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Con Jair Krischke
La elección de Jair Bolsonaro

“Un voto con el hígado”

Que un fascista confeso como Jair Bolsonaro esté a punto de ser electo presidente de Brasil habla muy mal del sistema político en general y en particular de quienes debían encarnar una alternativa de izquierda y dilapidaron el capital que en ellos habían depositado los sectores populares, dice en esta entrevista el presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre y asesor de la Rel-UITA.

-¿Cómo analizar esta paliza?
-La del domingo 7 fue una elección totalmente distinta de las anteriores. Llama la atención por ejemplo cómo el Partido de los Trabajadores (PT) se derrumbó entre fines de agosto, cuando Lula todavía aparecía con posibilidades de ser candidato, y ahora.

¿Qué pasó en este período tan corto para que Jair Bolsonaro, que entonces tenía 18 por ciento, pasara al 46 por ciento que logró este domingo, y que el heredero de Lula, Fernando Haddad, no llegara al 30 cuando el ex presidente tenía más de 37 hace menos de mes y medio?

Si sumáramos el 20,32 por ciento de abstenciones, el 6,14 por ciento de gente que anuló su voto y el 2,65 por ciento de sufragios en blanco, se llega al 29,11, casi tanto como Haddad, que tuvo 29,8.

Allí tendrá que ir a buscar votos el candidato del PT, pero es muy posible que no llegue.

Es de todas maneras una locura que se viva una situación así, que habla de la decadencia de la política en este país.

Fue una elección plebiscitaria. La gente se manejó con una postura anti PT, enojada por lo que este partido hizo durante sus gestiones de muchos años. No se inclinó tanto por las posturas de Bolsonaro, que son demasiado simples y directas, sino por alguien que apareció como el más fuerte opositor al PT.

Los otros candidatos no aparecían lo suficientemente distanciados del PT: Ciro Gomes, por ejemplo, fue ministro de los gobiernos anteriores, y se lo ubica en la “izquierda”, aunque no sea una izquierda clara.

Para complicar más las cosas, el 5 de octubre, un par de días antes de las elecciones, una encuesta del Ibope arrojó que el 69 por ciento de los consultados se manifestaron a favor de la democracia.

Eso no se condice con un Bolsonaro que aparece como una bestia fascista, lo más alejado que puede haber de una perspectiva democrática.

De ahí que este no sea un voto ideológico, máxime en un país profundamente despolitizado como es el Brasil actual.

Fue un voto con el hígado.

El PT, responsable

-Decías que el principal responsable de este resultado es el PT.
-Sí. Lamentablemente sí. El PT no tuvo el coraje de hacer una autocrítica sobre su gestión, y se manejó con soberbia y ceguera.

El rechazo por sus políticas empezó por la gente joven, aquella que salió a la calle en 2013 y en 2014 reclamando por el transporte y por mejor calidad en los servicios públicos de salud y de educación.

Luego esas manifestaciones desaparecieron. Pero había signos de algo terrible: esos jóvenes no querían banderas políticas de ningún tipo en sus manifestaciones.

El problema es que más allá de las críticas a los partidos que cualquiera puede hacer, cuando las cosas se plantean así, cuando se rechaza a los partidos en general, se puede ir a formas de dictadura.

Yo no lo supe ver en su momento. Pero lo más grave es que ningún partido lo supo ver, y ellos tienen la obligación de saber leer lo que sucede en la sociedad. Hoy tenemos que repensar qué significa hacer política.

¿Por qué la gente está enojada con los partidos como para votar por un personaje como Bolsonaro? Brasil es un gran ejemplo de ello, pero se lo ve en toda América Latina y en muchos países de Europa.

Es un gran tema de análisis. Un tema urgente.

Las tres b

-¿Dónde se concentró el voto por Bolsonaro, en qué sectores?
-En muy diversos. Por un lado, hay una identidad de puntos de vista entre este personaje y las iglesias pentecostales tipo Iglesia Universal del Reino de Dios.

Cantidad de sus pastores llamaron a votar por Bolsonaro.

Son iglesias que están trabajando como si fueran partidos, con objetivos de poder.

Están formando a jóvenes en buenas universidades, para que lleguen a la magistratura, a la fiscalía, a la oficialidad de las fuerzas armadas.

Van a ser en muy poco tiempo un factor de poder muy importante, y muy negativo.

Bolsonaro también tuvo mucho apoyo en las capas medias urbanas, esas que se sintieron perjudicadas por los gobiernos del PT.

Hay que pensar en una cosa: es verdad que Lula y Dilma sacaron a millones de personas de la pobreza, pero financiaron esas medidas no con dinero proveniente de los más ricos sino de las capas medias.

Los de arriba (los bancos, las grandes empresas del agronegocio y otras) nunca ganaron más que bajo los gobiernos del PT, pero las capas medias se empobrecieron.

Y por otro lado están, por supuesto, los más poderosos, los dueños de la tierra, la llamada “bancada rural”, que no sólo votaron por Bolsonaro sino que pusieron dinero en su campaña.

Aquí en Rio Grande del Sur, donde la gente “del agro” es muy fuerte, eso fue particularmente evidente.

Uno de los dos senadores electos por este estado, Luis Carlos Heinze, del Partido Progresista, muy vinculado al agro, tiene un discurso abiertamente fascista, contra los indios, contra los negros.

El otro fue su contracara, nuestro amigo Paulo Paim, símbolo de la negritud y de la defensa de los derechos humanos y los trabajadores.

-Las bancadas de las tres b (buey, biblia y bala) se inclinaron en definitiva por Bolsonaro.
-Así es. Y no hay que olvidar ese fenómeno que se viene arrastrando desde la salida de la dictadura y que se ha acentuado en los últimos años: la atomización de las fuerzas políticas.

Hay en el país 35 partidos políticos reconocidos, y otros 73 están esperando ser reconocidos por la Corte Electoral: es un disparate gigantesco, ningún sistema político serio puede funcionar así.

Es un tremendo negocio formar un partido en Brasil: en la mayoría de los casos no se lo hace por un motivo ideológico, por opciones políticas, sino para montar estructuras criminales, para practicar la corrupción.

Una corrupción a la que no escapa ningún partido. Y esa es una de las responsabilidades del PT: no sólo no rompió con esas prácticas sino que las reprodujo, y contribuyó al desprestigio de la política.

Bolsonaro basó mucho de su discurso en la lucha contra la corrupción, en decir que es uno de los pocos políticos del país que no está acusado de corrupción.

Él se presentó como un “salvador”, como el más apto para combatir la decadencia de “los políticos”, y esto es muy peligroso.

También a un sector de las clases populares, sensible a ese tema y a la inseguridad, que se enfrenta a otros pobres, ese discurso lo sedujo.

Ayer, el mozo del bar al que voy siempre, un tipo pobre por supuesto, cuando como siempre me saludó me dijo. “estamos bien, ¿no viejo?”

Mucha gente humilde que se sintió traicionada por el PT votó a Bolsonaro.

El peligro de la antipolítica

Los partidos brasileños están ante un enorme desafío: plantearse qué van a hacer en el futuro inmediato. Yo voy a estudiar este tema por mi preocupación por la democracia, que es lo que verdaderamente está en juego.

A no ser un milagro, un tipo que dice que la dictadura cometió errores porque no mató a las 30.000 personas que debió haber matado, que dice que va a perseguir a los grupos sociales, que odia a los negros y a los indios, que desprecia a los pobres, que está dispuesto a dar poder a los militares, está a punto de ser electo presidente del mayor país de América Latina.

Eso cuestiona a todo el sistema político.

Jair Krischke termina la entrevista con esta frase: “Estamos a las puertas de un formidable retroceso civilizatorio”.