En Argentina: 115 de las 200 mayores empresas son extranjeras
Concentración y extranjerización, un proceso que se acentúa
En Argentina: 115 de las 200 mayores empresas son extranjeras
El proceso de concentración y extranjerización de la economía argentina no ha parado de crecer en los últimos veinte años, y las empresas que lo protagonizan han aumentado sus ganancias y reducido su inversión, destaca una publicación universitaria.
Según Concentración y Extranjerización. La Argentina en la posconvertibilidad, de los investigadores Pablo Manzanelli, Martín Schorr y Daniel Azpiazu, 115 de las 200 “empresas líderes” argentinas son extranjeras, contra 56 a comienzos de los años noventa y 92 en 2001, y representan el 28 por ciento de la producción nacional, contra el 16 por ciento en 1993, un nivel “muy elevado en términos históricos para la Argentina.”
Entre las 29 mayores figuran grandes transnacionales como Cargill, Nestlé, Monsanto, Volkswagen, Aceitera General Deheza, Bunge Argentina, Louis Dreyfus, Molinos Río de la Plata, Danone, Bagley, Carrefour, Coca Cola, Shel, Fordl.
Ese núcleo duro “incrementó en 2,5 puntos porcentuales su incidencia en la facturación global de la cúpula, que en 2010 fue del 43,3 por ciento, (…) lo que indicaría un afianzamiento del predominio económico que ejerce la ‘crème de la crème’ de la elite empresarial”, se observa en el libro.
“Las grandes empresas no han invertido proporcionalmente las abultadas ganancias que obtuvieron en este período, y han tenido además una influencia muy elevada en el incremento de los precios en los últimos años”, apunta por otro lado el trabajo.
Entre la salida de la crisis de 2001-2002, una de las más fuertes de la historia del país, y 2007, los grandes grupos económicos contribuyeron a mejorar los índices de empleo y a aumentar los salarios, pero ese fenómeno se explica por la combinación de “elevado crecimiento, alta capacidad ociosa instalada y salarios muy atrasados”.
En 2007, las grandes compañías oligopólicas llegaron a un techo en cuanto a lo que estaban dispuestas a conceder y volvieron a pujar para maximizar sus ganancias, dicen los autores de la investigación, según los cuales ese patrón de comportamiento es el mismo en las empresas extranjeras y en los grandes grupos nacionales transnacionalizados.
“No estamos en presencia de una burguesía nacional –al menos dentro de la cúpula empresarial–, con sus intereses volcados en el mercado interno”, afirmó por su lado Pablo Manzanelli en una entrevista publicada el fin de semana pasado por el diario Página 12.
La participación del salario en la renta de las grandes empresas llega a su vez al 25 por ciento, cuando en la economía global la masa salarial representa cerca del 40 por ciento del producto bruto interno.
Aun si reconocen que en la última década “se ha venido desplegando en la Argentina un nuevo esquema económico que ha alterado, de manera significativa, muchos de los aspectos críticos del modelo de acumulación (neoliberal) vigente entre 1976 y 2001”, los autores subrayan la persistencia e incluso el aumento de la incidencia “de la cúpula empresarial sobre variables de indudable importancia económica (valor agregado, exportaciones, inflación, inversión, distribución del ingreso)”.
Schorr, Manzanelli y Azpiazu sugieren que hay “herencias del neoliberalismo” con las que no se ha roto y plantean, por ejemplo, la necesidad de eliminar la ley de inversiones extranjeras legada por la dictadura, denunciar los tratados bilaterales de inversión firmados durante la década de gobierno de Carlos Menem, en los noventa, y controlar rigurosamente las fusiones y adquisiciones de empresas, “la principal modalidad de la extranjerización actual”, según señalan.
Manzanelli sostiene en la entrevista que “en este momento la disyuntiva (…) pasa sobre todo por la capacidad del Estado de regular la operatoria de las grandes empresas en general, de impulsar a actores medianos que diversifiquen la producción, y de avanzar en su inserción en la producción directa”.
“El desafío de fondo es que las políticas se encaucen en una estrategia de desarrollo, todavía ausente, que tienda a apuntalar el proceso de sustitución de importaciones, y en el mediano y largo plazo a complejizar la matriz industrial con productos más complejos en lo tecnológico y con mayor valor agregado elaborado en el país”, afirma.
Haciéndose eco del trabajo de Schorr, Manzanelli y Alpiazu, la revista Miradas al Sur destacaba recientemente la subsistencia en Argentina de “ostensibles inequidades territoriales y regionales, una fuerte oligopolización de los mercados, un alto nivel de fuga de capitales locales al exterior, con sus implicancias sobre el sector externo y el comportamiento de la inversión en las grandes empresas, un elevado nivel de empleo precario e informal, la vigencia de salarios muy reducidos en términos internacionales e históricos y presiones inflacionarias”.