Brasil | ESCLAVISMO | IMPUNIDAD

Sonia en la matriz esclavista brasileña

Vivir como una propiedad privada

El 13 de mayo de 1888, mediante la “Ley Áurea”¹, la corona portuguesa decretó el fin legal de la esclavitud en Brasil. Fue el último país de Occidente en extinguirla formalmente. No obstante, en los aspectos social, económico y político la abolición está aún muy incompleta.

Carlos Amorin

8 | 7 | 2024


Sonia Maria de Jesus | Foto: bemblogado.com.br

Sonia, una niña negra y sorda, fue apropiada por una acaudalada pareja cuando tenía 9 años. Cuatro décadas después, en junio de 2023, la Fiscalía del Trabajo la rescató en situación similar a la esclavitud. El apropiador es un juez cuyas influencias profesionales y de clase le permitieron recuperar a Sonia, quien aún vive en la casa de los victimarios.

De pronto fue el silencio. Su padre la dejó sorda con uno de los tantos golpes que le daba. No hubo más arrullos, no hubo más canciones, no hubo más gritos. Fue casi imposible entender el entorno sin oírlo. Aunque sí vio y sintió muchas cosas: caricias y sonrisas, pero también rechazo, muchas lágrimas y golpes, vio indiferencia y menosprecio, hambre y miedo, mucho miedo.

Su madre, Deolina Ana de Jesus la cuidó todo lo que pudo, pero a los 9 años de Sonia la violencia contra ella llegó a ser extrema, peligrosa: la niña era el chivo expiatorio principal de las frustraciones de su padre.

La apropiación

Deolina llevaba a Sonia a una guardería barrial. Las educadoras notaron las marcas de los golpes, y Deolina relató el drama doméstico que vivían: hambre y violencia. Tuvo un par de encuentros con la psicóloga de la guardería, María Leonor Gayotto, quien la convenció de que lo mejor para la niña era dejarla provisoriamente en la institución para protegerla. Y Deolina confió.

Por esos mismos días, Ana Cristina Gayotto, hija de María Leonor, estaba pariendo su primer hijo, fruto de su matrimonio con Jorge Luiz de Borba, juez, miembro del Tribunal de Justicia del estado de Santa Catarina. Ya todo un señor. Y María Leonor “trajo” a Sonia a casa de su hija para que “ayudara en las tareas básicas”. Pero Sonia no era una lavadora de ropa, o un lavavajillas, o una aspiradora, sino una niña negra, sorda, de 9 años.

Matrix monárquica

Brasil tiene una peculiaridad que lo diferencia de todos los demás países de Latinoamérica: fue el único en albergar al propio rey de Portugal, ¡y a toda su Corte!

El ejército de Napoleón ya había sometido a España y era solo cuestión de tiempo que hiciera lo mismo con Portugal. Al influjo de los omnipresentes ingleses, que operaban para debilitar en lo posible a Napoleón —y sobre todo fortalecer la incipiente industria londinense—, el rey luso Joao VI encabezó la travesía más inusitada registrada en la historia: cruzó el Atlántico junto a 15 mil portugueses, entre ellos todos los miembros de la nobleza, huyendo hacia su opulenta colonia: Brasil.

El traslado de la Corte se realizó en una escuadra de ocho naves, cuatro fragatas, tres gabarras, cantidad de remolques y otras naves mercantes en las que llevaban cuadros, libros, las joyas del imperio y otros bienes del reino. Toda la comitiva navegó protegida, obviamente, por barcos de guerra ingleses. En los meses posteriores, decenas de embarcaciones siguieron la misma ruta, algunas transportando el mobiliario de castillos lusos, baúles con fastuosos vestidos, y objetos de gran valor.

El 23 de enero de 1808 los buques que traían a bordo la familia real amarraron en la ciudad de Bahía. Apenas cuatro días después de desembarcar, exactamente el 27 de enero, los comerciantes locales y los recién llegados se dirigieron al capitán general, conde De Ponte, para que por su mediación se elevara una nota a Joao VI solicitando la apertura de los puertos brasileños al comercio internacional.

La demanda fue inmediatamente concedida mediante una “Carta Regia”, evento que es destacado por cierta bibliografía como la independencia económica de Brasil. En realidad, esta medida fue el pago del rey Joao a Inglaterra por sus servicios, y la entrega de las llaves de los puertos brasileños —y de su comercio— a la corona británica.

Orden y progreso, para algunos

Un proceso único en América Latina. Junto con la Corte portuguesa llegaron también su cultura, sus valores, su visión del mundo y de la sociedad. Se instaló un Estado monárquico en un territorio cuyas autoridades eran hasta ese momento relativamente débiles, poco ilustradas, en una colonia inmensamente rica pero desorganizada.

De la mano del rey y sus consejeros el Estado monárquico estableció la Escuela Naval y el comando de la Marina, la Academia Militar, las Aduanas, el Banco de Brasil, la Biblioteca Nacional, la Guardia Real de la Marina y los fusileros navales, el Ministerio de Hacienda, la Escuela de Medicina, la Escuela de Ciencia, de Arte y Oficios, la imprenta que permitió la creación del primer periódico “Gaceta de Rio de Janeiro”, el Museo Nacional, el Regimiento de Caballería, el Jardín Botánico y el Ministerio de Relaciones Exteriores, hoy Itamaraty. Incluso, en el período se intentó por primera vez establecer una fábrica siderúrgica para iniciar incipiente industrialización, emprendimiento saboteado exitosamente por Inglaterra.

L’etat c’est moi

El proceso fundacional del poder en Brasil es diferente al del resto de América Latina, por cuanto no fue la nación la que creó el Estado, sino que fue el Estado el que dirigió la formación del pensamiento nacional, proceso que se inició durante el período en el que Joao VI y su corte regentearon Brasil modelándolo en sus valores.

La instalación de la casa de Braganza formateó a la “elite” colonial legándole un contenido socio cultural cuyas bases aún perviven en la clase dominante blanca, instruida, rica, dueña del poder económico y comunicacional, con una profunda influencia en el imaginario popular.

En esos años, al influjo de las nuevas costumbres instaladas por la nobleza lusa, Rio de Janeiro vivía a la moda de las grandes cortes europeas: “besamanos” a la realeza, procesiones y Te Deums, banquetes y grandes fiestas oficiales, conciertos, obras de teatro y las más variadas ceremonias reales y cortesanas siguiendo estrictos protocolos de gran pompa. La ciudad era llamada “el París de los trópicos”.

Las enormes riquezas extraídas de Minas Gerais, de los ríos auríferos de la Amazonia, de la tala y exportación de madera noble ahora canalizadas por expertos comerciantes y traficantes —los barcos partían hacia Europa cargados con diversas mercaderías, y regresaban repletos de africanos esclavizados que descargaban sobre todo en Salvador de Bahía—, hacían posible el funcionamiento sin solución de continuidad de esa “maquinaria aristocrática” dedicada al hedonismo, la lujuria, el narcisismo y las conspiraciones palaciegas.

Detrás de la fachada de oropel, sedas y encajes se desarrollaba una verdadera guerra por los recursos naturales liderada por los grupos “bandeirantes” que arrasaban el interior del territorio brasileño junto a sus poblaciones indígenas, diezmadas por las enfermedades coloniales y cazadas y sometidas a la esclavitud en las minas, garimpos, talas masivas y todas las acciones extractivas cuyos frutos terminaban mayormente en las bodegas de los barcos mercantes ingleses.

Los africanos esclavizados, considerados por los esclavistas como “más aptos para los trabajos de fuerza” esencialmente en las norteñas plantaciones de azúcar, terminaron siendo la mayoría de la mano de obra-objeto que emplearon las elites brasileñas para acumular enormes riquezas que les otorgaban desde poder de vida o muerte sobre sus “súbditos”, hasta la adquisición de títulos de nobleza, cargos oficiales muy bien remunerados, impunidad ante sus crímenes y la convicción de disfrutar de todo ello por ser una clase superior que observaba al resto de la sociedad desde un Olimpo inexpugnable.


Imagen: Allan McDonald | Rel UITA
El racismo en el ADN

La clase hegemónica brasileña es estructuralmente racista. Sus integrantes tienen totalmente naturalizado el sentimiento de superioridad, y por lo tanto, el de inferioridad del otro.

Así vio la psicóloga María Leonor Gayotto a Deolinda y a su hija Sonia, que no solo era negra, sino también sorda. En su puzle mental Sonia fue una pieza que encajó en las necesidades de Ana Cristina, su hija puérpera; la niña era una herramienta, un instrumento, una pequeña a la que había que darle techo y comida a cambio de su vida entera: una esclava.

Por su parte, el juez Jorge Luiz de Borba aceptó aquella situación que cuadró perfectamente en “el orden natural de las cosas”, y hasta probablemente haya sentido una cierta satisfacción por estar haciendo “una obra de bien”.

Su apellido, De Borba, tiene una obvia connotación aristocrática. Es probable que uno de sus ancestros haya sido Manoel de Borba Gato, proveniente de una familia con residencia en la zona de Santo Amaro y uno de los “bandeirantes” más célebres del siglo XVIII.

La sangre llama

Cuenta la leyenda que Manoel de Borba llegó a Brasil huyendo de Portugal después de haber asesinado a un funcionario de la Corona. Destacándose en la cacería de indígenas para ser vendidos como esclavos a los terratenientes paulistas, y en la persecución y exterminación de pueblos quilombolas, encontró una mina de oro que usó como moneda de cambio ante las autoridades para obtener la anulación de su condena.

Además del perdón real, Manoel de Borba recibió grandes cantidades de tierra, ejerció funciones administrativas para la Corona, fue nombrado Guardia Principal de distrito y llegó a ser juez, quizás inaugurando una larga dinastía de magistrados que llegó hasta la actualidad.

Sonia entró en ese mundo a los 9 años de edad. Durante cuatro décadas sirvió al señor juez, a su esposa, a sus hijos, familiares, amistades y visitas. Y a todos su rol, su situación, les resultó normal, el “orden natural de las cosas”.

Sonia permaneció analfabeta, tampoco tuvo la oportunidad de aprender el lenguaje de señas, nunca cobró un salario, no tuvo vacaciones ni fines de semana libres, vivió en un pequeño cuarto húmedo y se vestía con lo que le daban. Jamás compartió la mesa con sus “amos”, ni sus viajes por Europa.

Se le negó el contacto con su familia, especialmente con su madre, Deolinda, que cuando quiso recuperarla sólo encontró un muro de evasivas y mentiras, y hasta le dijeron que se había ido a Estados Unidos con cierta “familia adoptiva”.

Deolinda la buscó durante años, hasta su muerte en 2016. La verdad es que Sonia fue secuestrada, y doblemente desaparecida. Primero desaparecida para su familia, y segundo encerrada en una jaula emocional y psicológica que le impidió desarrollarse como persona. Desapareció para sí misma.

Finalmente, 40 años después, alguien que la miró con empatía humana hizo una denuncia anónima ante la Fiscalía de Trabajo. En junio de 2023, Sonia fue rescatada por un Grupo Especial de Fiscalización Móvil de la casa de Jorge Luiz de Borba y Ana Cristina Gayotto en Florianópolis, estado de Santa Catarina.

El miedo a la libertad

Uno de sus seis hermanos recibió una llamada de la Fiscalía del Ministerio Público del Trabajo (MPT) queriendo saber si él tenía una hermana llamada Sonia con deficiencia auditiva. La respuesta fue incierta.

Todos pensaban que ella habría fallecido o que, en la mejor de las hipótesis, habría emigrado a Estados Unidos. Pero, como suele suceder, la televisión llegó primero, y ese domingo, el uno de los programas más vistos de la televisión brasileña se difundió un reportaje sobre el caso de Sonia con imágenes de ella misma en la sede de la Fiscalía.

Fue la confirmación que sus hermanos estaban esperando. Finalmente Sonia estaba fuera del alcance de sus victimarios en un refugio para víctimas de violencia doméstica.

A partir de ese momento, y sintiéndose expuesta ante el público masivo del país, la pareja De Borba-Gayotto lanzó un operativo en los tribunales locales, donde el juez cuenta con numerosas amistades y hasta complicidades, y logró que, contradiciendo toda lógica y sentido común —y quizás toda legalidad—, sus colegas del Superior Tribunal de Justicia, y del Supremo Tribunal Federal no solo hicieron pública la locación del refugio adonde Sonia había sido llevada, sino que permitieron una visita de los victimarios a la víctima sin siquiera haber establecido aún contacto con la familia biológica.

Apenas unos días después del rescate, los De Borba-Gayotto acudieron en masa, padres, hijos y nietos a visitar a quien nunca vieron más que como una herramienta, un sirviente devoto, y mediante un obvio chantaje emocional consiguieron una autorización judicial para que Sonia regresara con ellos a la casa donde estuvo esclavizada durante 40 años. Y aún está allí.

Desde entonces los hermanos de Sonia iniciaron acciones judiciales que les que han permitido tener visitas con ella en una institución donde aprende lenguaje de señas y sin la presencia de los “amos”.

La comunicación mejora gradualmente, y deben enfrentar los embates de De Borba quien declara a la prensa que desea “adoptar” a Sonia, a quien quiere “como a una hija”.

Ya ha transcurrido un año desde el rescate. Una de sus hermanas, Marta, en diálogo con Rel UITA expresó que “Lo que queremos es reconstruir el vínculo con nuestra hermana y, de alguna manera, dar respuestas al sufrimiento de mi madre que murió buscándola. Queremos que Sonia tenga derecho a una vida digna, que pueda compartir con nosotros si es de su voluntad, y que las personas que la mantuvieron en condiciones análogas a la esclavitud paguen por ese crimen”, afirmó.

Después de esperar durante un año que se “hiciera justicia”, y con el dato en mano de que de 2008 a 2019 solo el 4% de los acusados de esclavizar personas han sido condenados por el sistema judicial brasileño, la familia de Sonia lanzó una campaña de apoyo reclamando su liberación.

La Regional y el Comité Latinoamericana Mujeres de la UITA (Clamu) se han sumado a la campaña.


¹ “Artículo 1: Es declarada extinta, desde la fecha de esta ley, la esclavitud en Brasil. Artículo 2: Se revocan todas las disposiciones en contrario”.