alrededor de 15 o 16 horas al día para ganar alrededor de 1000 reales (317 dólares).
La legislación laboral establece que cuando no hay líneas regulares de transporte a la empresa, el empleador debe hacerse responsable. En este caso, el tiempo de viaje se debe incorporar a la jornada laboral y por lo tanto ser pagado como horas extra si excede la jornada legal.
Blanco de diversos juicios de este tipo, BRF afirma que existe un convenio colectivo con el sindicato que lo exime de esa obligación.
El TRT, sin embargo, considera que un convenio colectivo no puede estar por encima de un derecho previsto por la ley. BRF se ha negado a responder preguntas al respecto
Precariedad en toda la cadena productiva
Y excesos de todo tipo
Si dentro de los frigoríficos puede haber problemas, fuera de ellos las condiciones tienden a ser peores.
La cadena productiva de la agroindustria es compleja e implica una serie de etapas. Quizá no se sepa, pero el filete de pollo que llega al supermercado depende de los atrapadores de aves, que en muchos casos son trabajadores tercerizados.
Funciona así: un día antes de la “atrapada”, los frigoríficos avisan a las empresas tercerizadas la hora y la dirección en que se hará el trabajo. Puede ser en la misma ciudad o en una zona más remota. La tercerizada recluta un equipo – que se prepara para eso- y lo conduce al lugar indicado. La tarea es atrapar las aves vivas, ponerlas en cajas y transportarlas a los camiones.
Sería fácil si el volumen no fuese gigantesco.
Santa Catarina es el estado que produce más aves en el país: 864 millones fueron faenadas en 2016, 2,36 millones por día. Cada aviario tiene al menos 20.000 aves y la tarea consiste en cargar cajas de hasta 30 quilos, varias horas por día.
La informalidad, recurrente en el medio, da lugar a jornadas por encima del límite legal y otras irregularidades.
“Era eso o trabajar en la mina de carbón, lo que es peor”, dice Tomás, de 22 años, y ocho atrapando pollos, siempre de manera informal.
Actualmente Tomás está encargado del grupo de ocho personas que atrapa pollos dentro del estado. Su salario es de 2.200 reales (695 dólares), sin descuentos, ya que no está registrado en la seguridad social, y con ellos mantiene a su esposa y sus dos hijos y deberá mantener también al tercer vástago que la pareja está esperando.
La cadena productiva de la agroindustria es compleja e implica una serie de etapas. Quizá no se sepa, pero el filete de pollo que llega al supermercado depende de los atrapadores de aves, que en muchos casos son trabajadores tercerizados.
Funciona así: un día antes de la “atrapada”, los frigoríficos avisan a las empresas tercerizadas la hora y la dirección en que se hará el trabajo. Puede ser en la misma ciudad o en una zona más remota. La tercerizada recluta un equipo – que se prepara para eso- y lo conduce al lugar indicado. La tarea es atrapar las aves vivas, ponerlas en cajas y transportarlas a los camiones.
Sería fácil si el volumen no fuese gigantesco.
Santa Catarina es el estado que produce más aves en el país: 864 millones fueron faenadas en 2016, 2,36 millones por día. Cada aviario tiene al menos 20.000 aves y la tarea consiste en cargar cajas de hasta 30 quilos, varias horas por día.
La informalidad, recurrente en el medio, da lugar a jornadas por encima del límite legal y otras irregularidades.
“Era eso o trabajar en la mina de carbón, lo que es peor”, dice Tomás, de 22 años, y ocho atrapando pollos, siempre de manera informal.
Actualmente Tomás está encargado del grupo de ocho personas que atrapa pollos dentro del estado. Su salario es de 2.200 reales (695 dólares), sin descuentos, ya que no está registrado en la seguridad social, y con ellos mantiene a su esposa y sus dos hijos y deberá mantener también al tercer vástago que la pareja está esperando.
Un poco menos esclavos
Pero falta mucho
En 2015, inspectores del Ministerio de Trabajo encontraron a 12 personas en situación análoga a la esclavitud en Forquilhinha.
Reclutados en Paraná con la promesa de buenos salarios y vivienda, terminaron en una mina abandonada. Para la captura de los pollos recorrieron enormes distancias en vehículos precarios. La empresa tercerizada, que trabajaba para un gigante de la industria, fue multada.
Situaciones como esta se han vuelto algo menos comunes. Las condiciones mejoraron en la última década, ya que el nivel de informalidad se ha reducido, según la inspectora de trabajo Lílian Rezende.
Sin embargo, en casi todas las inspecciones se encuentran irregularidades, dice “El mayor problema sigue siendo la jornada de trabajo. En primer lugar porque es variable. El Código de Trabajo dice que el contrato no se puede cambiar de manera unilateral, pero los empleadores demandan a diario realizar jornadas en horarios diferentes, sin intervalo adecuado, sin descanso de 11 horas entre una jornada y otra”, destaca Lilian, responsable del control en las zonas rurales.
La razón es que las avícolas se niegan a mantener una rutina organizada, apunta.
Reclutados en Paraná con la promesa de buenos salarios y vivienda, terminaron en una mina abandonada. Para la captura de los pollos recorrieron enormes distancias en vehículos precarios. La empresa tercerizada, que trabajaba para un gigante de la industria, fue multada.
Situaciones como esta se han vuelto algo menos comunes. Las condiciones mejoraron en la última década, ya que el nivel de informalidad se ha reducido, según la inspectora de trabajo Lílian Rezende.
Sin embargo, en casi todas las inspecciones se encuentran irregularidades, dice “El mayor problema sigue siendo la jornada de trabajo. En primer lugar porque es variable. El Código de Trabajo dice que el contrato no se puede cambiar de manera unilateral, pero los empleadores demandan a diario realizar jornadas en horarios diferentes, sin intervalo adecuado, sin descanso de 11 horas entre una jornada y otra”, destaca Lilian, responsable del control en las zonas rurales.
La razón es que las avícolas se niegan a mantener una rutina organizada, apunta.
JBS y BRF
El trabajador todavía es más barato
Peor que la informalidad, dice el procurador Sardá, es la situación de quienes pasan al grupo de los que no pueden regresar al trabajo debido a enfermedades y tampoco pueden jubilarse.
Fue en este limbo donde quedó Julia. Hija de agricultores, tenía 19 años en 1999 cuando consiguió su primer trabajo en un frigorífico. Aguantó hasta 2003.
En ese año, el dolor en el cuello, los hombros y el pecho empeoraron. Ni los médicos de la empresa ni los de la ciudad diagnosticaron la enfermedad.
Con el apoyo de la Asociación de Portadores de LER de Concordia – creada a partir del elevado número de enfermedades en el sector – se realizó exámenes fuera del municipio que revelaron síndrome de salida torácica, una compresión de los nervios y los vasos en la región pectoral.
Diagnosticada y con dolor crónico, Julia se retiró por el INSS y tuvo que pasar por varias pericias hasta que, en 2010, los médicos de la seguridad social le dieron el alta. Dijeron que sería capaz de volver a trabajar.
“No puedo volver. Ni siquiera puedo peinarme. Me despierto y me duermo con dolor, cada tres meses voy a la emergencia, y ahora los médicos dicen que debería realizarme una cirugía para extirpar una costilla que aliviará la presión y el dolor”, denuncia la trabajadora.
Sin poder trabajar ni jubilarse, vive con una pensión de 120 reales (38 dólares) de su antiguo empleador – derecho obtenido en la justicia - y el salario de su marido. Según Sardá esta es una situación común.
“Esto es peor que ser trabajador informal. ¿Qué país con una visión de futuro destruye la salud de las personas para cortar pollo? El costo social de esto es muy alto”, afirma.
Aurora Alimentos, con sede en el oeste del estado, sostiene que la industria no puede ser tratada de forma generalizada, como la que más provoca enfermedades, y afirma que incluso los trabajadores que ahora pueden jubilarse permanecen en la compañía.
“Tenemos aproximadamente 800 empleados con más de 20 años de actividad", dijo en un comunicado.
Para reducir las enfermedades profesionales, la médica Denise Brzozowski explica que es necesario actuar en varios frentes.
Un lugar de trabajo inadecuado causa enfermedades, dice. El profesor de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y ergonomista Antonio Moro, que investiga la industria desde hace una década, defiende la jornada limitada de seis horas.
Pero hay quienes abogan que para poner fin a estos costos sociales se debe aumentar la automatización. A pesar de que ello implique pérdida de puestos de trabajo, Julia lo ve como algo "en parte, positivo".
El auditor fiscal del Trabajo Valter Paulo Fuck, que opera en Chapecó, fue tajante: “No queremos cortadores manuales de pollo. Esto es algo típico de países del tercer mundo. Es preferible un operador de máquina”.
BRF y JBS no respondieron a preguntas acerca de la automatización. En cambio Aurora Alimentos dijo que tiene la intención de aumentar la inversión en equipos “en la medida en que la mano de obra escasee y dentro de nuestros recursos financieros”.
Un ejecutivo del sector, que habló bajo condición de anonimato, dijo que la tendencia es ir hacia líneas de montaje más automatizadas pero admitió que en Brasil todavía es más barato contratar trabajadores que invertir en maquinaria.
Fue en este limbo donde quedó Julia. Hija de agricultores, tenía 19 años en 1999 cuando consiguió su primer trabajo en un frigorífico. Aguantó hasta 2003.
En ese año, el dolor en el cuello, los hombros y el pecho empeoraron. Ni los médicos de la empresa ni los de la ciudad diagnosticaron la enfermedad.
Con el apoyo de la Asociación de Portadores de LER de Concordia – creada a partir del elevado número de enfermedades en el sector – se realizó exámenes fuera del municipio que revelaron síndrome de salida torácica, una compresión de los nervios y los vasos en la región pectoral.
Diagnosticada y con dolor crónico, Julia se retiró por el INSS y tuvo que pasar por varias pericias hasta que, en 2010, los médicos de la seguridad social le dieron el alta. Dijeron que sería capaz de volver a trabajar.
“No puedo volver. Ni siquiera puedo peinarme. Me despierto y me duermo con dolor, cada tres meses voy a la emergencia, y ahora los médicos dicen que debería realizarme una cirugía para extirpar una costilla que aliviará la presión y el dolor”, denuncia la trabajadora.
Sin poder trabajar ni jubilarse, vive con una pensión de 120 reales (38 dólares) de su antiguo empleador – derecho obtenido en la justicia - y el salario de su marido. Según Sardá esta es una situación común.
“Esto es peor que ser trabajador informal. ¿Qué país con una visión de futuro destruye la salud de las personas para cortar pollo? El costo social de esto es muy alto”, afirma.
Aurora Alimentos, con sede en el oeste del estado, sostiene que la industria no puede ser tratada de forma generalizada, como la que más provoca enfermedades, y afirma que incluso los trabajadores que ahora pueden jubilarse permanecen en la compañía.
“Tenemos aproximadamente 800 empleados con más de 20 años de actividad", dijo en un comunicado.
Para reducir las enfermedades profesionales, la médica Denise Brzozowski explica que es necesario actuar en varios frentes.
Un lugar de trabajo inadecuado causa enfermedades, dice. El profesor de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y ergonomista Antonio Moro, que investiga la industria desde hace una década, defiende la jornada limitada de seis horas.
Pero hay quienes abogan que para poner fin a estos costos sociales se debe aumentar la automatización. A pesar de que ello implique pérdida de puestos de trabajo, Julia lo ve como algo "en parte, positivo".
El auditor fiscal del Trabajo Valter Paulo Fuck, que opera en Chapecó, fue tajante: “No queremos cortadores manuales de pollo. Esto es algo típico de países del tercer mundo. Es preferible un operador de máquina”.
BRF y JBS no respondieron a preguntas acerca de la automatización. En cambio Aurora Alimentos dijo que tiene la intención de aumentar la inversión en equipos “en la medida en que la mano de obra escasee y dentro de nuestros recursos financieros”.
Un ejecutivo del sector, que habló bajo condición de anonimato, dijo que la tendencia es ir hacia líneas de montaje más automatizadas pero admitió que en Brasil todavía es más barato contratar trabajadores que invertir en maquinaria.
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NOTA: Los trabajadores entrevistados pideron manterner el anonimato recibiendo nombres ficticios.
Arte: Ben Ami Scopinho sobre fotos de Cristiano Estrela, Sirli Freitas
Nota del Editor: Los intertítulos pertenecen a Rel-UITA