Nos recibe en su oficina, invita un café y sin mediar pregunta da rienda suelta a sus comentarios.
“Que en Costa Rica varias instituciones, que nunca se coordinan entre ellas, se pongan de acuerdo en un único formulario para el registro de beneficiarios, trabajando a la velocidad que se hizo y logrando resultados importantes en cuanto a subsidios y becas para la población que quedó en el desempleo después de lo que ocurrió en Chiquita Brands en Limón, es algo muy raro. Nunca pasó”, asevera.
“En este sentido, para el mismo gobierno fue un aprendizaje. Aprendió cómo lograr que, en un tiempo corto y frente a una grave emergencia social, instituciones que tienen parte de los recursos que se pueden utilizar para intervenir se activaran de manera coordinada y eficiente”.
-En eso las organizaciones sindicales jugaron un papel protagónico importante…
-Por supuesto. Sin el trabajo de Maikol (Hernández), de Sintracobal, la propia UITA y la Federación (Fentrag) eso nunca se hubiera logrado. Nosotros desde la OIT simplemente facilitamos articulaciones entre distintos actores.
Fue el sindicato el que facilitó la implementación de modalidades y mecanismos de trabajo para atender a la población afectada, que no existían en Costa Rica.
Y eso no terminó ahí, porque luego el mismo sindicato y su red de asesores y organizaciones solidarias se involucraron de manera directa en la ejecución de los programas de capacitación y recualificación.
-Organizaciones en acción en época de desempleo, como lo define Gerardo Castillo…
-¡Exacto!
Fue muy interesante porque fue más allá de la causa reivindicativa y se involucró directamente en el potenciamiento de habilidades de las personas.
Además, todo eso lo hizo en alianza con actores no tradicionales, como por ejemplo la universidad privada, el Estado, y hasta con una ONG que está ejecutando recursos de un clúster de logística de otros empresarios.
Esta combinación de cosas en Costa Rica no ocurre a menudo, y es un excelente ejemplo de cómo se puede trabajar de forma diferente, logrando resultados importantes tanto para el Estado como para las y los trabajadores, el sindicalismo, la empresa privada y hasta los gobiernos locales, aunque en este caso no quisieron involucrarse.
Es gracias a esta nueva forma innovadora de trabajar que se lograron 200 becas del Ministerio del Trabajo, fondos de subsidios, fondos de apoyo para becas en la escuela y mucho más.
-Nadie se esperaba esta reacción de las organizaciones sindicales que son muy previsibles en sus movimientos tácticos…
-Las organizaciones que cité tienen mucha información, la sensibilidad necesaria y una capacidad extraordinaria de incidencia política. Esto, como tú lo señalas, no es muy común.
Lo que pasó en Limón habría que documentarlo para que se conozca cómo, en un proceso de desarrollo territorial y en medio de la grave crisis originada por despidos masivos, el actor sindical puede jugar un rol imprescindible en la articulación de alianzas, hacer lobbies, establecer nexos no tradicionales con actores fundamentales, generar soluciones lo más permanentes posibles y sostenibles a largo plazo.
Hace tiempo, una crisis de este tamaño hubiera terminado a balazos y con el puerto en llamas. La razón por la que eso no pasó fue porque, entre otras cosas, se logró generar soluciones rápidas para la gente y evitar que la desesperación se tornara en violencia.
El trabajo de las organizaciones sindicales que cité fue extraordinario. Fue una manera diferente de enfrentarse a una emergencia de este tamaño y la forma en que han venido evolucionando las cosas me llena de esperanza, porque hay un futuro al final del túnel en la historia de Limón.
Se abrió una brecha que derrotó al poder tradicional de Limón y ahora el Estado debe aprender de todo esto. Debe entender que las cosas no se pueden solucionar desde una oficina, sino yendo al territorio y conociendo cómo está repartido el poder, quién tiene acceso a la toma de decisiones, para tener un final distinto.
En San José, Gerardo Iglesias