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Con Sara Bonmati

Mirando al futuro con ojos en el pasado

Con Sara nos une una línea de afectos, recuerdos y el caminar solidario de nuestros padres, Manolo y Enildo. Ellos cultivaron una amistad por años, compartiendo espacios, desafíos y personas. Nos reímos, rememoramos tiempos idos, otras sensibilidades ante la injusticia. Desde hace un año ella es diputada socialista en la Asamblea de Madrid y desde hace dos, secretaria de Memoria Histórica y Justicia de la Ejecutiva del PSOE.

Gerardo Iglesias

24 | 7 | 2024


Sara Bonmati | Foto: Gerardo Iglesias

En el almuerzo expreso mi anhelo de hacerle una entrevista. Como un latigazo, un NO enfático es la respuesta inmediata. Sonrío.

—¿Qué sucede—, pregunta.
—Esa era la réplica de Manolo siempre, ante la idéntica solicitud, le digo, y ahora es Sara quien sonríe y a regañadientes acepta.

-¿Cómo te definirías?
-Creo que la mejor definición que me va es la de socialista e hija de la democracia.

-Estamos a 50 metros de la sede central de UGT. ¿Qué te evoca?
-Mi identidad individual y colectiva. La UGT tiene más de un siglo de lucha, implica derechos adquiridos, luchas por la dignificación de los trabajadores, entrega, plantar cara a la ultraderecha. También la capacidad de luchar más allá de uno mismo. Por todo eso la atacan.

-Hace unos días en Madrid en el cónclave de la extrema derecha europea participó el presidente neoliberal argentino Javier Milei. Estamos en una época difícil…
-Es una coyuntura difícil, en efecto, tanto en el plano de los distintos países como a nivel europeo. Hace ya años que hemos pasado de un capitalismo productivo a un capitalismo financiero, lo que supone retos específicos para todas las organizaciones sociales.

Las nuevas tecnologías han tenido un impacto muy fuerte en las democracias, principalmente en los medios de comunicación, potenciando la desinformación.

Vergüenza perdida

El auge de la extrema derecha, particularmente visible en algunos países pero generalizado, es a su vez muy preocupante desde el punto de vista de los derechos sociales y de los valores democráticos.

-Una extrema derecha sin prejuicios, como dice Cándido Méndez.
-Sí, se ha hecho más de calle. Siempre estuvieron ahí, pero más en la clandestinidad. Ahora, sus dogmas racistas, xenófobos, machistas, homófobos se han hecho más presentes, notorios.

Están rompiendo los pilares de la convivencia, y eso se nota. Pero al mismo tiempo, para crecer han modificado su discurso.

Miremos lo que pasa en Francia con los Le Pen, el padre y la hija, dos de los principales referentes de la ultraderecha en ese país. Jean Marie, el padre, tenía un discurso muy burdamente racista y el reproche social le afectaba, generaba rechazo. Su hija Marine está alimentada por el mismo odio, pero tiene otro nivel de discurso, más sibilino, más sutil, y una forma de llegada a la gente muy distinta a la de su padre.

Los jóvenes y la ultraderecha

-En Argentina, Javier Milei ha captado a mucho joven. ¿Sucede lo mismo en Europa con los partidos de extrema derecha?
-Sí, y todos los partidos democráticos deberíamos reflexionar sobre las causas de ese fenómeno.

El mensaje simplista de Vox, el mayor partido de la ultraderecha española, ha calado en franjas de jóvenes, fundamentalmente hombres que se sienten interpelados por las políticas de promoción de la igualdad entre hombres y mujeres y contra la violencia de género.

La izquierda debería interrogarse sobre su actitud hacia los jóvenes. Yo soy de las que creen que, si no es autocrítica la izquierda no es izquierda, y pienso que tendríamos que aggiornarnos sobre temas como el modelo educativo, el mundo del trabajo, la salud mental.

La política se ha quedado sin respuestas para los jóvenes. Sus preocupaciones siempre han quedado lastradas por la necesidad de resolver la situación de los mayores.

Por otra parte, uno tiende a creer que lo conquistado, conquistado está. Pero aquello que ha llevado muchos años conquistar puede perderse en un abrir y cerrar de ojos.

-No hay mucha conciencia sobre eso…
-No, y quizás se deba a que no se le da el suficiente valor a los principios democráticos y a los derechos adquiridos, lo cual tiene que ver con las políticas de memoria que se han desarrollado en los distintos países.

En España, las políticas de memoria han sido altamente controvertidas. La dictadura dio paso a una transición que nos devolvió la democracia, pero de manera muy condicionada, sobre una base de impunidad. Se decidió pasar página, pero el tema ha permanecido allí.

Memoria para el futuro

Hubo luego dos leyes de memoria histórica, ambas aprobadas bajo gobiernos socialistas, pero hay aún decenas de miles de patriotas españoles que siguen en las cunetas sin haber podido tener una digna sepultura, mientras la derecha y la extrema derecha continúan poniendo trabas.

No es algo del pasado, no es algo anacrónico, porque eso repercute hasta el día de hoy. El tipo de sociedad en la que queremos vivir está muy relacionado con las políticas de memoria.

Sin embargo, el debate sobre esos temas no se ha trasladado al sistema educativo, a las casas, muchas veces por miedo, otras por intereses y eso está llevando a que tengamos una sociedad más acrítica.

Una última reflexión: las fuerzas de la derecha de este país deben interiorizar de una vez que el poder no les pertenece por definición y que la alternancia es una de las bases de la democracia. No lo han hecho.