El lado B de la producción bananera
Costa Rica es uno de los principales productores y exportadores mundiales de banana, pero los trabajadores del sector y los habitantes están expuestos a un, cada vez mayor uso de agrotóxicos en los cultivos que les producen severas afectaciones a la salud.
Daniel Gatti
21 | 3 | 2025

Foto: Gerardo Iglesias
Tres investigaciones periodísticas publicadas en medios europeos echaron luz recientemente sobre la magnitud del daño.
“Algunos de mis compañeros quedaron ciegos”, le dijo al diario francés Le Monde un trabajador de Sixaola, una localidad puramente bananera ubicada en el extremo sur de Costa Rica, cerca de la frontera con Panamá.
El hombre aludía al uso masivode agrotóxicos en las plantaciones bananeras, productos fabricados en Europa, prohibidos en la Unión Europea pero exportados al sur del mundo, fundamentalmente hacia América Latina, donde transnacionales como Chiquita, Del Monte y Dole los aplican abundantemente y casi sin control.
Entre esas empresas se reparten el 80 por ciento de las ventas bananeras de Costa Rica, cuarto exportador mundial de la fruta, detrás de Ecuador, Filipinas y Guatemala, de acuerdo a datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).
Las tres transnacionales son las principales empleadoras de mano de obra en las zonas bananeras y fijan las condiciones laborales.
La revista italiana Millenium y el diario británico The Guardian también destacaron la incidencia de los agrotóxicos en la producción de bananas en Costa Rica.
“Si no fuese verde, parecería una fábrica química a cielo abierto, habitada por clones”, señaló Millenium en su informe, para el cual recorrieron durante un mes 15 plantaciones, entrevistando a 40 personas entre trabajadores, militantes sociales, investigadores y sindicalistas, según consignó el semanario Universidad de Costa Rica.
El título de la nota de la publicación peninsular es largo pero claro: “Europa-Costa Rica-Europa, el triángulo del banano: la Unión Europea prohíbe pesticidas potencialmente cancerígenos, pero las grandes compañías lo exportan a los países productores”.
“Al amanecer y al anochecer, desde el aeropuerto de Bataan, decenas de avionetas despegan con tanques, cargados de agroquímicos, listos para rociar sobre las plantas, como una llovizna viscosa. La jornada de los trabajadores coincide con la de los aviones agrícolas”, indica el artículo, ambientado en la provincia de Limón.
Un trabajador de la zona le dijo al medio italiano que se sentía “afortunado” porque trabajaba “solo” siete horas y no ganaba mal (algo menos de 40 dólares por día), por estar aplicando agrotóxicos durante toda la jornada.
Remarcó de todas maneras haber advertido varias veces a su empresa de los perjuicios que podría estar causando a la población de la zona con sus fumigaciones.
“Los aviones siempre pasan por encima de nuestras cabezas y nos bañan en pesticidas”, escribió en una de las cartas que dirigió a la compañía.
El encabezado de la nota de The Guardian es también gráfico: “Cada vez que pasan aviones me arden los ojos”, dice, repitiendo palabras de un habitante de zonas aledañas a las plantaciones.
Las tres investigaciones, escalonadas entre 2024 y este año, citan testimonios de pobladores sobre los daños causados por los pesticidas.
Náuseas, vómitos, mareos, desmayos, dermatitis, ardor en los ojos, son los más comunes, amén del zumbido constante de los aviones que una mujer dice escuchar ininterrumpidamente, día tras día, desde hace 20 años, con su carga de venenos.
Tiempo atrás, interrogado acerca del uso de agrotóxicos en las plantaciones de banano y sus consecuencias sobre la salud de trabajadores y empleados, un ejecutivo de Chiquita se limitó a alzar los hombros y decir: “son daños colaterales de los que hay en toda producción”.