06
Octubre
2015
España | HRCT | SINDICATOS | CAMARERAS

“No nos vean como pobrecitas. El paternalismo ni lo queremos ni lo necesitamos”

Ernest Cañada
20151006 Pepi Garcia 714

Foto: Ernest Cañada

La historia de Pepi García Lupiáñez está marcada por la lucha sindical y la militancia en la solidaridad internacional, especialmente con el pueblo árabe. Nació en Alucema, Marruecos, pero se crió en Cartagena, Murcia.

A los 12 años se trasladó a Málaga y empezó a trabajar desde muy joven, primero en el sector textil desde los 14 años y luego en la hostelería a partir de los 21.

Participó en la actividad sindical vinculada a las Comisiones Obreras, por lo que fue despedida en diversas ocasiones.

Cuando su nombre como sindicalista era ya conocido en todas las empresas textiles de Málaga, tuvo que buscar trabajo en el sector de la hostelería, como camarera de piso.

Después de pasar por varios hoteles, hace 36 años empezó a trabajar en el Hotel Timor Sol, en Torremolinos, perteneciente a la cadena hotelera Sol Meliá.

Desde las primeras elecciones sindicales fue elegida como delegada sindical y a partir de entonces no ha dejado de serlo. Hace seis años que es la presidenta del comité de empresa.

Reivindica como principio sindical no separarse nunca de su clase ni de sus compañeros. El suyo es un compromiso de clase.

-¿Cuándo comenzaste a trabajar como camarera de piso?
-Empecé a trabajar como camarera a los 21 años. Yo venía del sector del textil, en el que estaba trabajando desde los 14.

Me despidieron de todas las empresas en las que estuve porque estaba en la lucha contra Franco. En la primera estuve tres años pero me echaron porque denuncié cosas de salud laboral. De otra empresa también me despidieron porque me detuvieron en una manifestación y me metieron en la cárcel.

Entonces se corrió la voz y ya se me cerraron las puertas y se me cortó toda posibilidad de seguir trabajo en el textil en Málaga.
 
-¿Y fue entonces que entraste en el sector hotelero?
-Sí, en una época en que había una gran esperanza en la hostelería. Era cuando ibas por toda la costa, de hotel en hotel, pidiendo si hacía falta alguien. Y, efectivamente, siempre hacía falta alguien.

Así empecé en un hotel que se llamaba El Retiro, en el paseo marítimo de Torremolinos. Me hicieron un contrato de seis meses.

1977-1979
Luchas por el convenio

-Inmediatamente viviste la conflictividad laboral que se estaba produciendo en esos años en Málaga en torno a la negociación del convenio del sector de la hostelería.
-Sí, en 1979, a los cuatro meses de estar ahí hubo una de las huelgas más importantes de la hostería en la provincia de Málaga, que duró 18 días.

En Málaga hubo por el convenio dos huelgas muy importantes, una indefinida, en 1977, que la llamamos “la de los pinos” porque nos reuníamos ahí, y luego en 1979, la huelga de los 18 días, y esa es la que me pilló a mí.

De ese hotel yo fui la única que fue a la huelga, porque ahí no había organización sindical, estaba la cosa muy verde.

-¿Por qué fueron tan importantes esas dos huelgas?
-Por el convenio. Todos los puntos magníficos que tenemos hoy en el convenio de Málaga los conseguimos de esas dos huelgas. Hemos vivido de la renta de esas luchas hasta ahora. Ahí fue donde se creó realmente la organización de Comisiones Obreras en la hostelería.

La defensa de la estabilidad

-¿Cómo te afectó que fueras la única de tu hotel en participar en la huelga?
-Pues en cuanto terminó la huelga me despidieron.
 
-¿Qué hiciste entonces?
-Buscar trabajo de nuevo. Estuve en unos apartamentos, trabajé también en el Meliá Costa del Sol y en varios hoteles más. Hasta que llegué a un hotel de la cadena Sol, que está también en el Paseo Marítimo de Torremolinos, el Timor Sol, donde llevo 36 años.

-¿Y ahí empezaste de nuevo con la actividad sindical?
-Al principio pasé un poquito desapercibida, nada más que haciendo análisis de la situación. Y al año, en las primeras elecciones sindicales que hicimos, salí elegida delegada sindical. Desde entonces estoy como delegada.  

Todos éramos eventuales. Estando yo como delegada sindical, empezamos a luchar por ser fijos discontinuos, y lo conseguimos para toda la plantilla.

-¿Por qué era tan importante esa reivindicación?
-Entonces el futuro estaba en los hoteles, era el “boom”. No es como ahora que mientras me sale algo mejor voy a estar en este hotel. Teníamos la idea de hacer nuestra carrera profesional ahí.

Con la eventualidad eso no era posible. Aunque hubiese mucho trabajo, si no había estabilidad no veíamos futuro. La sensación de sentirte segura en donde estás es fundamental.

Las gobernantas y todos los jefes de departamentos jugaban con esa incertidumbre. Tenías que estar en la casa esperando a que te llamara la gobernanta, porque como te llamara y tú no estuvieras en la casa llamaba a la siguiente en su lista. Eso era desesperante.

Todos éramos eventuales pero el hotel tenía actividad permanente, no cerraba nunca, trabajábamos de enero a diciembre. Empezamos a hacer consultas con los abogados de Comisiones y nos dijeron que había una gran posibilidad de conseguir la estabilidad laboral, porque no era una actividad coyuntural.

Con la ley por delante, los delegados logramos que a toda la plantilla la hicieran fija discontinua.

-¿Hubo mucho participación por parte de las trabajadoras?
-Sí. Cuando los objetivos y las reivindicaciones son claros y cuando tus intereses coinciden con los de los otros, tienes una fuerza extraordinaria. Hubo mucha participación, mucha lucha, mucha solidaridad de todo el mundo. Y así fue que en toda la hostelería de Málaga se implantó lo de ser fijos discontinuos.

El trabajo cotidiano
“Vivíamos en los hoteles”

-¿Cómo era el trabajo cotidiano en los hoteles entre finales de los 70 y principios de los 80?
-Fueron momentos muy felices, la verdad. Estábamos en el auge de la hotelería y coincidió que todo el que salía de los estudios se incorporaba. Al ser todos jóvenes la carga de trabajo se hacía un poquito más soportable. Pero además no eran tan abusones como ahora. Siempre ha sido un trabajo duro, pero yo recuerdo que no trabajaba tanto.

Y luego se generó un ambiente familiar y generoso entre todos los trabajadores de la hostelería. En cada hotel había sitios para dormir, porque había mucha inmigración interna y los que vivían en los pueblos se venían a la costa a trabajar. Hacían la vida entera en los hoteles. Se comía, se dormía, todo lo hacíamos ahí, y era un ambiente totalmente de familia.

-¿Y vuestro trabajo específico como camareras de piso?
-Yo no sé por qué, eso habría que estudiarlo, pero a las camareras de piso nos encanta hacer el trabajo que hacemos. Antes, por el rol adjudicado a la mujer, nos era muy fácil tener una habitación limpita, y si eso te genera el sentimiento de que trabajar es fácil.

A mí también me gustaba porque me introdujo al mundo exterior, porque era cuando los españoles no viajábamos fuera vacaciones. Empecé a estudiar inglés, francés, se me abrió un mundo, descubrir formas de vida diferentes, no te olvides que salíamos de la dictadura.
Desde entonces me enganché a los que viven fuera de España, a sus culturas.


El empeño por ser fija
La estabilidad como motor

-Pero luego siguieron las luchas…
-Después las cosas fueron ya más difíciles. Entonces vino la lucha por hacernos fijos en la empresa.

Asesorados por nuestro abogado, asociado a Comisiones Obreras, hicimos una asamblea a la que acudieron absolutamente todos.
Propusimos que hiciéramos una denuncia individual, que luego se convirtió en colectiva, para conseguir ser fijos en el puesto de trabajo.

Ahí empezaron las dificultades, porque la empresa hizo una campaña diciendo a los trabajadores que no les convenía ser fijos, que era una barbaridad, que ellos les podían asegurar un contrato de 10 meses como fijos discontinuos y que luego podían ir al desempleo dos meses y ganar más dinero.

También nos amenazaron y nos dijeron que como eso siguiera adelante iban a cerrar el hotel tres meses. La gente se asustó y se echó para atrás. Todos menos un compañero y yo. Nosotros seguimos pleiteando y después de cinco años ganamos el juicio y nos hicieron fijos.
Entonces yo soy la única camarera que ha habido fija en el hotel, pero por sentencia judicial.
 
-Imagino que con ese incremento de la fuerza sindical la empresa reaccionaría de algún modo para tratar de reducir vuestra influencia.
-Claro, te cuento un episodio. En una de esas despidieron a una trabajadora, familiar mía, y como no querían que el ambiente se acabara de intoxicar y salieran sindicalistas a punta pala decidieron quitársela de en medio.

Todo el comité de empresa y la despedida hicimos una huelga de hambre. Estuvimos 13 días en la puerta del hotel con una tienda de campaña.
 
Aquí en Málaga esa huelga de hambre por un despido fue una lucha muy importante. Los compañeros salían del trabajo y estaban con nosotros en la puerta. Y todos los hoteles de la costa nos hacían visitas continuamente. Al final se consiguió la readmisión de la compañera.

El sindicalismo del día a día
Trabajo de hormiga contra la explotación

-¿Cómo enfrentasteis las presiones constantes por incrementar vuestra carga de trabajo?
-Aquí la lucha principal ha sido contra la explotación, que es la lucha del día a día. Las gobernantas presionan para que no te fueras hasta haber terminado el trabajo, pero nosotras, que en el departamento de pisos hemos estado muy unidas, no lo aceptamos nunca.

Era un hecho evidente que tú a las 4 de la tarde te ibas, aunque te quedara algo por hacer. Es más, todas teníamos que ir a ver a la gobernanta para decirle si había un cliente sin hacer, si a alguno le falta no sé qué, o si quedaba alguna habitación de salida. Pero a las 4 se terminaba y ahí no había nada más ya.
   
-¿Alguna otra lucha relevante?
-Hubo una muy bonita sobre la igualdad salarial. Un día, hace ya nueve o diez años, estábamos muy cansadas, sudando, con una gran presión, y dijimos que esto no podía seguir así, que estábamos cobrando una mierda.

Hicimos una asamblea y les demostré que los hombres estaban cobrando más que nosotras, incluso los tres que estaban de valets en nuestro mismo departamento.

Con el rollo de que limpiaban las botellas y las seleccionaban les daban un plus. Al final conseguimos para las camareras de pisos100 euros más todos los meses, que ahora está ya en 130 euros, durante cinco meses al año, los de mayor actividad.

-¿Y lograron ampliarlo al resto de departamentos?
-La empresa cedió con esos 100 euros pero luego ya no estaba dispuesta a alterar el salario fuera de convenio.

-¿Pudisteis incidir en la creación de nuevos puestos de trabajo?
-No había ninguna reunión con la empresa en la que no se hablara del empleo, para que entrara gente en recepción, en cocina, en bares, pero en esa lucha no tuvimos grandes éxitos.

El empleo lo hemos conseguido sobre todo por la resistencia a ser explotados, lo que los obligó a crear nuevos puestos de trabajo.

-Vuestro hotel es muy conocido por toda su trayectoria de lucha sindical.
-El Timor Sol es conocido en toda la costa. Somos un referente por toda la solidaridad y la complicidad que hemos tenido entre toda la plantilla.

De aquí han salido dirigentes sindicales como Manolo García Morales, presidente del comité de empresa durante muchos años y secretario general de hostelería de Andalucía.

-De este proceso disteis el salto a la dirección sindical a nivel estatal. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Manolo y yo fuimos elegidos en el Congreso para estar en la Ejecutiva Federal de Hostelería y Comercio de Comisiones, cuando era FECOTH, y nos tuvimos que ir vivir a Madrid cuatro años. Yo llevaba el tema de medio ambiente y él el de empleo.

Durante esos cuatro años estuve de lunes a viernes en Madrid y me venía corriendo para Málaga para trabajar el sábado y el domingo como camarera en el hotel.
 
-¿Y al terminar esos cuatro años?
-Pues me reincorporo a mi puesto de trabajo.

Un proceso asambleario
La participación, un factor decisivo

-Aparte de la acción sindical en vuestro hotel, otra de las luchas importantes a lo largo de estos años ha sido el convenio provincial en la hostelería. ¿Qué resultados ha tenido?
-Tenemos uno de los mejores convenios. Además hemos practicado una cosa que ha ilusionado a los trabajadores: abrimos un proceso de asambleas por todos los hoteles para hacer la lista de reivindicaciones.

También hacemos asambleas generales y nos ponemos a tope, porque como hay muchos hoteles sin delegados que puedan llevar una asamblea adelante unos ayudamos a los otros.

Todo e aprueba en asamblea. La participación es fundamental en estos convenios. Esa ha sido la clave de la importancia de esos convenios.

En Málaga ha habido un gran poder organizativo de los sindicatos, y hemos contado con grandes dirigentes sindicales como Pepe García Quintana, del Hotel Las Palomas o Manolo García Morales del Timor Sol, así como Gonzalo Fuentes, camarero en el Hotel AC en Málaga o Lola Villalba, lencera en el Hotel Siroco de Benalmadena.

Tiempos difíciles
“La externacionalización desmorona a la clase”

-¿Cómo estás viendo los cambios que se están produciendo estos últimos años en el sector hotelero y qué piensas que debería hacerse desde el mundo sindical?
-Todo esto nos está pillando en un momento de debilidad de los poderes sindicales. Hay mucho miedo entre los trabajadores, porque la competencia de los que están detrás también es muy grande y hay gente dispuesta a trabajar por lo que sea.

El futuro lo veo bastante incierto porque estamos perdiendo muchos derechos, mucha fuerza, y mucha credibilidad también.

Los trabajadores están cansados de esta situación y quieren ver cómo el sindicato se implica en sus problemas, quieren apartarse del sindicalismo del burócrata, el vividor, el que se lleva los dineros, el que engaña…

Los trabajadores reivindican el sindicalista que va a la empresa a verte, a preguntarte, a resolverte problemas.

-Uno de los cambios más lesivos para el conjunto de las trabajadoras y los trabajadores en muchos hoteles es la extensión de la externacionalización.
-Hay un interés de los empresarios por las externacionalizaciones que no dudo que sea económico, pero por encima de eso está la voluntad de desmantelarlos como clase, como organización, como relación de solidaridad.

En el convenio de Málaga tenemos establecido que ningún trabajador en un hotel puede ganar menos que otro, por lo que las subcontratas tienen que hacerse cargo del salario establecido en el convenio.

Igual a los empresarios les sigue interesando la externacionalización, pues ahí se desvincula una parte de los trabajadores del resto de su clase, y el empresario si no saca la rentabilidad en el salario la va a sacar en la explotación, en el horario, en lo que el trabajador hace.

La externacionalización desmorona a la clase, a la familia de los trabajadores y trabajadoras de un hotel.

El paternalismo como obstáculo
Por la autonomía

-En un grupo de discusión con otras camareras de pisos que tuvimos en Málaga recuerdo que planteaste algo muy importante: “no nos vean como víctimas”. 
-No es fácil entender lo que quiero decir con eso. Hasta ahora ha existido un sentimiento paternalista hacia las camareras de pisos, que agradezco porque en definitiva es comprensión y cariño.

Pero eso no puede seguir así: nosotras el paternalismo ni lo queremos ni lo necesitamos. El paternalismo impide que seamos nosotras las que iniciemos la lucha, impide muchas cosas.

A mí no me gusta ir de víctima, no quiero compararme con nadie, ni quiero que nadie me diga “pobrecitas”. Somos un producto más de la explotación y de la avaricia del capitalismo, pero no somos las únicas víctimas ni las últimas explotadas. Simplemente que como somos camareras nos vamos a defender como camareras.