En menos de un mes tres niñas-adolescentes fueron asesinadas en Uruguay tras haber sido víctimas de ataques sexuales por parte de hombres que las duplicaban o triplicaban en edad.
La sociedad está terriblemente indignada, llegando a solicitar hasta la pena de muerte para los asesinos…pero a su vez, condena a las madres que permiten que sus hijas salgan solas, o a las propias víctimas, por exponerse a situaciones de vulnerabilidad.
Otra vez, se está diciendo que no se puede cambiar el imaginario machista.
Con ello, se sacrifica nuevamente el derecho al libre tránsito, a una vida segura, a vivir plenamente. La complicidad colectiva está diciendo que las mujeres son “débiles” y “necesitan protección”, de los hombres por supuesto, y que a la larga las víctimas algo tuvieron que haber hecho para que esto les sucediera…
En la primera semana de diciembre, un hombre entró a una discoteca con un arma y frente a todas las personas que ahí estaban sacó por la fuerza a una mujer y en plena vía pública le dio un balazo en la cabeza, asesinándola en el acto.
La prensa relató que el hombre, casado y del doble de edad de la víctima, mantenía una relación afectiva con la mujer asesinada, de 32 años.
Todo ello revictimiza a la víctima y pone en duda la razón del enojo del feminicida; lo cierto es que absolutamente ninguna de las personas que atestiguaron del hecho hizo nada por evitar el feminicidio. Todos vieron, todos saben, todos opinan, pero nadie hizo nada por detener el crimen.
Con este feminicidio, Uruguay ha registrado ya 32 mujeres asesinadas en lo que va del año.
Según datos aportados por la Primera Encuesta sobre violencia basada en género y generaciones en Uruguay, 7 de cada 10 mujeres han vivido violencia basada en género en algún momento de sus vidas.
La violencia de género afecta en mayor medida las mujeres más jóvenes, en particular a quienes tienen entre 19 y 29 años; es mayor en las mujeres que declaran ascendencia afro y en quienes viven en la región sureste del país.
Según los datos presentados por el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad, las autoridades reciben una denuncia por violencia de género cada 14 minutos, lo que contabiliza un total de 104 denuncias por día en los últimos 10 meses de 2017.
Desde el pasado 1 de enero hasta el 31 de octubre de 2017 se registraron un total de 31.854 denuncias por violencia doméstica o asociados.
El 72,8 por ciento de las víctimas de denuncias por violencia doméstica fueron mujeres, mientras que el 77,8 por ciento de los indagados por esos hechos fueron hombres.
Según estos datos, en los primeros 10 meses de 2017 fueron asesinadas 23 mujeres por una pareja, expareja o familiar. Esto último representa la muerte, en esas condiciones, de una mujer cada 13 días.
Entre las víctimas, figuran hijas e hijos de los asesinos, que pretendían hacerle saber a la madre que estaban molestos por la separación y que tenían poder sobre su vida y sobre la de los hijos o hijas.
Debemos preguntarnos si realmente no se está produciendo un fortalecimiento del patriarcado y del machismo, que está renovando sus métodos para hacer saber a las mujeres, niñas y adolescentes que su comportamiento libertario y sus deseos de igualdad y seguridad de vida están fuera de lugar.
La justicia endurece las penas, se denuncia que la violencia contra las mujeres está mal, pero las cifras aumentan y no se cambian los sistemas para cambiar la mentalidad de la sociedad, sobre todo de los varones.
Bajo ninguna circunstancia debemos pensar que la solución es evitar que las mujeres, niñas y adolescentes vivan y transiten “solas”, es decir sin un hombre a su lado, o que deban de tener el doble de precauciones que un hombre para vivir.
La igualdad refiere también a la garantía de ser, de existir, sin miedo. Refiere a tener una vida libre de violencia, caminar por todos los espacios con seguridad, vestirse y ser dueñas de su cuerpo y su vida.
Todo ello sería el resultado de hombres, adolescentes y niños educados en clave de respeto a los derechos humanos para todas y todos, deconstruyendo paradigmas patriarcales, androcéntricos y machistas.
Revertir esos comportamientos es una de las formas más efectivas de detener la violencia hacia las mujeres y por consiguiente los feminicidios.