Son personas afectadas por los agronegocios.
¿Por qué? Porque los camiones y furgones que sacan la piña de las fincas que los rodean han destruido los caminos vecinales.
Porque ahora sus acueductos comunales están contaminados por agrotóxicos usados en las piñeras o bananeras que invadieron por completo las zonas donde viven.
Porque ahora sufren cada vez más inundaciones por el despale en zonas que antes tenían bosque pero que ahora son grandes extensiones de monocultivos.
Porque cada vez tienen menos acceso a la tierra luego de que unos se vieron obligados a vender sus fincas y otros tuvieron que dejar de sembrar yuca, chile, frijoles, maíz….
María Fernández Estrada, por ejemplo, vino desde Santa Rosa de Piedras Blancas, cantón de Osa, en la Zona Sur. Donde ella vive, un grupo de gente tiene palma y otros aún siembran frijoles, maíz, arroz y plátanos, dependiendo de la cantidad de terreno que tengan.
Doña María tiene cerdos y se dedica a cuidarlos. Tiene 26 años de vivir en Santa Rosa. Cuando ella llegó, aún no había entrado la palma aceitera, pues su expansión comenzó en la zona hace aproximadamente 20 años.
“Les decían que eso era un medio de ingreso para ellos porque entre más palma usted sembraba, más ingreso tendría, porque era un producto que casi nadie tenía en esa época y que era bueno sembrarla”.
“El primero que sembró, sembró 35 hectáreas; otro 15; y otro como 40. Los otros sembraron menos.
Entró un grupo que los convenció de que sería un buen negocio y les daban plantitas e insumos. Ellos comenzaron con la condición de que cuando ya estaban en producción les iban descontando la deuda que habían adquirido. Algunos todavía están pagando”, dijo la mujer.
Para Doña María, al principio la palma sí trajo cosas buenas porque había trabajo, pero a medida que se fue expandiendo dejaron de necesitar a los trabajadores, porque ya los terrenos se mantenían limpios con poca mano de obra.
“Al principio eran plantaciones de gente particular; pero luego ya entró la Palma Tica, que fue la que sembró más extensión de terreno y los pequeños fueron cayendo, reduciéndose. Los peones se fueron a buscar empleo a Palma Tica”, contó.
La familia de Doña María decidió no entrarle a la palma aceitera, siguiendo consejos de gente que ya conocía.
“Les dijeron que esos terrenos que se usaban para sembrar palma después ya no se podían usar para sembrar nada más, no pega nada más”, agregó.
Actualmente el futuro es incierto en Santa Rosa. “Los poquitos que hay que trabajan en su propia agricultura, esos sí sobreviven; pero los que no tienen terreno son peones”, expresó.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Fomento Cooperativo (Infocoop), después del café, la palma es el segundo sector con mayores tierras cultivadas en Costa Rica.
Según el VI Censo Nacional Agropecuario, existen casi 67 mil hectáreas cultivadas de palma aceitera.
El 65 por ciento de su producción es para exportación. Sin embargo, este sector ha sido afectado por la enfermedad de la «flecha seca» en las plantaciones y la variación de los precios internacionales, lo cual ha generado un fuerte golpe en las regiones de Brunca, Pacífico Central y Caribe, principalmente.
Henry Picado, de la Federación Costarricense para la Conservación de la Naturaleza (FECON), detalló que “los agronegocios son emprendimientos de carácter económico donde estrictamente prima la ganancia y no el uso racional de la tierra, ni del agua ni de la vida en general”.
“Es una forma de producir mercancías y no alimentos; esa es la diferencia con el sistema campesino.
Existen a partir de una técnica de monocultivo, usando agrotóxicos de forma intensiva y, por lo general, estos agronegocios se caracterizan por ser extensivos; es decir, que necesitan una gran cantidad de área para que puedan ser rentables”, explicó.
Los principales agronegocios en el país son el banano – el cultivo fundante de este tipo de industria-, la palma, la caña, el café -que históricamente ha sido parte de la idiosincrasia costarricense-, y en los últimos 15 años, el principal agronegocio ha sido la piña, indicó Picado.
Los impactos más importantes causados por los agronegocios son “la erosión de la tierra, las afectaciones a la salud pública, el desarraigo que generan los monocultivos en las comunidades campesinas e indígenas, la pérdida de biodiversidad, y la generación de pocas alternativas para el desarrollo sostenible de las comunidades”, sentenció.
Sin embargo aún hay personas que defienden los agronegocios y que creen que condenarlos es pecado y equivale a rechazar la riqueza y el progreso.
Para Henry Picado “se ha vendido el agronegocio como la única forma de estar en el campo”.
“Creen que la única manera de que la ruralidad sea rentable o pueda ser valorizable dentro del capitalismo es la generación de mercancías para la venta dentro de los mercados internacionales; es decir, tratar lo rural como una fábrica de alimentos para lo urbano”.
“En términos más concretos, se ve el medio rural como ese expendio de donde se saca, de donde se extraen todos los recursos para que pueda ser sostenible el sistema económico tal y como está en la actualidad”.
Según datos del VI Censo Nacional Agropecuario (2014), sólo un 8,4 por ciento (7.846) de las fincas censadas en Costa Rica se dedican a la producción de granos básicos y únicamente un 4,8 (4.515) al cultivo de hortalizas.
En promedio, el 61 por ciento de los granos básicos que se consumen en el país se obtiene de mercados externos.
Costa Rica importa el 34 por ciento del arroz, el 69 por ciento del maíz y el 73 por ciento del frijol que demandan sus habitantes, según datos recopilados por Andrés León, docente e investigador en el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El área sembrada con banano aumentó un 60,2 por ciento en 30 años (de 1984 a 2014); el área con palma aceitera se incrementó en un 294,6 por ciento; mientras que el área de piña lo hizo en un 1.408,1.
La contaminación de fuentes de agua por agroquímicos usados en los monocultivos es un grave problema en el país.
Karla Ramírez Mora es una de las jóvenes vecinas de Pital de San Carlos, que convocó a la concentración anti-piñera el 19 de julio pasado en esa localidad.
“El interés de hacer esa acción surge por todas las problemáticas que las personas experimentamos en la comunidad; todas las consecuencias en todas las áreas, social, cultural, económica, ambiental, pero sobre todo por la contaminación del agua por los informes del CICA”, refirió.
En 2015, el Servicio Fitosanitario del Estado (SFE) contrató al Centro de Investigación en Contaminación Ambiental (CICA) de la UCR para que hiciera una serie de estudios sobre buenas prácticas agrícolas y contaminación con agroquímicos en asadas y nacientes en las comunidades de Río Cuarto, Pital, Veracruz, Venecia y Aguas Zarcas, en la Zona Norte.
La investigación demostró la presencia de contaminación por bromacil en las fuentes de agua de consumo humano.
Sin embargo, el SFE no alertó ni al Ministerio de Agricultura ni a Acueductos y Alcantarillados e incluso sostuvo un acuerdo de confidencialidad con el CICA para no publicar los resultados.
Como consecuencia el AyA y el Ministerio de Salud clausuraron varios pozos y nacientes que abastecían acueductos locales.
“Vemos que es una problemática sumamente seria, que toca un recurso vital y vimos al sector piñero de Pital organizándose, convocando a la gente que está ligada al cultivo para que la Municipalidad no les negara nuevos permisos de siembra”.
“Al verlos organizados y convocando dijimos: ‘hay que poner un alto y ver de qué forma la comunidad se organiza y se informa porque eso es lo principal, que estemos informados de todas las consecuencias”, señaló Ramírez.
Otra persona que participó en el Encuentro fue don Jaime Espinoza Castro, ex trabajador en las bananeras, que quedó estéril por el nemagón y tiene toda una vida de lucha.
“El estudio mío fue el bananal; la brutalidad de la zona atlántica”, dijo este hombre que vive en las llanuras de Guápiles.
“No fue una cosa exactamente fija, pero empecé a los 17 años a trabajar en la bananera, concretamente en Diamantes, donde se curaba el banano pero no se sabía con qué. La semilla de banano se curaba de sus enfermedades de nematodos”.
Diamantes era una estación experimental agrícola entre Costa Rica y Estados Unidos.
“Fue como en el año 66. Ahí fue cuando tuve el primer contacto. Pero no estaba registrado oficialmente que el DBCP estaba siendo usado en Costa Rica. A los 10 años me di cuenta de que era yo estéril y se pudo comprobar que era consecuencia del DBCP”, contó.
Doña Erlinda Quesada vino desde Guácimo, Limón, y es integrante del Frente Nacional de Sectores Afectados por la Expansión Piñera (FRENASAP). Ella habló del estudio de salud comunitaria que están realizando en Villafranca de Guácimo y en Milano de Siquirres, en el Caribe.
“El estudio de salud comunitaria surge como respuesta a las situaciones que vemos en las comunidades. Siempre llegamos a las comunidades y las familias nos dicen que están con muchos problemas de salud, de la piel, alergias. Pero constantemente hemos venido observando que se da más en algunas zonas, particularmente en las más cercanas a la producción de piña”, explicó.
“Empezamos a sospechar que esto tiene mucho que ver con la utilización de agrotóxicos, que son precisamente para ese tipo de producción.
No lo teníamos documentado, por lo que queremos tener una herramienta para poder decir a las autoridades que existe un problema y comunicar la ubicación para que alguna institución o universidad pueda hacer luego el estudio”.
(Tomado de: vocesnuestras.org, 21 de agosto de 2018)
El segundo “Encuentro de personas afectadas por los agronegocios” fue organizado por CoecoCeiba Amigos de la Tierra, FRENASAP, el Programa Kioscos Ambientales de la Universidad de Costa Rica, FECON, la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR y CEDARENA.