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La canonización de monseñor Romero

¿Por qué un santo genera tanto alboroto?

El fin de semana del 13 y 14 de octubre, las calles de San Salvador se llenaron de alegría. Miles salieron a celebrar en una marcha y una vigilia que inundó nuevamente las calles. El acontecimiento: monseñor Oscar Arnulfo Romero fue declarado santo por El Vaticano a las 10 de la mañana hora de Roma, 2 de la madrugada hora de San Salvador del domingo 14 de octubre de 2018.

Las redes sociales y los noticieros cubrieron e inundaron con notas, fotos, efemérides, testimonios.

El conocido músico Rubén Blades, famoso por una canción que hace un paralelismo con la historia de Romero, no dejó pasar la oportunidad para mostrar júbilo y devoción por la memoria del obispo mártir.

Para quienes han luchado por la justicia social, no siempre la iglesia -o mejor dicho, la iglesia oficial representada en El Vaticano, fue el mejor aliado.

Romero representó uno de los íconos más importantes de una corriente latinoamericana que tuvo un gran impacto en El Salvador.

Pero en gran medida, no se debió a que fuera un cura identificado con la llamada “Teología de la Liberación”. De hecho, cuando llegó a arzobispo de San Salvador era considerado más bien un claro representante del clero conservador.

En tiempos oscuros

Corrían los años turbulentos de la década de los setenta, en la que los gobiernos militares, sirviendo al poder económico dominante, mantenían a raya a los movimientos campesinos, obreros y otros sectores sociales a fuerza de represión.

Romero intercedió por las víctimas. Y poco a poco fue tocado precisamente por el ejemplo de otros curas que, como Rutilio Grande, hacían de la labor pastoral una actividad de concientización y organización de sectores campesinos y populares.

Con frases tan sencillas como profundas, como que el bienestar del campesino hay que buscarlo en racimos así como crecen las frutas, en colectividad, y apoyándose en referencias bíblicas a la justicia, Rutilio y otros catequistas sembraron una semilla de conciencia que en poco tiempo se había convertido en un vigoroso movimiento social.

Cuando estos curas empiezan a caer bajo las balas de la represión, Romero anuncia que no asistirá más a actos oficiales, y es reprendido en la sede de la nunciatura apostólica en San Salvador.

Buscando recopilar los casos de represión, crea el Socorro Jurídico del Arzobispado, una oficina que sería de gran ayuda en los años siguientes, prestando auxilio en los principales casos de violación a los derechos humanos durante los años de la guerra civil de los ochenta, bajo dirección de María Julia Castillo.

Cambiar de raíz

Unos meses antes de su muerte, con una caja de documentos bajo el brazo donde yacían las pruebas de la responsabilidad de los militares en asesinatos de curas como Octavio Ortiz y el mismo Rutilio Grande, Romero llega al Vaticano a buscar el favor de Juan Pablo II.

Pero el papa lo reprendió y lo urgió a buscar el entendimiento con el gobierno de turno. ¿Qué se podía esperar de Juan Pablo II?

“Me siento solo y abandonado” confesó luego a su amigo, el también cura Rafael Urrutia.

“He sido constantemente amenazado de muerte. Debo decirle que como cristiano no creo en la muerte sin resurrección, si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño. (…)

Como pastor estoy obligado a dar la vida por quienes amo, que es el pueblo salvadoreño, aún por aquellos que vayan a asesinarme”, profetizó en una de sus últimas entrevistas.

En un tiempo en que la realidad política de El Salvador pareciera que augura que la izquierda partidaria ha perdido su popularidad luego de perder la brújula ideológica, estas otras palabras del obispo mártir no pierden vigencia:

Hay que cambiar de raíz todo el sistema”, ya que sin cambios estructurales todos los males que aquejan a la población no tardarán en resurgir, sentenció.