Con Gonzalo Fuentes, sindicalista histórico de Comisiones Obreras
Representante de CCOO en el sector turístico y hostelero de Málaga durante casi 50 años, Fuentes se jubila. “Defiendo la honestidad de los sindicalistas. Es un tema muy vocacional porque se trabaja mucho más en el sindicato que en la propia empresa”, afirma en esta entrevista, parte del ciclo “A título personal” del diario “El Español”.
El Español
12 | 7 | 2024
Gonzalo Fuentes | Foto: El Español- Francis González
Gonzalo Fuentes es uno de los sindicalistas históricos en el sector turístico en Málaga. Entró a trabajar en el Hotel Málaga Palacio en 1976, con apenas 18 años, y ahí se puso en contacto con el mundo sindical, al que se ha dedicado toda su vida.
Ha sido testigo directo de la creación y desarrollo de la Costa del Sol. Sobre todo, de la mejora de los derechos de los trabajadores. La diferencia entre los derechos de finales de los 70 y los actuales es, según afirma, «brutal».
No obstante, también lamenta que muchos de esos derechos no se cumplen y resalta que hace falta “inspección de trabajo a saco”. Es el protagonista de esta nueva entrega de A título personal, la serie de entrevistas que publica los domingos El Español de Málaga.
-Usted es de Teba y con apenas 14 años se fue a trabajar a la hostelería a la Costa del Sol. Era solo un niño.
-Bueno, no era yo solo. Era la generación que me tocó. Yo nací en la generación de la maleta. Nos veíamos en la estación de los pueblos y unos se iban a la Costa del Sol, otros a Baleares, a Sevilla, a Canarias, a Madrid, a Barcelona…
Yo tiré para la Costa del Sol, donde había gente trabajando de todos sitios. Fuimos los primeros emigrantes y tuvimos que aprender el oficio con mucho esfuerzo, con mucho sacrificio y con mucho cariño. Salió un gran plantel de profesionales de la hostelería.
El otro reto era el tema de los derechos de los trabajadores.
-¿Por qué se hizo sindicalista?
-No había derechos. Un ejemplo: la propina se repartía por puntos y eso era totalmente injusto. Es decir, un jefe de sala eran cinco puntos y un camarero uno, por lo que el jefe de sala cobraba cinco veces más que un camarero en propinas. Yo eso no lo entendía. Por otro lado, en la hostelería se sabía cuándo se entraba, pero no cuando se salía.
Había dos comedores. Uno para los jefes, en el que se comía muy bien y otro para los trabajadores, en el que se comía muy mal, peor incluso que en el de la mili.
Tuvimos que pelear en 1976 en el hotel Málaga Palacio por un comedor de empresa único y con comida abundante, aquello fue un logro histórico, uno de los días más felices de mi vida. Aquello le sentó muy mal al principio a una parte de los jefes, pero lo conseguimos.
-Usted empezó en Comisiones Obreras menos de dos años después de la muerte de Franco, no estaba ni legalizado. ¿Cómo fue ese arranque?
-Eso, no era ni legal. CCOO se legalizó en abril de 1977. Solo había un sindicato vertical. En 1976 nos metimos desde dentro para intentar cambiarlo gente de Málaga, Baleares y otros sitios e hicimos movilizaciones.
El último convenio de hostelería del sindicato vertical lo echamos abajo. Firmamos un laudo y conseguimos mejoras en los comedores, que hubiera elecciones sindicales democráticas y un salario un poco mejor porque antes no había ni salario, sino un porcentaje de las ventas.
Y además repartido de una manera muy desigual porque el jefe cobraba un montón y la tropa, los que estábamos abajo, muy poco. Me presenté con 19 años a las primeras elecciones sindicales en 1977 en el hotel Málaga Palacio, mis compañeros me eligieron y me han reelegido cada cuatro años hasta ahora. Eso es lo que me ha permitido dedicarme al tema sindical toda la vida.
-Entiendo que la diferencia entre los derechos de los trabajadores de finales de los 70 y los actuales es enorme.
-Brutal. El convenio de hostelería tenía tres folios. Era como una mochila en la que le hemos ido añadiendo derechos durante todos estos años. En 1980, antes del Estatuto de los Trabajadores, solo había un día de descanso. Con el Estatuto se pasó al día y medio.
En 1982 España organizó el Mundial de fútbol y Málaga fue una de las sedes. Hicimos una huelga y así conseguimos dos días de descanso a la semana. Fue un logro histórico. Después conseguimos media hora para comer, una jornada de ocho horas, derecho a que nos pagaran el vestuario, el transporte, la nocturnidad.
El convenio actual y el antiguo es la noche y el día. El problema es que ahora mismo tenemos derechos, pero en muchos sitios no se cumplen.
Foto: Gerardo Iglesias
-¿Falta inspección de trabajo?
-Falta inspección de trabajo a saco. Hace falta un sistema en el que se controlen las horas extra, que parece que se va a poner ahora, y sobre todo el fraude.
Nadie se cree en la hostelería que el 35 por ciento de las plantillas están a tiempo parcial. Les dan de alta cuatro horas en la Seguridad Social y luego trabajan seis u ocho. El resto se paga en B o no se paga. Esto es lo que hay.
Los empresarios se quejan de que los jóvenes no quieren trabajar en la hostelería. Lo que pasa es que los jóvenes quieren trabajar y vivir. Un joven que sale formado quiere trabajar y conciliar. Eso antes no existía. Era todo turnos partidos, sin saber a qué hora salías, vacaciones cuando se podía…
-¿Ve mucha diferencia entre el empresariado de los años 70 y el actual?
-Antes negociabas con los empresarios, con los dueños, y hoy se negocia con el representante de la empresa, un directivo que no es el dueño. Antes el dueño estaba en el hotel y hoy la mayoría de los propietarios de los hoteles son fondos de inversión, negocias con abogados y eso complica más las cosas.
-¿Miran más el número que el sentimiento de pertenencia?
-Claro. Además, esos fondos de inversión tienen una visión a corto plazo. Para mí eso es un error. O se tiene una visión a medio y largo plazo o vamos a tener problemas en el futuro.
Ahora mismo, por ejemplo, tenemos una bonanza sin precedentes en la historia del turismo. Vamos a tener un récord en 2024 en turistas, en pernoctaciones, en ingreso, en empleo. Pero hay problemas estructurales que, como la cosa va bien, nadie quiere abordar. Uno de ellos es la falta de agua.
-Cuando se habla de los sindicatos siempre sale alguien diciendo que solo están de mariscada.
-Evidentemente ha podido haber algún tipo de corruptela en algún sindicalista y yo no voy a poner la mano en el fuego por todo el mundo. Yo he estado liberado en mi empresa para labores sindicales porque lo permite la ley, me ha pagado mi empresa y termino con mi pensión y las mismas condiciones. Vivo en el mismo sitio de siempre y tengo a los mismos amigos.
Se puede estar de acuerdo con los sindicatos o no, pero defiendo la honestidad de los sindicalistas. Es un tema muy vocacional porque se trabaja mucho más en el sindicato que en la propia empresa, con muchos calentamientos de cabeza y mucha responsabilidad.
-¿Le duele que se haya desprestigiado la figura de los sindicatos?
-Lo que me duele es que no está valorado socialmente. En los colegios se debería enseñar más el valor constitucional que tienen los sindicatos. Si los sindicatos no existieran habría que crearlos.
Somos el equilibrio entre los empresarios que defienden sus intereses y los trabajadores que defienden los suyos. Gracias a los sindicatos los trabajadores hemos avanzado. En Málaga en CCOO tenemos 900 delegados en la hostelería, cada cuatro años hay elecciones sindicales y la gente vota.
-En sus más de 40 años de sindicalista ha tenido todo tipo de negociaciones de convenios y huelgas. ¿Qué recuerda más complicado?
-Hombre, complicado todo. Cuando se negocia el pan y el trabajo de 100.000 trabajadores en la Costa del Sol y se hacen huelgas es difícil porque hay muchos intereses en juego.
Recuerdo la huelga que hemos comentado de 1982, en la que llegamos a un acuerdo en el último minuto para tener esos dos días de descanso. La hostelería ha sido un sector muy conflictivo siempre.
En la Semana Santa de 1992, cuando las Olimpiadas y la Expo, hubo la primera huelga general en hostelería. Fue complicado, pero conseguimos mejorar las condiciones laborales de las camareras de piso. Lo recuerdo de forma muy positiva.
-Treinta años después las Kellys siguen luchando por sus derechos.
-Claro, porque ha habido varias reformas laborales que intentaron vaciar de derechos los convenios colectivos. Por convenio, una camarera de piso tenía un salario a cobrar como mínimo. Con la reforma laboral desapareció el mínimo del convenio colectivo.
Se podía negociar un convenio de empresa multiservicio por debajo de lo que estaba estipulado en el sectorial. Y aquello marcó un antes y un después. Había varios departamentos que se podían externalizar y no pagar a los trabajadores el convenio de hostelería, como era el caso de las camareras de piso.
Hicimos huelga y conseguimos que a las camareras de piso externalizadas les pagaran lo que pone el convenio de hostelería.
Cuando había un problema siempre el sindicato ha estado ahí. Nosotros preferimos que las camareras de piso no estén externalizadas, pero si lo están tienen que cobrar lo que pone el convenio de hostelería.
Foto: Gerardo Iglesias
-La semana pasada hubo una amplia manifestación en Málaga en contra de las viviendas turísticas y la dificultad de la población local para acceder a una vivienda. ¿Qué opina usted? ¿Cree que empieza a haber turismofobia?
-Se ha ido de las manos. En Málaga no hay turismofobia, pero la manifestación del día 29, en la que estuve, marca un antes y un después. Es un punto de inflexión a las políticas del Ayuntamiento de Málaga y de la Junta de Andalucía.
La vivienda turística se tenía que haber regulado hace ya mucho tiempo porque eso ha supuesto que centenares de personas hayan sido expulsadas del centro histórico, no hay vivienda, hay problemas para los trabajadores… Y estamos creando un parque temático en los centros históricos. Está desapareciendo esa cultura, esa identidad, el mestizaje que siempre hemos tenido, el tipismo.
Yo, desde mi posición, he peleado porque Málaga tuviera museos y muchas más cosas. Pero hay que parar. Hay que regular las viviendas turísticas y hacer hoteles que sí tengan valor añadido. Pero, por ejemplo, construir un hotel en un sitio público en el puerto tapando La Farola, que es un proyecto especulativo y que va a terminar siendo un Guadalpín de apartamentos turísticos residenciales me parece una barbaridad.
Eso es romper nuestra imagen, nuestro horizonte. O crear esas grandes torres donde la mayoría de pisos serán de alquiler turístico. Málaga no se puede convertir en un comedor con terrazas llenas de mesas en las aceras haciendo ruido.
Eso es un modelo insostenible socialmente en un contexto además de emergencia climática con la falta de agua. Es hora de sentarse a negociar y buscar consensos. Es mentira que la gente esté en contra del turismo, pero sí hay mucha gente que está cansada de este modelo.
-Usted se jubila. ¿Le ha quedado algo pendiente?
-Siempre hay muchas cosas. El sindicalismo nunca se termina. Se consiguen retos y vienen otros nuevos. Quiero que los empresarios asuman que los jóvenes, como hemos dicho antes, quieren trabajar y vivir. Tener en la hostelería un fin de semana de descanso al mes, una jornada continuada, parte de las vacaciones en verano para poder disfrutarlas…
Por otra parte, ser cocinero o camarero es una profesión y nunca ha estado tan bien valorada como un albañil o un carpintero, por ejemplo. Si Málaga y España es lo que es en el sector turístico mundial es gracias a esos miles de profesionales que son muy buenos en su trabajo.
Hay buenos destinos y hoteles en todos sitios y la diferencia está en el servicio. Para eso hay que cuidar a los profesionales y, desde mi punto de vista, ese trabajo no se ha valorado por parte de la sociedad, los empresarios o los medios de comunicación.
Espero que se haga porque si no la hostelería se va a convertir en un sector de paso.
(Los subtítulos son de La Rel)