-Comentas que el empobrecimiento de la población se debe, entre otros factores, a las dificultades y restricciones que hay para negociar colectivamente…
-Es así. A partir de estudios recientes se mira claramente que existe una relación directa entre la distribución de la riqueza -calculada a través del coeficiente GINI- y la mayor o menor cobertura de la negociación colectiva.
A partir de 1979, cuando en Chile se impuso un nuevo plan laboral en el contexto de la dictadura, la negociación colectiva se restringió exclusivamente al ámbito de la empresa. En nuestro país hay una fuerte atomización y calculamos que existen unas 11 mil organizaciones sindicales, en su mayoría vinculadas a empresas pequeñas.
En Chile no se permite una negociación colectiva a un nivel superior, como por ejemplo una federación, confederación o central sindical.
La tasa de sindicalización nacional es de entre el 14 y el 15 por ciento, es decir que de cada 100 trabajadores solamente 14 pertenecen a una organización sindical y sólo 8 negocian colectivamente.
De estas 11 mil organizaciones cerca del 50 por ciento tienen menos de 40 trabajadores, por lo que no tienen posibilidad alguna de conformar un contrapeso al poder de negociación que tienen las empresas.
-La reforma de 1979 fue impulsada por el hermano de quien hoy es presidente de Chile…
-La reforma laboral de 1979 fue elaborada por el entonces ministro del Trabajo, José Piñera, y se instauró a partir de dos decretos leyes: uno que garantizó la existencia de las organizaciones sindicales y otro que estableció el procedimiento de negociación colectiva.
-¿Que sucedió con la reforma que impulsó el gobierno de la presidenta Bachelet?
-El primer gobierno de Bachelet mantuvo mayoría en ambas cámaras y pudo impulsar una reforma laboral más profunda.
Sobre todo se esperaba que impulsase la posibilidad de negociar colectivamente por ramas de actividad. De esta manera se iba a ampliar la cobertura de la negociación colectiva y se iba a tener mayores niveles distributivos de la riqueza que generamos todos.
Recordemos que Chile se ubica entre los países que tienen un muy bajo ingreso per cápita. El 50 por ciento de las y los trabajadores gana menos de 300 mil pesos chilenos (500 dólares) y el 80 por ciento no llega a los 500 mil pesos (830 dólares).
También el salario mínimo, que actualmente es de 174 mil pesos (290 dólares), está entre los más bajos y no alcanza para sostener a una familia de 4 personas.
Aunque se dieran algunas mejoras, como la eliminación de la posibilidad de usar esquiroles para reemplazar a trabajadores en huelga, la reforma laboral no llenó las expectativas.
Además, se establecieron los “servicios esenciales”, que en nuestro país se llaman “servicios mínimos”, donde se le permite al empleador implementar adecuaciones necesarias dentro del sistema productivo. Algo que está dentro de la lógica no paralizante de la huelga.
Otra mejora fue haber eliminado los grupos negociadores, es decir la posibilidad que grupos de al menos 8 trabajadores negociaran colectivamente con la empresa, disolviéndose inmediatamente después de la firma del convenio y sin poder crear una organización permanente que pudiese monitorear el cumplimiento de lo acordado.
Esos trabajadores tenían prohibido negociar con una organización sindical, una suerte de paralelismo que fue muy utilizado por los empleadores para coartar la libertad sindical y que podría ser instaurado nuevamente por este gobierno de corte neoliberal
-Con todo este panorama, la Federación Nacional de Sindicatos de Trabajadores de Empresas Lácteas de Chile (Fenatral) es una isla.
-Claro. Recordemos que la tasa de sindicalización es más alta en la industria y el comercio porque está relacionada directamente con el tamaño de las empresas de estos sectores.
En este sentido, el sindicato de Soprole es el que aporta la mayor cantidad de trabajadores y trabajadoras a la Federación. Estamos hablando de unos 500 trabajadores bien cohesionados, aunque la presencia de otras organizaciones sindicales en la misma empresa genera a veces una no muy sana competencia.
Foto: Gerardo Iglesias