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Movilización paisana europea

La cólera gatopardesca

Luego de varias semanas las movilizaciones de agricultores y agricultoras que gradualmente fueron incorporando mayores grados de violencia sin que recibieran la acostumbrada respuesta represiva del Estado, parecen ahora haber entrado en un impasse.

Carlos Amorín

8 | 2 | 2024


Imagen: Maxis | Carton Club

Las protestas congregaron a grandes empresas y patrones de macrogranjas, pero también a medianos, pequeños y a productores ecológicos. No todos tienen los mismos intereses ni las mismas dificultades, pero comparten la crisis que atraviesa la agricultura en Europa.

Las recientes movilizaciones de agricultores en Francia fueron contenidas por una serie de anuncios gubernamentales que contempló parte de los reclamos, sobre todo aquellos reivindicados por la Federación Nacional de Sindicatos de Productores Agrícolas (FNSEA, por sus siglas en francés) que representa a los macro “patrones” del sector que en conjunto tienen bajo producción miles de hectáreas, y a muchos de los medianos agricultores que se identifican más con el modelo de producción dominante que con sus alternativas.

La burguesía agraria

Para ejemplo basta un botón: “Fundada después de la Segunda Guerra, esta unión hegemónica ha apoyado durante décadas el desarrollo del sistema agroindustrial, en cogestión con el Estado.

Es este sistema el que pone una soga alrededor del cuello de los campesinos, que los explotan para alimentar sus ganancias y que, en última instancia, los empuja a endeudarse para expandirse y seguir siendo competitivos o desaparecer.

En 1968, Michel Debatisse, entonces secretario general de la FNSEA antes de convertirse en su presidente, declaró: ‘Dos tercios de las empresas agrícolas no tienen razón de existir en términos económicos. Acordamos reducir el número de agricultores’.

Misión más que exitosa: el número de agricultores y trabajadores agrícolas disminuyó de 6,3 millones en 1946 a 750.000 en el último censo de 2020.

Mientras que el número de tractores en nuestro campo aumentó alrededor de un 1000 %, el número de granjas disminuyó un 70 % y la de los trabajadores agrícolas en un 82%: es decir, más de 4 de cada 5 trabajadores abandonaron el trabajo agrícola en sólo cuatro décadas, entre 1954 y 1997.

Y la lenta hemorragia continúa hoy…”, explica en una declaración el movimiento ambientalista Los Levantamientos de la Tierra. Cualquier similitud con los procesos latinoamericanos no es una coincidencia, es un modelo económico llamado neoliberalismo.

Pero, ¿quién es el actual presidente de la FNSEA, Arnaud Rousseau? Mientras el promedio de un establecimiento agrícola francés es de 69 hectáreas, Rousseau detenta 7 mil.

Además, está al frente de una quincena de empresas, macrogranjas, holdings, preside el consejo de administración del grupo industrial y financiero Avril, es director general de Biogaz de Multien, administrador de Saipol, líder francés de la industria de aceites de cereales, presidente del consejo de administración de Sofiproteól, etc¹.

¿Alguna duda de para qué intereses encabeza las negociaciones con el gobierno francés?

Una colère veterana

La crisis del agro europeo no empezó con las primeras movilizaciones de enero pasado en Toulouse, ni con las de 2019 y 2022 en los Países Bajos  —segundo mayor exportador mundial de alimentos después de Estados Unidos²—, o con las de diciembre de 2023 en Alemania luego del anuncio gubernamental de un plan de austeridad, o con las del pasado 10 de enero en Rumania, en protesta por el ingreso de cereales ucranianos bloqueados por la guerra en el Mar Negro, e ingresados vía ese país a Europa a precio de banana. Esos productos invadieron Hungría, Polonia y otros países dejando a los productores locales fuera del mercado.

Esto empezó hace décadas. Le han llamado neoliberalismo, globalización, fin de la historia y más recientemente anarcocapitalismo o “¡libertad carajo!”. En otras palabras: el mismo perro con distinto collar.


Foto: El Peródico
La madre del borrego

Aunque no entremos en detalles, debemos hacer una referencia a la Revolución Verde impuesta por Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial, la reducción dramática de la biodiversidad, la coacción hacia la adopción de los cultivos transgénicos, la concentración en compañías transnacionales de las cadenas de producción y distribución, el uso del hambre como arma de guerra.

Las organizaciones hegemónicas del agro francés y europeo no se han movilizado para criticar ese modelo de producción, antes bien, reclaman profundizarlo, o cuando menos, conservarlo y hacerlo más rentable.

Es cierto que les afectó una sequía prolongada, también la Enfermedad Hemorrágica Epizoótica (EHE) del ganado, incluso inundaciones y demás consecuencias del cambio climático. Pero son ellas mismas las que desde el inicio de la Política Agraria Común (PAC) han negociado y acordado un modelo productivo extractivista, de uso intensivo de fertilizantes y pesticidas³, de utilización masiva del agua y la energía prácticamente gratis, etc., con sus consecuencias ambientales.

Esta fiesta hace tiempo que ya no sonaba a charanga. Los planes europeos para 2030 incluyen (o habría que decir incluían) una regulación del gasto de agua y un 20% de reducción del uso de pesticidas, así como la obligación de mantener 4% del territorio agrícola en barbecho.

Además, se anunciaron reducciones en los programas subsidiados por la PAC. Francia, por ejemplo, es el país que más se beneficia de ese reparto con 9 mil millones de euros al año.

Pero su distribución es sesgada: el 20% de las empresas agrícolas reciben el 80% de los subsidios. Obviamente, las más grandes se llevan la parte del león.

Pero ahora, tanto el gobierno francés, como el neerlandés o el alemán, han dado marcha atrás en sus pretensiones al influjo de las intensas protestas del sector agrícola (en Francia la bautizaron “la colère”). Año de elecciones, y encuestas que señalan un 90% de apoyo popular a las movilizaciones paisanas.

Otros números ayudan a comprender el recule: la agricultura en Francia representa el 3,4% del PIB, y da empleo al 5% de los trabajadores activos.

Pero eso sí, todos los sectores, grandes, pequeños, convencionales o ecológicos, unos y otros están de acuerdo en rechazar el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. Y quizás en eso tengan razón.

Alimentarse es un acto político

Quizás deberíamos preguntarnos si está bien o mal que se subsidie la agricultura, si está bien o mal que se prioricen los productos locales antes que los foráneos, si está bien o mal que se limiten los daños ambientales y sociales de la agricultura convencional o industrial, pero se importen alimentos que en sus territorios de origen no tienen esas restricciones.

Quizás deberíamos poner de una vez nuestras barbas en remojo, porque hace mucho tiempo que nuestra agricultura, con excepción de los commodities, es el último orejón del tarro.

Cuando los paisanos y paisanas de Europa reclaman con total razón una vida digna, la enorme mayoría de los nuestros y las nuestras reclama supervivencia, una vida, ser considerados seres humanos.

No hay espacio en el modelo hegemónico para ellos si no es como semiesclavos de las transnacionales de los agrotóxicos, de las semillas transgénicas, de las agroindustrias y los agroexportadores.

Pero no nos engañemos, en este escenario, como en los demás, se reproduce la contradicción entre capital y trabajo, aquí y en Europa. La colère perdió presión, pero está lejos de enfriarse.

Porque el modelo productivo hace tiempo que no da para más. La Revolución Verde instaló en el agro una lógica de guerra contra la naturaleza, sustituyendo a una de colaboración, de cohabitación.

El lucro a toda costa cumplió su ciclo haciendo el mayor daño previsible. Daño ambiental, pero también social, sanitario, territorial, cultural, político y económico.

Quizás sea el momento de radicalizar nuestra mirada, nuestra visión de futuro, haciendo los mayores esfuerzos para apoyar y desarrollar con más ahínco los sistemas alternativos de producción, que los hay, y muy exitosos.


NdE: Nuestro agradecimiento al compañero Jorge Riechmann por su orientación solidaria.


Fuentes:
https://www.elsaltodiario.com/soberania-alimentaria/javier-guzman-colapso-agricultura-europea-empieza-francia?s=09, https://vientosur.info/el-enfado-en-el-campo/.
¹ https://lundi.am/Position-et-appel-des-Soulevements-de-la-terre-sur-le-mouvement-agricole-en
² https://www.economiaaplicada.co/index.php/77-paises/852-ss0112?tmpl=component
³ Recientemente la UE acordó la extensión de la autorización del uso del glifosato.