-Casi todas las semanas el Ministerio Público de Trabajo de Brasil denuncia irregularidades en algunos frigoríficos del país. ¿Esto se puede leer como una dificultad en la aplicación de la NR36?
-Evidentemente la NR36 es un gran avance en la protección de la salud de los trabajadores de los frigoríficos, sobre todo en lo referente a las pausas en el trabajo, pero en algunas cuestiones parece que la situación de insalubridad continúa, en un sector que todavía cuenta con altos índices de accidentes laborales.
Lo que viene sucediendo en este sector de la actividad es un acto de violencia contra los trabajadores es un verdadero genocidio, ya que los riesgos son bastante conocidos y muy poco se ha hecho de parte de las empresas para prevenirlos.
En Rio Grande do Sul, por ejemplo, ya hemos sido testigos de varias interdicciones de establecimientos que no cumplen con las condiciones de seguridad, ergonómicas y de salud de sus trabajadores.
Un sistema deshumanizado
-¿Podrías citar algún ejemplo?
-Hubo un caso muy preocupante de un frigorífico de JBS que producía pollos para exportación a Medio Oriente. Los trabajadores tenían que embalar 30 pollos por minuto. Hicimos una encuesta entre ellos y el 90 por ciento declaró trabajar con dolor.
Inmediatamente pasamos estos datos a la compañía, que afirmó en ese entonces que el proceso de embalaje sería próximamente automatizado.
Consultamos a qué ritmo la nueva maquinaria embalaría los pollos y la respuesta fue espeluznante: la máquina tenía capacidad de embalar 15 pollos por minuto, un ritmo 50 por ciento inferior al exigido a los trabajadores.
El MPT tiene que abogar para que cese esta deshumanización en la industria frigorífica, donde el trabajador es obligado a rendir más que la máquina misma.
Hasta 60 kgm transportados por persona
-Algunos avances ha habido…
-Sí, el sector ha tenido mayor visibilidad, producto de un largo y arduo trabajo desarrollado por el movimiento sindical, la Rel-UITA y el MPT, pero los problemas continúan siendo preocupantes.
Actualmente la tarea del MPT se enfoca en dos grandes aspectos: ritmo de trabajo y transporte de cargas. Y es que en Brasil los trabajadores son usados más como burros de carga que como operarios, y hay mucho traslado de cargas mal hecho.
La legislación está muy mal diseñada en este sentido, porque permite el transporte de hasta 60 kilos individualmente, cuando los estudios señalan que el peso que puede cargar un individuo no debe exceder los 23.
Este exceso ha llevado a una legión de operarios con problemas de espalda y hombros.
Por otro lado, el ritmo de trabajo de la industria frigorífica pone en cuestión la eficacia de las pausas para mitigar la fatiga, porque en muchos casos no solo no bajó el ritmo sino que hasta hubo incremento del mismo.
Ha habido, es cierto, progresos en la fiscalización y la definición de parámetros adecuados para el ritmo de trabajo y para el transporte manual de cargas.
En el primer caso, el parámetro es de 40 movimientos por minuto. Estudios en fisiología humana arrojan que por encima de 33 movimientos repetitivos por minuto los riesgos de contraer enfermedades aumentan mucho.
-¿Qué se debería hacer en materia de prevención?
-Deberíamos reducir el ritmo de trabajo en 20 o 30 por ciento; disminuir la jornada laboral a 40 horas semanales; eliminar el sistema de Banco de Horas, que extiende aún más la jornada laboral y la hace más extenuante.
El Banco de Horas es un instrumento precarizador de las condiciones laborales, y como tal no cuenta con el aval del MPT, que comenzará a fiscalizar para eliminarlo.
Las empresas generan patologías y no curan
-Se ha denunciado también el procedimiento de los médicos que trabajan para las empresas…
-Sí, algunos mantienen conductas al borde de lo criminal.
Hemos visto casos de profesionales que no dan licencia a trabajadoras embarazadas, que no aceptan informes de colegas, una serie de aberraciones que traspasan los límites de la medicina laboral.
La empresa, además de generar la patología tampoco actúa de manera adecuada en cuanto al servicio medicinal que ofrece.
Debemos aclarar que el modelo de medicina ocupacional en Brasil es bastante precario, por lo que tal vez haya que migrar hacia un modelo de salud colectiva.
Henry Ford decía que la mejor inversión que hacía era en medicina laboral, porque le enfermedad de los trabajadores dejaba de ser una cuestión política de conflicto entre capital/trabajo para ser una cuestión técnica que debía ser resuelta por un técnico, el médico.
Es necesario reconfigurar el modelo actual, en el que la práctica de la medicina se reduce a la administración de medicamentos. El Ministerio está abocado a esta tarea.
Un instrumento para profundizar la lucha
-Los sindicatos no están aprovechando esta gran herramienta que es la NR36 para continuar avanzando, la han tomado como un fin en sí mismo y no como un camino para continuar. ¿Cómo evalúa este punto el MPT?
-El movimiento sindical brasileño perdió una gran oportunidad de avanzar con la aprobación de esta norma, no sólo por la normativa en sí misma sino por las condiciones sociales que se dieron para que fuera adoptada, como la articulación entre ONG, organismos gubernamentales y sindicatos.
Evidentemente que para el MPT esta norma constituye únicamente el comienzo del trabajo en defensa de derechos fundamentales de los trabajadores y no un fin en sí misma. Su concreción requiere de prácticas sociales emancipadoras.
Lamentablemente, tanto en Brasil como en el resto de América Latina promulgar derechos sin hacerlos efectivos ha sido una práctica bastante común y una forma de inmovilizar a los actores sociales. Defines los derechos, legislas pero no los aplicas.
Legalidad y eficiencia, cuando se encuentran no se saludan porque no se conocen.
Un escenario nefasto
Por otro lado, el mundo entero está viviendo una precarización de las condiciones laborales, y nunca hubo tanta riqueza en tan pocas manos: 85 personas tienen el mismo patrimonio que 3,5 millones, según datos de Oxfam.
Recientemente leí un reportaje sobre Wal-Mart, en Estados Unidos, en el que los empleados cuentan cómo sobreviven con un salario de 900 dólares mensuales y donde además tienen que comprar su propio uniforme porque la empresa no se los proporciona. No tienen derecho a sindicalizarse y padecen todo tipo de atropellos.
-Es que cuando se acaba la ética, se pierden los límites…
-Justamente, de recuperar estos límites se trata. Pero el movimiento sindical brasileño está muy burocratizado, y tiene poca o nula autonomía respecto a la política partidaria.
No se ha logrado superar el modelo de la era Getulio Vargas, lo que hace que los desafíos del sindicalismo en este país sean todavía enormes.
Refundarse y volver a una política de acción emancipadora sería un buen comienzo.
En Florianópolis, Gerardo Iglesias