McDonald’s a la hora de la robotización
En Texas, Estados Unidos, la transnacional de comida rápida McDonald’s abrió una sucursal en la que los consumidores no tienen contacto directo con ningún otro humano. El hecho plantea –nuevamente– el problema de las consecuencias de las revoluciones tecnológicas sobre el empleo.
Daniel Gatti
25 | 01 | 2023
Foto: EPU
El local, ubicado en Forth Worth, una ciudad de casi un millón de habitantes del centro-norte del estado, es una de las más pequeñas de la cadena en Estados Unidos y solo funciona con la modalidad de “comida para llevar” (“take away”).
Los consumidores teclean y pagan su menú en una pantalla, y pocos minutos más tarde lo reciben en un estante a través de una cinta transportadora.
En la tienda hay también espacios para los repartidores y poco más. Nadie puede comer allí. No hay otra igual en el planeta.
En McDonald’s están exultantes. “Este es el último paso en una estrategia de crecimiento llamada ‘Acelerar los arcos’, que trabaja en la innovación para mejorar las experiencias de los clientes”, dijo la transnacional en un comunicado.
Max Carmona, director de diseño global y desarrollo de restaurantes, afirmó que la compañía apunta a “encontrar nuevas formas de servirles más rápido y más fácil que nunca a sus clientes” y habló de una “experiencia que llegó para quedarse si todo va como hasta ahora”.
En la mayor parte de los países más industrializados, el sector de la gastronomía es uno de los que más está sufriendo cambios por la introducción de nuevas tecnologías.
Según un estudio de 2021 del sitio especializado Twisted citado por la revista argentina Planeta Urbano, los robots están ganando aceleradamente terreno en los restaurantes, especialmente los de comida rápida.
La publicación menciona, entre otros el caso de Flippy, un robot desarrollado por la empresa Miso Robotics que en 100 locales de la cadena estadounidense White Castle aumenta la velocidad de producción entre 10 y 20 por ciento.
Flippy “fríe 80 canastas de comida en una hora”, puede dar vuelta hamburguesas y hasta “limpia su propio desorden”, dice la nota.
Mike Bell, director ejecutivo de Miso Robotics, piensa que todo es ganancia: el robot se encarga de las tareas más tediosas, “mientras el personal se concentra en preparar, cocinar y empacar pedidos de manera más segura y precisa y dedica menos tiempo a atender la freidora”.
El artículo da cuenta de otros restaurantes bares y altamente automatizados, como Mission Bay, en San Francisco, que “puede preparar 300 comidas antes de necesitar intervención humana”, o locales en Países Bajos y Finlandia en los que un barman robótico llamado Makr Shakr prepara él solito, “siguiendo recetas de bartenders internacionales”, tragos de todo tipo.
O el caso de The Kitchen, un robot de cocina inventado en Gran Bretaña precargado con 5.000 recetas.
De acuerdo a Twisted, el mercado internacional de la robótica crecerá a un ritmo anual promedio superior al 17 por ciento hasta 2025. Ese crecimiento se dará particularmente en Europa, Estados Unidos y algunos países asiáticos.
Casi la mitad de los robots que funcionan en la industria alimentaria están concentrados en Europa, con picos altos en Alemania e Italia.
En ese continente, la densidad de robots por cada 10.000 empleados pasó de 62 en 2013 a 84 en 2017 y superaría al centenar en 2023.
Hay que decir que la iniciativa de McDonald’s no es a decir verdad una originalidad de la firma: desde hace años funcionan en China locales de comida de rápida del mismo tipo, incluso aún más automatizados, con robots que hacen de camareros y atienden al público.
Frenar lo que los empresarios y desarrolladores llaman “avances tecnológicos” parece difícil. No está en la lógica del capitalismo hacerlo, y no hay hoy en el mundo otra lógica que se le oponga.
“Una revolución tecnológica provoca cambios en muchos aspectos, en particular implica un salto importante en la productividad (factor clave para explicar la generalización de su aplicación, particularmente en el capitalismo), mejorando la competitividad de las empresas y, al mismo tiempo, provocando la inviabilidad de los procesos productivos basados en la tecnología anterior”, escribe el economista uruguayo Juan Manuel Rodríguez en un ensayo dedicado al tema.
“Estos cambios modifican el trabajo y reducen el empleo, particularmente en los sectores que pasan a ser no competitivos”, afirma este docente que supo ser asesor de la central sindical única de su país, el PIT-CNT, en una nota publicada en noviembre pasado en el cotidiano La Diaria.
Sin embargo, Rodríguez apunta también que cuando se dan “revoluciones” como estas se impone al menos la activación de mecanismos como las negociaciones colectivas para minimizar sus consecuencias y afectar lo menos posible el nivel de empleo.
“La construcción de nuevas instituciones y acuerdos sociales acompañó históricamente a las transformaciones tecnológicas”, agrega, pero observa que esa no es la tendencia dominante en un mundo donde “la negociación colectiva se está reduciendo” y “muchos se preguntan cuáles son las condiciones para que se retomen”.