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Los nuevos condenados de la tierra

Trump, Guantánamo y cómo opera el miedo
a la deportación

El presidente de Estados Unidos le da nuevo perfil represivo a la base militar usurpada a Cuba en 1903. No conforme con su política agresiva hacia los migrantes, el republicano agita la posibilidad de confinamiento en donde aún permanece un puñado de yihadistas acusados de terrorismo.

Gustavo Veiga – Derribando Muros

4 | 2 | 2025


Imagen: Allan Mc Donald – Rel UITA

Guantánamo: su sola mención no solo expresa el espíritu colonialista de la política estadounidense. Donald Trump quiere darle un nuevo sesgo represivo a la base militar instalada en Cuba, unos 117 kilómetros cuadrados arrebatados a la isla desde 1903.

Acaba de cumplir el primer objetivo de su gobierno: poner en marcha el mayor operativo de deportación de migrantes de la historia. Sembró el miedo en todo el territorio de estadounidense.

Pero no conforme con su política agresiva que discrimina por portación de cara, semblante o acento latino, agita la posibilidad concreta de confinamiento en donde aún permanece un puñado de yihadistas acusados de terrorismo.

Colocaría en semejantes condiciones a migrantes indocumentados con los militantes de Al Qaeda acusados de atentar contra las torres gemelas en 2001.

Un reduccionismo fascista que definió con sutileza un expulsado mexicano en los últimos días. “Es imposible vivir en un país con un presidente que cometió 34 delitos graves”, comentó Sergio Hernández en el diario El Universal.

Después de residir treinta años en Estados Unidos emprendió la vuelta al Distrito Federal conduciendo su camión. Se había adelantado a la asunción del magnate en la Casa Blanca previendo lo que pudiera pasar, y pasó.

Otros hispanos como él retornaron a sus países de origen en las mismas condiciones que los esclavos fueron llevados por la fuerza a Estados Unidos entre 1619 y 1865.

Negreros de ayer y hoy

Encadenados a la cintura, esposados y con grilletes en los pies. El paso de los siglos hizo que cambiara el tipo de transporte.

Se pasó de los barcos negreros a los aviones. Brasileños, colombianos, mexicanos, hondureños y guatemaltecos terminaron deportados como si fueran una mercancía desechable.

La sola proyección de esas imágenes en los noticieros levantó críticas de tres presidentes de importantes países de Latinoamérica: Claudia Sheinbaum de México, Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y Gustavo Petro de Colombia.

“Humillados”, fue el adjetivo que usaron varios de los expulsados al regresar a su tierra. En Estados Unidos les retuvieron sus bienes, los vistieron con ropaje carcelario, les quitaron los cordones de su calzado y denunciaron que los trataron “como perros”.

Trump avanza apalancado en el espíritu de una ley de 1798, denominada de “enemigos extranjeros” y votada por el Congreso de Estados Unidos durante el gobierno de John Quincy Adams.

Los peligrosos forasteros de hace tres siglos provenían de Francia o Inglaterra, potencias colonialistas de la época, y ponían en riesgo la seguridad nacional. Hoy cruzan las fronteras desde el sur. Escapan de la pobreza extrema con el sueño americano (american dream) en la cabeza y una vida sin horizonte hacia el norte.

(Los intertítulos son de La Rel)
Nota del Editor: Agradecemos el envío de esta nota a Gustavo Veiga
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