Julio Flores trabaja hace 38 años en la Cervecería Hondureña en San Pedro Sula, a unos 270 kilómetros de Tegucigalpa. La empresa es propiedad de la transnacional belga-brasileña Anheuser-Busch InBev (AB InBev).
-¿Cuál es la situación en el sector tras casi 32 meses de negociación?
-El contrato colectivo se firmó por tres años. Logramos en la negociación 20 meses de retroactividad en materia salarial, pero se percibe un ambiente laboral más hostil y de mayor incumplimiento del contrato colectivo.
Nos preocupan mucho las tercerizaciones, que se dan sobre todo en bodegas, en producción, y fundamentalmente en el departamento de ventas.
El contrato colectivo las prohíbe terminantemente, pero la empresa insiste en volver sobre eso a cada renovación de contrato. Y siempre está empezando una nueva forma de tercerización.
Ya no es la empresa que contrata directamente al proveedor para que vaya a bajar cajas de cervezas o refrescos al mercado.
Ahora vienen los camiones de Wal-Mart, de La Colonia, de Price Smart, llenan y van al mercado a repartir paralelamente a las rutas nuestras que se conforman con afiliados al contrato colectivo.
Eso, tarde o temprano, va a repercutir en el empleo permanente.
El otro problema que tenemos es el de los promotores de ventas, que desde hace 20 años intentan sindicalizarse y a cada intento la empresa los despide.
Hoy se afiliaron más de 80 en todo el país y la empresa dijo que eran de confianza y se negó a deducirles la cuota sindical.
Fuimos a los tribunales, ganamos en primera instancia y en la apelación, pero ellos recurrieron en casación ante la Corte Suprema de Justicia.
Si no se gana ese caso se demostraría que estamos en un país sin derechos, porque el código no prohíbe la afiliación sindical de ningún tipo de trabajador.
Después está el tema de la línea de producción, donde cada trabajador está realizando ahora tareas que antes hacían dos, con lo que la empresa está sustituyendo al mecánico, al electricista, al aseador.
Todos estos casos no resueltos los hemos llevado al Ministerio de Trabajo.
-A pesar de todas estas dificultades, ¿qué se siente ser parte de un sindicato que es un bastión de la lucha popular en Honduras?
-Un compañero de trabajo decía: “yo no sé qué tiene este sindicato que lo mete a uno y lo lleva a hacer cosas que nunca se le pasó por la cabeza hacerlas”.
Hoy nuestra mayor preocupación es cómo quedará este sindicato.
El 85 por ciento de los trabajadores actuales son jóvenes, y los jóvenes quieren hacer las cosas ya, creen que el sindicato no hace nada.
Nosotros tenemos perseverancia y sabemos que nada se resuelve de la noche a la mañana. Cuidamos a esta institución como propia.
-¿Pero la juventud se acerca al sindicato, participa?
-En su mayoría sí. En la planta de San Pedro Sula, en los últimos tres años ha ingresado sobre todo gente de 25 a 30 años, y toda esa muchachada llega al sindicato.
Se han organizado internamente para hablar de las cláusulas del contrato colectivo, pero necesitamos poner más empeño en formarlos.
Ponen entusiasmo al principio pero después no lo concretan, y eso la empresa lo aprovecha para decir que el sindicato no sirve.
La empresa con todo no logró desestabilizarnos.
En Tegucigalpa, Gerardo Iglesias