En las pasadas elecciones legislativas, Arena logró un poco menos del doble de los votos que el FMLN, en el poder desde 2009.
El partido ultraderechista dispondrá ahora de las mayorías parlamentarias necesarias para bloquear casi cualquier iniciativa del gobierno que cesa el 1 de junio de 2019, a lo que hay que sumarle que ya controla la Corte Suprema de Justicia y que los principales medios de comunicación del país le son favorables.
La estrategia de comunicación del Frente y del gobierno fue ineficaz para contrarrestar una ofensiva mediática bien diseñada para explotar las debilidades del Ejecutivo y conectar con un creciente descontento popular.
El secretario de Comunicaciones de la Presidencia, Eugenio Chicas, lo admitió al día siguiente de las elecciones: “tendremos que leer el duro mensaje que nos da el pueblo salvadoreño y corregir lo que nos hemos equivocado”.
Pero otros dirigentes del Frente han tenido reacciones menos felices. José Luis Merino, por ejemplo, llamó “hijos de puta” a los empleados públicos identificados con la derecha, quienes según él fueron los responsables que la población se hiciera la idea de un gobierno ineficiente.
Las explicaciones de la derrota del FMLN hay que buscarlas sobre todo en sus políticas.
Los (necesarios) programas sociales que implementaron sus gobiernos fueron en su mayoría dirigidos a poblaciones muy específicas, logrando un impacto limitado y alimentando el descontento de quienes no los recibían.
Adicionalmente, el Frente no pudo sobreponerse a las deficiencias propias de la burocracia estatal.
Por otro lado, el país se mantiene en un nivel de violencia que la población considera insoportable y es causa de migración y desplazamientos internos.
Aunque las autoridades insisten en que la violencia y los homicidios se han reducido, la percepción ciudadana dice lo contrario.
Las pandillas han mutado a través de los años, pasando de ser bandas juveniles a estructuras criminales vinculadas al narcotráfico y al control territorial.
Los programas preventivos han sido tan mínimos y desorganizados que hicieron las veces de gotas de agua sobre una plancha caliente.
El Gabinete de Seguridad es, además, dirigido por el vicepresidente Oscar Ortiz, precandidato del Frente para las presidenciales de 2019 acusado de haber realizado inversiones conjuntas con un reconocido narcotraficante procesado.
La campaña de 2014 había creado grandes expectativas. Sectores descontentos con el gobierno de Mauricio Funes vieron en la llegada a la presidencia de Salvador Sánchez Cerén -uno de los comandantes históricos del FMLN– la oportunidad de superar los desencantos del primer gobierno.
Pero los resultados de las parlamentarias de 2015 cayeron como un balde de agua fría.
La reforma del sistema de pensiones, una vieja promesa del Frente, se concretó en setiembre de 2017, pero dejó un gran sinsabor al limitarse a pequeños cambios que solo mejoraron el flujo de efectivo.
Otra reforma propuesta en 2014, reactivar el Instituto Regulador de Alimentos para dar una alternativa de comercialización más justa a los productores agrícolas, quedó totalmente en el olvido.
Paralelamente, el gobierno abrió las puertas a los inversores extranjeros, que pasaron a controlar áreas estratégicas de la economía.
En materia laboral, el Frente propuso en 2014 una reforma que favoreciera la organización de los trabajadores, especialmente los del sector privado, que tienen tasas sindicalización menores al 4 por ciento, y la negociación colectiva.
Tampoco avanzó. En compensación, el gobierno promovió un aumento significativo del salario mínimo, que alcanzó los 300 dólares mensuales en diciembre de 2016.
Sin embargo, la debilidad de los sindicatos en el sector privado y la poca o nula capacidad de hacer cumplir las leyes laborales por parte de la Inspección del Trabajo permitieron que las empresas realizaran múltiples maniobras para neutralizar el aumento del salario.
La extensión del empleo precario afectó a su vez negativamente las condiciones de vida de trabajadores y trabajadoras y alentó la emigración.
Quienes se quedan en el país inundan el sector informal, en una desesperada lucha por la sobrevivencia.
El gobierno demostró igualmente su incapacidad para hacer una reforma fiscal progresiva y equitativa y recurrió al endeudamiento y la cooperación internacional para captar fondos, con grandes costos para la soberanía nacional.
Salvo medidas simbólicas en materia de política internacional, las administraciones del Frente no sólo no avanzaron en salir de la esfera de dominación multicultural y económica de Estados Unidos sino que la fortalecieron.
En estos años El Salvador ha sido parte activa de iniciativas como la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte, junto a Guatemala y Honduras, y el FOMILENIO II.
La primera implementa una suerte de neo-militarización colonial de la región, amparada en la lucha contra la corrupción, el narcotráfico y la inmigración “ilegal” y bajo dictado de Washington
El gobierno de Sánchez Cerén se ha mostrado totalmente alineado a sus dos vecinos, quizás con la esperanza de acceder al dinero que tanto necesita para financiar el aparato estatal.
Por otra parte, la llegada al poder de Donald Trump se tradujo en un tratamiento racista a los emigrantes salvadoreños instalados en Estados Unidos.
El intento (fracasado) del gobierno de defender la permanencia del estatus de protección temporal a los 200 mil salvadoreños emigrados fue objeto de un rechazo generalizado de parte de la opinión pública nacional, por el carácter sumiso de la iniciativa.
Los medios de comunicación tradicionales lograron convencer a la población de que los dirigentes del FMLN se han asegurado posiciones cómodas a partir del control del partido y del Estado.
La prensa no se ha cansado de ventilar casos de dirigentes frentistas que usan los beneficios de sus cargos para viajar, hacerse cirugías, comprar inmuebles, ropa y autos lujosos.
Exacerbados, exagerados o manipulados, los casos existieron, y el FMLN ha demostrado no saber enfrentar esos embates.
En estas elecciones el oficialismo insistió sobre todo en que había que evitar el fortalecimiento de la derecha.
Es verdad que la derecha causará grandes estragos a la población menos favorecida, pero eso no significa que el pueblo se haya equivocado al rechazar a los candidatos frentistas.
El FMLN tiene aún, de todas maneras, un papel en la construcción del país que queremos, siempre y cuando cambie su manera de actuar.
Foto: Gerardo Iglesias