“Llamé y dije: limpieza. El cliente contestó: adelante. Abrí la puerta y él estaba desnudo. Fue horrible” (Camarera de piso)
En España no existen estadísticas sobre la incidencia del acoso sexual por parte de un cliente en el colectivo de las camareras de pisos.
Lo que sí sabemos es que todos y cada uno de los Comités de Empresa de hoteles donde está presente CCOO han recibido quejas de las trabajadoras a este respecto.
Clientes desnudos en las habitaciones, miradas, gestos, insinuaciones, comentarios o preguntas de carácter sexual, presiones para tener una cita o hacer favores sexuales: esto ocurre cada día en los hoteles españoles y es posible erradicarlo con el compromiso y el esfuerzo de instituciones, empresas y organizaciones sindicales.
Existen varios ejemplos de buenas prácticas derivados de la acción sindical. En enero de 2019 la cadena hotelera Meliá firmó un acuerdo internacional con la UITA declarando una política de “tolerancia cero” hacia el acoso sexual”.
En 2016, el ayuntamiento de Chicago aprobó una ordenanza que lleva el nombre de Hands off pants on, que imponía a los establecimientos hoteleros la obligación de proporcionar un aparato con un botón de alarma, además de que la trabajadora, una vez activado, se retirara inmediatamente de la habitación si fuera el caso.
Esta normativa se aprobó tras la campaña del sindicato Unite Here con el mismo nombre (Hands off pants on). El sindicato hizo una encuesta a 500 mujeres que trabajaban en el sector de hostelería en Chicago.
Esta encuesta reveló que el 58 por ciento de las trabajadoras de hotel afirmaron haber sufrido acoso sexual por parte de un cliente. El 49 por ciento de las camareras de pisos informaron haber tenido clientes que respondieron a la puerta desnudos, exponiendo o exhibiéndose.
Esta estadística no capta adecuadamente la naturaleza aterradora de algunos de estos encuentros.
Varias camareras de pisos han sido testigos de cómo los huéspedes se masturban. Un cliente agarró los pechos de una camarera de pisos y la acorraló entre las camas. Otro más bloqueó la salida de una camarera con su cuerpo desnudo.
Solo el 33 por ciento de las trabajadoras que habían sufrido acoso sexual hablaron con sus supervisoras sobre lo que les había pasado. La principal razón de este silencio es que no creían que se pudiera hacer mucho para abordar el comportamiento indecente de un cliente.
“Se lo conté a mi supervisora dos días más tarde porque estaba avergonzada y tenía miedo de que fueran a decirme que fue culpa mía”.
Otras explicaron que optaron por no denunciar porque el comportamiento inapropiado de los huéspedes es tan frecuente y está tan extendido que se “ha normalizado” o se han vuelto “inmunes” a él.
La sensación entre algunas mujeres de que este comportamiento es normal no significa que no las afecte. El 51 por ciento de las encuestadas afirmaron sentirse incómodas por algo que un cliente les hizo o les dijo.
En junio la Conferencia Internacional del Trabajo aprobó dos nuevos instrumentos para proteger a las trabajadoras y trabajadores del acoso sexual: el Convenio 190 y la Recomendación 206.
Ambos documentos ratifican que toda persona tiene derecho a trabajar sin violencia ni acoso, vinculan esto con el derecho a la igualdad y la no discriminación y subrayan las razones de género detrás de la violencia y el acoso.
Especialmente importante para el colectivo de camareras de piso es el reconocimiento de que las trabajadoras y los trabajadores deben ser protegidos de la violencia y el acoso por parte de “terceros”, incluidos clientes, usuarios o proveedores de servicios.
Este convenio que ya ha sido ratificado en decenas de países (la ministra en funciones Carmen Calvo manifestó la intención de España de ratificarlo) se convierte en una gran herramienta para trabajar en la erradicación del acoso sexual y la violencia de género en los centros de trabajo.